95 - Por su felicidad (LSDCC)

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Mi amiga Cristal se enamoró de Caramel en primer año de la secundaria, pero fue en cuarto cuando decidió decirle sus sentimientos. Desde entonces sus sentimientos amorosos se incrementaron cada día aunque ella no era buena demostrándolos porque no era parte de su personalidad gritarle a todo el mundo que lo quería mucho.

Sus recuerdos al lado de Caramel los escribió en su diario virtual desde que empezaron a salir. Todo lo que escribió sobre él fueron palabras hermosas y puras.

Introduje el USB diario de mi amiga en el puerto de mi computadora. Mi lectora detectó el USB de inmediato, se abrió la ventanilla de su contenido y se expuso frente a mí los archivos privados de sus secretos.

—Cristal, ven a verme, estoy en el parque cerca de tu casa.
—Espérame un rato, ya voy, no me demoro.

No me acerqué a pedirle permiso a mamá, solo dije en voz alta que regresaría pronto. Dejé la recepción de la pastelería. Salí apresurada a pesar de escuchar el regañó de mamá cada vez más cerca de mí.

Caminé al parque dando saltos largos hasta que lo vi parado mirando hacia mi dirección.

—Cristal, quiero pedirte un favor muy importante.
—Mientras que pueda hacerlo, no hay problema. Que es, dímelo —pregunté sin saber que desde ese día todo los que me rodeaba se destruiría.
—Quiero que termines con Caramel —me sorprendió un poco, pero decidí pensar que era unas de sus bromas—. ¿Ese es el favor?—dije tratando de seguirle la corriente—. Por qué quieres que haga eso.
—Porque yo y él estamos saliendo. Le dije a Caramel que termine contigo, pero no lo va hacer. Ya sabes cómo es. No es capaz de lastimar a nadie. Quiero que lo ayudes, termina con él.
—Max, todo es tan propio de ti —.Mamá me va a matar si no regreso a la pastelería. Debo irme.
—Caramel está sufriendo mucho, si no quieres que siga angustiado, termina con él —insistió interponiéndose en mi camino. Me quedé parada frente a él por un momento sin querer asimilar nada de lo que me dijo. Me alejé con un sentimiento muy incómodo.

Sí, sentí su angustia, y debí ser yo la causante de todo. Nunca supo disimular cuando algo lo inquietaba. A veces se quedaba en blanco con su concentración perdida en lo que yo no era capaz de ver. Traté de ignorarlo, pero las palabras que creí fueron bromas, me empezaron a destruir cada día.

—Cristal, no trates de actuar como si hubiese sido una broma, porque sabes muy bien que no lo es —me dijo tranquilo poco después—. Fíjate —dijo señalando su cuello—, yo lo hice, ve a verlo.

Debí ir a casa después de que me dijera esas palabras crueles, pero no lo hice. Me desvié hacia la avenida, tomé un carro y fui a verlo. Ni siquiera vi lo que él hizo para comprobar si era verdad, porque fue suficiente ver la expresión aterrada de Caramel cuando creyó que lo había descubierto.

La angustia de Caramel era mayor cada día. Aunque a veces se mostraba atento y seguro conmigo, yo sentía que él trataba de construir una fachada fuerte, pero que lamentablemente se quebraba con facilidad.

Me preguntaba si podía ser capaz de ayudarlo a superar esa angustia, pero no podía, porque yo era quien se lo estaba generando.

—Quiero que lo veas, lo grabé para ti —me dijo un día. Me entregó un disco donde escribió el nombre de Caramel.

Lo recibí sin decirle nada. De inmediato fui a mi habitación para ver el contenido del disco. La información grabada fue la misma que había visto tras la puerta de los servicios higiénicos, pero que traté de olvidar con el pasar de las semanas tan solo para protegerme.

—Quiero que lo veas —me dijo un día en la pastelería después de no querer aceptar sus encuentros en el parque cerca de mi casa.

Fueron varios discos. Me los traía a casa como si fuese una actividad importante que él debía hacer cada vez que podía. No los veía, los dejaba al fondo de mi cajón.

—Cristal, Le voy a mandar un mensaje texto ahora. Debes seguirlo —me escribió un día durante la clase de filosofía.

No fui ni una vez, porque no quise recordar lo que traté de olvidar con tanto esfuerzo. Me dolía ver a Caramel salir de clase cada vez que recibía un mensaje luego que Max me advertía de que se los mandaba él para encontrarse en los servicios higiénicos.

—Quiero que deje de estar angustiado. La única manera es que termines con Caramel. Haznos el favor, termina con él—me decía una y otra vez cuando venía a la pastelería de mi casa.

Mis hermanitas se sorprendieron por sus constantes visitas. Lo saludaban emocionadas con rubores en sus mejillas como las chicas que se embelesaban por su falsa amabilidad que mostraba cuando le convenía

Era verdad lo que decían de él. No le importaba nada mientras era capaz de conseguir lo que quería. Desconocía la amistad, desconocía todo lo que sé inmiscuía en su camino. Su personalidad y su cara bonita engañaban muy bien a todos.

No lo creí capaz de tratarme tan frío, sin remordimiento cuando me pedía que terminará con Caramel porque yo era un estorbo para él. No lo creí capaz de lastimarme de esa manera, porque fuimos amigos desde primero de la secundaria. Compartimos momentos tan hermosos que se convirtieron en mentiras cuando me daba todos esos discos y me pedía que siguiera a Caramel a los servicios higiénicos para atormentarme.

—Max es tan guapo, Hermana, últimamente viene a verte mucho. No será que vas a cambiar a Caramel —me dijo mi hermana menor con un tono de aprobación.
—No, nunca, él es malo. No quiero que le hablen, no quiero que se le acerquen —las regañé indignada.

La angustia de Caramel desapareció. Volví a ver la serena sonrisa de Caramel después de un tiempo considerable. Era su verdadera sonrisa. Comprendí que había hecho bien aunque me dolió mucho. Caramel era feliz, su compañía lo hacía feliz.

Caramel era feliz, y aunque yo debía estar alegre por él, no podía manifestarse en mis sentimientos. Me ausenté de su lado para tratar de salvarme de mis sentimientos que no podían ser correspondidos.

—Cristal, se bueno con Caramel. Seamos amigos como siempre. No te alejes de nosotros. Caramel te extraña y yo también. Es divertido si estamos los tres —Max me dijo un día. Yo asentí a su pedido con una presión fuerte que me desgarró toda la piel. La voz tan sínica de Max me provocó unas intensas ganas de morir por primera vez.

Yo era la única que se daba cuenta de los sentimientos de ambos cada vez que los veía compartir momentos juntos. Ellos me lastimaron mucho, pero no podía hacer nada, porque no era capaz de forzar los sentimientos de nadie. Solo debía sonreír junto a ellos como la amiga feliz de siempre para no lastimar a Caramel.

Solofue suficiente fingir felicidad un día junto a ellos para sentirme miserable.No me consideré capaz de sonreír otro día más como si nada pasaba.    

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora