17 - (LSDCristal) Mala intensión

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No lo consideré como un privilegio, más bien como un hecho totalmente absurdo. Privilegio hubiese sido para las niñas pintarrajeadas y oxigenadas, pero no para mí, porque jamás se me cruzo por mi mente tal acto ridículo y falso. Era una burla.

Max, el mejor amigo de Caramel, mi enamorado, tenía alrededor a muchas compañeras interesadas en él, y más cuando se enteraban que no salía con nadie. Le coqueteaban con descaro a pesar de decir que solo eran amigos, pero claro, sus descaradas e insinuantes proposiciones no lo eran de amigos.

No me importaba. Si ellas querían ser lastimadas, no era mi problema. Ya estaban bien grandecitas para darse cuenta que el principito era uno sin sentimientos, que sus decisiones, en cuanto a elegir a una chica, eran influenciadas por sus gustos superficiales.

Por alguna razón las chicas me empezaron a mirar feo en primero de segundaria. Las caras largas de las chicas se retorcían en muecas feas, quizá por demostrarles a todas la extrema confianza que Max y yo teníamos, hasta el punto de irme de manos con él. Nosotros solíamos molestarnos mucho. Me gustaba pisar sus zapatos nuevos cuando se distraía, solía escribir tonterías en su camisa, le ocultaba sus cosas para asustarlo, entre muchas otras travesuras que muchas chicas consideraban una falta de respeto hacia el principito Max, pero a Max no le molestaba. Él solía devolverme todas mis travesuras con la misma moneda.

Todas me miraban feo, porque sus mentecitas pensaban que quizá la chica poco atractiva podría enamorar al príncipe, como en las ridículas películas románticas. Eran tonterías de chicas celosas, algo terriblemente posible en sus mentes, pero no en la mía, porque simplemente Max y yo desencajábamos, además no era de mi interés.

Tonterías... y si hubiese sido posible, el príncipe Max se hubiese tenido que dar la vuelta para regresar a su castillo con el corazón roto, porque yo estaba enamorada de otro príncipe, con quien salía y con quien me sentía muy feliz.

No era un cuento de hadas, era uno real, donde Caramel me tomaba de la mano y caminábamos por el parque mientras conversábamos con respeto y alegría. Caramel era un chico amable, respetuoso, responsable, un chico perfecto. No era Max, su mejor amigo, por quienes las chicas lloraban cuando él terminaba con ellas con tanta crueldad.

No lo consideré un privilegio, sino un insulto a mí, a Caramel, a nuestra amistad.

Max me timbró un sábado en la tarde justo cuando le estaba ayudando a mamá en la pastelería. Mi pequeña hermana entró corriendo con el celular mientras este timbraba en sus manos. Era Max. "Quizá están planeando una salida de última hora", pensé, y de inmediato conteste mi celular.

"Quiero decirte algo importante, ven", me dijo, y luego de unas cuantas palabras más, colgó.

Max estaba en un parque a espaldas de mi casa, un lugar nada cercano a su casa. "Qué será", pensaba mientras caminaba a su encuentro.

—Max, qué paso, dime ­ —pregunté intrigada—. Estaba haciendo pasteles con mamá, pero me dio permiso. Ten, mamá te manda ésta que esta deliciosa.

—Gracias —dijo sentándose en el Graz. Sacó el pastel de la cajita y le dio un mordisco. Se mostró a gusto con el pastelito.

—Oye, Max, y qué haremos. Dónde están Caramel y los chicos —dije sacando mi pastelito de su cajita.

—No van a venir.

—Qué, ¿no les dieron permiso? Ni modo— dije con lastimas por los pastelitos de Caramel y de mis otros amigos—. Al menos tu llamada me rescató de la cocina. Estoy que le pongo ganas, pero no puedo. Es tan aburrido, aunque los pasteles de mamá son ricos. Ella dice que si no ayudo, no me dará.

—Qué importa que no te guste cocinar, está bien.

—Sí, qué importa, pero — empecé a saborear mi pastelito— tengo que aprender.

—Cristal, de todas las chicas que conozco, tu eres la única que vale la pena.

"A qué viene eso, Max"...

—A qué viene eso, Max —dije empujándolo con brusquedad—. Tus cumplidos me dan escalofríos. Prefiero que seas ácido, pero debo aceptar lo que dijiste — me crucé de brazos orgullosa.

—Es verdad —se comió el ultimo trozo del pastelito— Me gustas, Cristal, quiero que salgamos juntos, como enamorados.

Que estupidez...

Como rechazo a sus palabras, embarre mi pastel en una de sus mejillas y me empecé a reír sin control. No sabía que me dio más risa, si sus palabras o ver su cara embarrado con pastel. Max también se empezó a reír mientras untaba sus dedos en la crema.

—Sí que eres pesado, Max, así que eso era lo importante, supongo.

— Sí. No estoy bromeando, Cristal, en serio me gustas mucho.

— ¿En enserio, en serio?

—Sí.

—Aunque me parezca una ridícula broma, está bien, te creeré, y sabes, aún tengo muchas ganas de reírme, pero también quiero golpearte— saqué otro pastelito.

—Sabía que dirías algo como eso —buscó las servilletas que traje para quitarse la crema del rostro—. Estoy seguro que cualquier otra chica me hubiese aceptado de inmediato, pero tú no.

—Oye, Max, así que me estas probando. Quizá pensaste que iba a ponerme a llorar de felicidad, verdad, y que te declararía mi amor por ti desde hace años.

—No es una prueba, Cristal, en serio quiero que salgas conmigo.

—Quieres una respuesta, entonces—me puse de pie — ni en un millón de años principito. Qué, no me digas que te rompí el corazón, porque no lo parece. Tu "Me gustas", me sonó tan falso, es tan falso, que nadie lo creería. Ve a hacerles bromas a las tontas que se mueren por ti, pero a mí no, Max. No caeré en tus jueguitos.

—Cálmate, es una broma, pero si quieres que no lo sea, dímelo.

—No te acostumbres a hacer ese tipo de bromas, o terminaran golpeándote.

Max sonrió y se puso de pie.

—Eres una buena chica.

—Y tu un pesado.

Un completo pesado con manías de hacer bromas de mal gusto. Quedó como una broma, pero dentro de mí sentí una intención suya que me empezó a hincar, y una incomodidad diferente no me dejó tranquila desde ese día. Me arrepentí de no golpearlo y de dejar su mala intensión como una broma.


AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora