No me gustaba cuando mi mejor amigo Max me mandaba mensajes a mi celular para pedirme que me reuniera con él en una inapropiada zona del colegio. Siempre le decía que no me mande mensajes para citarme en esos lugares, pero él no me hacía caso. Me mandaba mensajes una seguida de otra hasta lograr que le respondiera. Apretaba mi celular para que dejara de vibrar en mis manos con la esperanza de que se detuviera. Al final terminaba poniéndome de pie para encontrarme con él.
Max me esperaba en el baño del colegio, en el auditorio, en la parte de atrás del quiosco donde había un pasillo estrecho que conducía a una zona de ambientes deshabitados. Todos arriesgados, pero parecía que Max tenía la intención de ser descubiertos para encontrar una oportunidad de decirle a todos sobre nosotros. Max sabía que nunca lo aceptaría.
"No me hagas venir, que sea la última vez", lo regañaba. Max sólo se reía, prometía no volverlo a hacer y me robaba besos como si mi petición no tuviese ningún sentido. Max no era el único culpable, también yo, porque cedía a sus mensajes de texto a pesar que estaba muy mal. Me encontraba con él y dejaba que me tratase como a una chica enamorada.
—Quedémonos un poco más —me dijo agarrándome las manos.
Max me volvió a citar tras el telón del auditorio durante el recreo. Mis mejillas ardían de vergüenza cuando me susurraba promesas de amor envueltas con una hermosa fantasía imposibles de creer. Sus palabras endulzadas me idealizaban con perfección. Me avergonzaba mucho, aunque era más vergonzoso cuando callaba y dejaba que sus manos hablaran. Acariciaba mis cabellos, mis mejillas, mi rostro, mis labios. Callaba y yo moría por dentro.
El timbre del recreo siempre daba por finalizada nuestro secreto. Salía al patio cabizbajo sin el valor de mirar a nadie, porque sentía que las miradas de todos me juzgaban sin contemplaciones. Algunas veces mis compañeros notaban mis mejillas ruborizadas y mis orejitas rojas. Ellos hacían comentarios incomodos enfatizados por Max como si él no supiese la razón del color de mi pie l.
—Vámonos, quiero regresar al salón—intenté convencerlo.
—Aún no termina el recreo—dijo soplando despacio el flequillo de mi cabello.
—Vámonos —insistí caminando hacia el escalón para bajar del escenario.
Max me agarró de la muñeca para detenerme.
—No, el timbre aún no suena.
—El timbre no tiene que sonar para irnos.
—Es la costumbre, no la rompamos.
—Voy a regresar.
Max me jaló tras el telón y me hizo ademán de silencio. Quise regañarlo, pero no pude hacerlo. Max me cubrió la boca y me susurró en el oído: "Mira quienes están aquí". Me sobresalte. Escuché unos pasos en la platea del auditorio. Asentí para que Max entendiera que me había dado cuenta. Él dejo de cubrirme la boca y me dio un beso en la frente. Yo me negué para que detuviera su actitud en aquella situación.
Eran nuestros profesores de matemáticas y filosofía. Era inapropiado escuchar su conversación, por eso rogué que se fueran pronto. Los minutos pasaron y ellos continuaron quietos. Permanecieron charlando hasta que el timbre sonó. El recreo había terminado.
"Están discutiendo", Max me dijo bajito. Le cubrí la boca con mis manos antes de que se le ocurriera decir algo más. Temí que su susurro se hubiese escuchado en el auditorio donde fácilmente podíamos escuchar el tronar de las maderas viejas. Max alejó mi mano y me sonrió.
No quería escuchar nada. Me cubrí los oídos con las manos, porque nada de lo que los profesores decían debía ser escuchado por nadie, así como nada de lo que Max y yo hacíamos tampoco debía serlo. Max agarró mis manos para alejarlas de mis oídos. "Escucha", me dijo. Yo me negué.
Los minutos seguían pasando. Nuestros compañeros debían estar sentados en sus salones a la espera del profesor de turno. Pronto la clase empezaría sin nosotros. Quería estar en clase, pero no podíamos salir como si nada. Debimos irnos cuando los profesores apenas entraron al auditorio.
"No se van a ir", Max me susurró. Después de haberlos escuchado y visto, no deseé cruzar la platea sin que antes se fueran. Parecía que nunca terminarían sus asuntos privados. Los minutos continuaron pasando cada vez más rápido. Nuestros profesores sin duda nos iban a regañar por no regresar del recreo.
Max me sonrió y me agarró de la muñeca. "Vamos a salir", susurró. Negué con un movimiento rápido de mi cabeza. No pude hacer nada, porque Max me obligó a salir de nuestro escondite con un solo tirón. Me puse pálido, mi temperatura bajó y recuperé la mano que Max me había sujetado. Los profesores se sobresaltaron y también se pusieron pálidos, incluso creí que más pálidos de lo que yo me puse.
—Qué hacen aquí —el profesor de filosofía trató de sonar severo, pero un quiebre de su voz se sintió preocupado por la situación.
—Lo mismo que ustedes—dijo Max volviendo a agarrar mi mano. Él entrelazó sus dedos con los míos y levantó nuestras manos para asegurarse que los profesores las notaran—. Nos vamos, debemos regresar a clase.
Max me jaló sin soltarme la mano. Cruzamos el auditorio hasta la salida sin que ellos nos reclamaran nada. Mi cara pálida se volvió como un tomate por el fuerte agarré de Max frente los profesores.
—Max, que has hecho —dije convencido de haber preferido el regaño de los profesores que dictaban la clase en ese momento en lugar de cruzar el auditorio agarrados de las manos frente a nuestros profesores de filosofía y matemáticas—. Por qué lo hiciste, Max, ahora ellos deben creer que nosotros, que tú y yo... Debemos ir a hablar con ellos, debemos hacer algo para que no...
—Tranquilo, Caramel. Son ellos los que deben estar preocupados, no nosotros. Nuestros profesores son adultos que se encuentran en el auditorio durante su trabajo; nosotros somos dos adolescentes haciendo travesuras en el mismo lugar. No van a decir nada, no te preocupes. No van a mandar a llamar a nuestros padres, porque no les conviene que sepan lo que vimos —dijo tranquilo.
Max se despidió de mí. Caminó a su salón sin temor de ser regañado, porque según él la profesora lo prefería entre todos. Max tuvo sin cuidado el incidente del auditorio, por el contrario, yo me moría de la vergüenza por lo sucedido. No sabía cómo iba a ser capaz de escuchar la clase de esos profesores. Estaba tan preocupado que no me importó cuando mi profesor me regañó delante de todos después de entrar a mi mi salón.

ESTÁS LEYENDO
AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|
Genç KurguCaramel es un joven un que recuerda momentos peculiares de las diferentes etapas de su vida. Esos recuerdos se encuentran marcados por su mejor amigo Max, un joven de ojos azules y de sorprendente belleza el cual atrae a muchas chicas. Max siempre...