Capítulo 11

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Selena

Dicen que siempre de la oscuridad sale el sol. Dicen, pero nunca me ocurrió y ni pasó en mi vida aquello. Siempre que hubo oscuridad, se multiplicó y empeoró la situación. Cómo si estuviera cada día más absorbida por el abismo, por la angustia, la mala suerte y los problemas.
Semanas, semanas pasaron de la última vez que oí la voz de Justin.
Dirán ¿ Por qué? ¿ Qué pasó?  Dios, ni yo tengo respuestas.
Tuvimos una charla telefónica que duró tan sólo una hora y minutos, en la cuál se mezclaron los temas y se dispersaron hasta llegar al punto cúlmine.
Le pedí amablemente a Justin que no me visitara, por mi madre. Sé que no le gustó esa idea, al contrario se enfureció conmigo.
¿A caso él no ve lo que hago por nosotros? Me rebelo con mi propia madre por tenerlo a él en mi vida. Ignoro todos los argumentos que ensordecen mis oídos y me llenan de dudas.
Por él cruzaría el mismísimo infierno, con tal de estar junto a su persona.
Pero sé que ahora está molesto o si no, no entiendo sus evasiones.
Hace semanas y días que no oía su voz, no leía sus insistentes mensajes o simplemente apreciaba su presencia.
No vino a verme.
No se molestó en comunicarse conmigo.
Me ignoró completamente.
Cómo si yo en su vida no fuera nada, absolutamente nada.

Tiro de mi cabello con una fuerza bruta. Estaba delgada, lo suficiente para que la blusa gris y el pantalón deportivo se vieran holgados en mi diminuto cuerpo.
Ya no había brillo en mis ojos, ya no tenía color en mi rostro, estaba completamente apagada, por dentro y por fuera.

—¡ Sel! — Grita eufóricamente mi amiga Taylor. Ella fue la primera persona que cayó a visitarme, a pedirme disculpas y a estar conmigo cuando más la necesitaba.
Era una persona admirable, no podría imaginar mi vida sin ella.

—¡ Taylor! — Intento imitar su entusiasmo pero no lo logro.

Ella niega meciéndose su rubio y sedoso cabello corto.

— ¿ Qué tienes? — Suelta un suspiro, deja unas bolsas en la mesa blanca de la clínica. Se acerca a mi rápidamente, su rostro está serio y una mueca se forma en él.

Me escogo de hombros. Vuelvo a la cama, alejándome de ella. Era mi último día aquí y agradecía muy en el fondo de mi corazón no estar más en este lugar frío,oloroso y vacío de calor.

— Sé que algo te ocurre, sabes que a mi no me puedes mentir.

Taylor me examina, está tan pendiente de mi que temo que me atraviese con su mirada cristalina.

— Te lo juro por dios y eso que por dios no se jura. — Digo, cruzando mis dedos delante de su rostro.

Ella vuelve a soltar un suspiro, su ceño se frunce y está claramente frustrada a la situación.

— Es... — Muerde su  relleno labio inferior. — Por él, no? — Dice lo último con asco, repudio y enojo.

Todo mi entorno lo odiaba, a nadie le caía bien y eso me dolía en el fondo de mi alma. Quería largarme a llorar allí mismo, tomar una almohada y apretarla sobre mi rostro ahogando mis penas, reprimiendo mis sollozos y ocultando mi depresión.

Ahora soy yo que suelta un suspiro agónico. Mi corazón se apreta con fuerza en mi pecho, mis manos tiemblan del nerviosismo o simplemente de mis retenidos colapsos de angustia. No quería verme débil, no más.

— No. — Mi voz tiembla.

Ella no abre sus labios. Sigue pendiente a mis expresiones por un rato más.

— No te creo y sé por seguro que es por él.— Habla con tanta seguridad en sus palabras que quiero que se largara y me dejara agonizando de la depresión sola. Sin su mirada de reproche, de advertencia y de resignación.

Volviendo a ti [Jelena]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora