Capítulo 12

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Justin

No supe cómo reaccionar, me detuve en el seco pavimento vacío de movimiento automovilístico. Al frente de mis ojos yacía la lujosa clínica profesional, un grande portón permanecía abierto rodeado de un muro extenso de color gris oscuro. Parecía más una cárcel que una lujosa clínica, si no fuese por aquel cartel luminoso pensaría que me había confundido de lugar.

Aspiro bocanadas de aire antes de incorporarme y dirigirme por el pasillo que llevaba a la entrada.
Sacudí mis vaqueros cómo si éstos estuviesen llenos de polvo, jodidos nervios.

Ingreso al pasillo, dando grandes zancadas. Mi frente bien en alto, mis ojos sin moverse de su objetivo y mis labios hundidos por mi expresión.

Me tambaleo un poco cuando alguien toma mi brazo con fuerza.

¿ Qué diablos? Volteo a ver quién se ha dignado a detenerme estando tan cerca de entrar al lugar.
Un hombre mayor con un abundante bigote me observa con su ceño fruncido.
Reprimo las ganas de rodar mis ojos y hago el esfuerzo de fingir una sonrisa.

— Hola. — Digo amablemente pero por su parte no recibo nada. Llevaba una gorra negra con rayas amarillas, un conjunto negro distinguido por esas nuevamente rayas amarillas. El logo de seguridad con las letras de color amarillo pegado a su pecho.

— Muchacho no puede pasar. — Dice, su mano aún se aferra a mi brazo con mayor fuerza. Cuando suelta un suspiro sus bigotes se mueven.

Formo una mueca ante esa acción.

— ¿ Por qué? — Intento zafarme de su agarre pero tiene clavado sus dedos en mi brazo.

Mierda.

— Por que sí.

— Vengo a cuidar a mi novia. Está internada aquí. — Mascullo entre dientes.

Mantengo la calma, aunque mi cuerpo no lo demostrara.

— Lo siento, no son horas de visitas muchacho. — Me empuja volteando mi cuerpo en dirección a la salida.

¿ A caso era sordo?

— Dije cuidar señor, cuidar. — Reprocho mientras el hombre me sigue empujando.

El señor sigue con la misma expresión seria.

¡ Jodida mierda!

— Se designa un horario en particular para la hora que tienen que venir los allegados encargado de cuidar al paciente, igual la hora de visita. — Se detiene en seco para explicármelo con frialdad.

Mierda.

— Bueno, me iré yo... — Antes de que pudiera continuar una suave voz me interrumpe.

— Él vino a cuidarme a mi Ernesto, no te preocupes. — Su cálida voz hace temblar mi cuerpo y encoger mi estómago.

El seguridad ya no me miraba atentamente a mi, al contrario su rostro estaba dirigido a Selena, a mi hermosa morena.

Suelta un bufido el tal Ernesto.

— Está bien, que no vuelva a pasar. — Señala luego me suelta y se aleja a su cubículo que por cierto estaba escondido lo bastante alejado de la entrada.

Vuelvo a posar mis ojos en la delgada mujer que se encontraba en una diminuta distancia de mi,tenía su cabello atado en una cola de caballo, resaltaba más su marcada mandíbula delgada. Llevaba puesto un camisón blanco y arriba de él un suéter color rosa.

Había perdido unos kilos, lo supe cuando se abrió de brazos esperando por mi.
Estaba tan delgada que dolía.

Sonreí con mis ojos humedecidos, a punto de llorar cómo un niño.
Me acerqué a ella tan rápidamente que Selena soltó un chillido cuando la abracé con delicadeza, levantando sus pies del piso.

Volviendo a ti [Jelena]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora