"Es hora de dejar que mi petirrojo vuele con sus propias alas".- Pensó Batman mirando cómo Robin salia a salvar el mundo junto con los demás integrantes de YJ.
Bienvenidos a KALEIDO, el mejor circo del mundo, con su cede fijo en New York.
-serán 5...
Había sido un día pesado, nadie, más que Alfred, había descansado, los dos más jóvenes y Bruce habían estado toda la noche pensando en lo sucedido. Al día siguiente Alfred se encaminó a su muerte, despertar a los tres Wayne, sabía que seguramente no habían dormido nada, pero su deber como mayordomo era aparecer en los peores momentos y salirse con la suya.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
-Señor, el desayuno está listo, es hora de levantarse- Alfred anunció entrando al cuarto de Bruce abriendo las cortinas y ventanas, se acercó a la cama y le quitó la cobija a su jefe.
-Agh, Alfred me pregunto a veces ¿Cuántos años tienes? - Pregunto el señor de la mansión levantándose de la cama.
-Muchos, vi a su padre cuando era un niño- respondió Alfred mirando con sus ojos entrecerrados al quien por las noches se volvía Batman.
-¿Y cómo es que no te has muerto?- Preguntó sorprendido Bruce.
-Iré a levantar a sus hijos- Con eso se retiró Alfred, Bruce empezaba a creer que su mayordomo era algún tipo de extraterrestre con inmortalidad o un vampiro quizás, por todo lo que ha vivido ya nada le sorprendería.
Se paró frente al espejo de su baño y se tocó el cuello, quizás sí era un vampiro su fiel mayordomo, eso explicaría por qué nunca sale de día, las muestras de sangre en su laboratorio y los murciélagos que encontró cuando era niño. Tragó duro, tenía una hija y ahora un mayordomo vampiro, la vida da muchos giros más cuando eres un héroe, ¿Qué faltaba, que tuviera un hijo con alguna villana?.
-eso jamás- se respondió Batman.
Alfred por su parte caminaba por los pasillos hacia las habitaciones de los jóvenes con una marcada sonrisa en su rostro, nunca nadie sabría su secreto de la "juventud" eterna que tenía todo mayordomo y el pacto con el Dios mayor.
-Joven Dick, el desayuno está listo- anunció Alfred tocando la puerta que era del chico, se escuchó un quejido y en un par de minutos un chico con ojos entrecerrados, cabello despeinado y bostezando abrió la puerta.
-¿Qué hay de desayunar?- preguntó Dick, como cada mañana.
-Beagles con queso crema y mermelada.- respondió el señor- prepárese iré mientras a despertar a la señorita Arwen.
-¿Arwen?- preguntó el chico aun bostezando, Alfred levantó una canosa ceja, ese chico nunca cambiaría.
-La hija- ya no perdida -del señor Wayne, y que al parecer usted le agarró gran afecto- respondió con una sonrisa en su cara.
-¡Arwen!- al fin había despertado, se tapó la boca Dick y miró la puerta que estaba al otro lado del pasillo a algunos pasos más delante de la de él.-
-sí, ¿Cómo deberé llamarla?, ¿señorita Wayne o señorita Arwen?- se preguntaba el anciano.
-No te preocupes por eso Alfred, yo iré a despertarla, espéranos en el comedor- sin escuchar la contestación del mayordomo se encerró en su cuarto y se arregló un poco, se puso una camiseta, ya que dormía sin una y se encaminó al cuarto de la chica.