Jueves. Estaba tan emocionada, estaba segura de que le hablaría, sólo pensaba en el receso en el secobi, ni siquiera pude prestar atención a las demás clases, la tarde del miércoles la había pasado pensando en él y en nuestra conversación.
Llegó el receso y con Ross a mi lado me fui directo al Secobi esperanzada de que ya estuviera ahí. No estaba, desesperada miraba hacia la puerta cada 5 segundos y nada, entraba más gente menos él. Pasaron 10, 20, 25 minutos y él ni su presencia. Fue entonces cuando me di cuenta que no llegaría, no lo haría. Empecé a culparme, pensando que ayer me comporté muy efusiva, quizá había sido demasiado, quizá no debí decirle que yo tenía curiosidad por hablarle o tampoco debí decirle que hablabamos mañana, porque seguramente él se previno y decidió no ir. Mi siguiente clase era mate, tranquilamente me fui.
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Mis ojos se encontrarón con los suyos, nuevamente no me decían nada, sólo me miraban.
-Aahhh... ehmm... es... es... este... el... el... se... secobiano.- Tartamudeé nerviosa, dejando mi celular inmóvil en mis manos. Se encontraba algo lejos de mí, Mateo dejó de mirarme para darme la espalda y llegar a la cafetería con la cajera. Yo me encontraba en la cancha de voly, empezando la última hora del jueves, ensayando la obra que presentaríamos el día de muertos junto con mi taller de teatro y el de danza (amo actuar, por eso elegí teatro como artísticas) recargada en la pequeña barda junto a otra mejor amiga y compañera de teatro: María.
-¿El que está en la cafetería?
-Sí.- Le contesté, mi corazón acelerado dio un brinco cuando Mateo le dio la espalda completamente a la cafetería para verme. ¿De verdad le incomodaba? No creo que una persona penosa vea así a alguien que le incomoda.
-¡Si está guapo! Así que él es el famoso secobiano- María me veía y después a Mateo. Yo sonreí en respuesta.- ¿No le has hablado verdad?
-Sí, ayer hablamos- Por fin despegué la vista de sus hermosos ojos y los dirigí a los chicos de danza que bailaban, pero la verdad no sabía que hacían, no podía concentrarme en ellos. Aún sentía la mirada de Mateo. Trataba de no verlo para no incomodarlo. ¡Pero era imposible! Regresaba la vista a él y me encontraba con sus preciosos ojos. Era imposible que le incomodara si me veía sin preocuparle que lo notara.
-¿Quién lo entiende? Se supone que le incomodo y ve como ve.- Le dije sin apartar la vista de Mateo.
-¡Que te diré! Yo tampoco los entiendo.- Me respondió María haciendo sacarme una sonrisa, aún no podía apartar la mirada de la de el secobiano.
Por fin le dieron lo que pidió y se fue hacia el salón de tecno (donde me lo encontré a la primera hora del jueves pero él a mí no me vio)
Haciendo que mi corazón sintiera una pequeña rasgadura, sin la emoción que se sentía en un principio. ¡No se permiten ilusiones! Concéntrate ya y olvídalo.
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No se permiten ilusiones
Ficção AdolescenteAcabo de conocer al chico más guapo de la biblioteca, un estilo totalmente diferente a lo mío: callado y un lector nato. ¡Lo veo todos los días! Pero tengo que mantener los pies en la tierra, él ya se ve grande como para fijarse en mí. Además a m...