Consumido por la oscuridad:Parte 4

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En el umbral de la puerta, Jonás se encontró con una segunda puerta, esta vez de un blanco resplandeciente. Al posar sus ojos en ella, detectó detalles que le hicieron pensar en Dana, su sabia maestra. Reflexionó sobre varios hechizos para franquear ese umbral, pero entonces recordó el don de Kin-Shanny, aquel regalo que Dana poseía. En un instante, optó por un hechizo peculiar, uno que trascendería lo evidente.

Sin vacilar, cruzó el umbral y su visión se llenó de un prado verde y exuberante, lleno de vitalidad. A lo lejos, divisó lo que parecía ser una especie de granja, con una modesta casa y un banco de madera. Pero lo que más capturó su atención fue la figura distante de su maestra, Dana. Con pasos veloces, se acercó, dejando que la belleza del lugar lo envolviera. Se sentó junto a ella, compartiendo el banco de madera. Dana lucía una túnica dorada, distintiva de una archimaga, y su rostro irradiaba una serenidad que solo la contemplación de la naturaleza podía brindar. Su cabello caía en cascada, como el ala de un cuervo en vuelo.

La presencia de Dana llenó a Jonás de emoción y nostalgia. Hacía meses que no la veía tan llena de vida y vitalidad. Aunque su impulso era abrazarla con fervor, prefirió no interrumpir su momento de paz. En cambio, se sentó a su lado, permitiéndose sentir su compañía sin palabras. Dana lo miró con una sonrisa cálida, pero no rompió el silencio.

Después de un rato, Jonás decidió romper el silencio y preguntó con curiosidad sincera:

-Dana, ¿Qué nos ha traído aquí?

Dana lo observó, su sonrisa persistente durante unos instantes antes de hablar.

-Este lugar solía ser mi hogar... -sus palabras quedaron suspendidas, sin más detalles.

Jonás exploró la granja que se encontraba ante ellos, en busca de pistas que le ayudaran a superar la prueba que se avecinaba. Sin embargo, Dana interrumpió su movimiento, reprendiéndolo con un tono amigable.

-Jonás, ¿acaso no te enseñé a no entrar en casas ajenas? -le recordó Dana.

Jonás retrocedió, confundido por la reacción de Dana. Necesitaba encontrar la manera de avanzar, de superar la prueba que lo desafiaba, pero la tranquilidad que lo rodeaba le desconcertaba. Recordó las pruebas anteriores, la profecía que había tenido que enfrentar nuevamente, la conversación con Salamandra donde había explorado sus propios sentimientos. Sin embargo, esta prueba lo dejaba perplejo; solo existía serenidad y Dana. Fue entonces cuando recordó las palabras talladas en la puerta de Conrado: "Busca la puerta y la tranquilidad".

Inicialmente, había interpretado esa inscripción como una indicación de que debía superar las pruebas para alcanzar la tranquilidad. Sin embargo, al encontrar la puerta y sentir la paz que la rodeaba, se dio cuenta de que esa no era toda la respuesta. Con un impulso repentino, se unió a Dana en el banco, abrazando la calma que emanaba de su presencia.

Dana le ofreció una sonrisa de complicidad, como si entendiera sus pensamientos más profundos. Finalmente, Jonás confesó lo que había estado sintiendo en su corazón:

-Dana... te he echado de menos.

Dana asintió con una expresión comprensiva, como si conociera sus anhelos más íntimos.

-Lo sé, Jonás. También os he echado de menos a todos... Pero debía hacerlo. Estás haciendo un gran trabajo, Jonás. -Añadió Dana con calidez en su voz.

La figura de Dana comenzó a desvanecerse, consumida por la oscuridad que rodeaba a Jonás. Una sensación agridulce lo invadió, sabiendo que tendría que despedirse una vez más. Sin embargo, llevaba consigo la tranquilidad de saber que había superado la prueba de su corazón y que, de alguna manera, había conectado con la verdadera esencia de su maestra.

Crónicas de la Torre 5: Salamandra y JonásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora