La primera vez que lo vi...

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Recuerdo la primera vez que lo vi, como si sólo hubiese sido ayer, fue en el lugar más inesperado, en donde menos me imaginaba encontrarlo: la biblioteca de la escuela ¡Lo sé! Suena extraño e incluso aburrido pero para mí no tenía ninguna de las dos cosas. ¿Cómo era que, el día menos imaginado de mi vida conocería a esa persona que me haría reír y llorar? Así como les digo, fue en el primer receso de los recesos que se daban en la prepa; la verdad yo iba a regañadientes, arrastrada por una de mis mejores amigas: María, mi compañera de grupo y una de mis personas favoritas, quien se sabía mi vida entera. En fin, su motivo de ir al Secobi (la biblioteca) era porque quería el internet eficiente, yo amaba leer pero en ese momento no quería entrar a una biblioteca donde literalmente habría gente leyendo y yo no podría reír y gritar como solía hacerlo.
Cuando llegamos el lugar estaba vacío, sólo se encontraba el encargado tras el mostrador: Casimir quien ni siquiera  reparó en nosotras.
Estaba intrigada por la soledad que conllevaba el secobi, que agüite para Casimir, empecé a mirar a todos lados en busca de un alma mientras María me platicaba de su vida loca.
Estaba equivocada cuando pensé que no había nadie, había un chavo que en mi vida había visto (una desventaja del colegio, había gente que conocía su rostro mas no su nombre o viceversa, incluso habían personas que veía una o dos veces en toda mi vida en el Instituto) Pero él, nada, ninguna cosa, no lo recordaba ni sabía su nombre. Traté de recordar a la generación pasada (La generación de Pato, mi mejor amigo) mientras observaba como el leía un libro de unas 500 o 600 páginas según mis aproximaciones con esos ojos cafés claros, los cuales se movían concentrados bastante rápido para reparar en mi presencia. Sus labios, hermosos, carnosos y rosados, su cabello rizado café claro y rubio a la vez, hacía que quisiera seguir observando su inmaculado rostro, Dios griego. Cuando regresé la mirada a donde estaba mi amiga, seguimos platicando y riendo muy bajito. Por fin dio el timbre y las dos, perezosas nos levantamos de los sillones y cuando estabamos a punto de dirigirnos a la salida, el chico guapo de la biblioteca pasó y se nos adelantó para continuar caminado hacia la salida y las dos lo seguimos con la misma intención.
-María... Ese de ahí esta guapísimo- Le dije en voz baja para evitar las imprudencias que ella sí cometió, porque en cuanto él volteó un poco su perfil para poder admirarlo, ella gritó, quizá sin querer:

-¿¡Qué qué?! ¡¿Qué se te hace guapo!?
¡Trágame tierra, ahora mismo porfavor! Había quedado en vergüenza frente a un guapo de preparatoria. Por supuesto que él alcanzó a escuchar porque giró un poco la cabeza para mirarme y acto seguido sonreírse a sí mismo dirigiendo la vista al frente, como complacido de él mismo. Primera impresión: Éste sería un guapo y mamón. Y... ¿¡Qué rayos se suponía que hacía él solo leyendo, con ese rostro tan angelical?
La primera vez que lo vi fue sin duda, algo hermoso que no quiero olvidar jamás.

No se permiten ilusionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora