13. Síntomas

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CAPÍTULO 13: SÍNTOMAS

POV KATNISS

Dos meses han pasado desde que nos casamos. Estamos viviendo en nuestra propia casa. Nos asignaron una que se encuentra en el límite La Veta y cerca de la pradera, una casa mejor que muchas las que habitualmente ves en La Veta. Pero no tan buena como las de los Comerciante.

No tengo la certeza que si que el esposo fuera el comerciante influyó, o sí Madge y su padre tuvieron que ver en que nos asignaran esta casa, pero no nos quejamos. Esta casa es ideal para una familia. Nuestros hijos tendrían lugar para dormir y jugar de sobra. También adoro la vegetación que hay fuera, me recuerda al bosque y la libertad. Esta casa estuvo desocupada por años desde que el matrimonio murió y los hijos se casaron, cuando pasábamos con Peeta cerca, jamás se nos pasó por la cabeza que pudiera ser nuestra.

Al despertar, siento los brazos de Peeta a mi alrededor. Estos días no me he sentido bien y mi esposo ha cuidado mucho de mí. No tengo ningún motivo para quejarme.

Mi madre dijo que podía ser por algo que me cayó mal y me dio una medicina casera para controlar las nauseas y aliviar el dolor de estomago. Aunque es horrible, Peeta me obliga a tomar ese preparado cada día. Me recuesto aún mas sobre su pecho y beso su hombro suavemente He empezado nuevamente con nauseas pero las ignoro.

No sé cómo lograré salir de esta casa hoy.

Esta tarde es la boda de Madge y Gale, y me siento pésimo anímicamente y físicamente. Prefiero quedarme todo el día en esta cama y esta casa, a salir de ella.

Peeta dice que no me pasará nada y que debemos ir porque son nuestros amigos y nos apoyaron en los momentos más difíciles. Y tiene razón. No podemos faltar a su boda. Pero me siento tan mal por momentos que me cuesta pensar en lo demás.

Él me prometió que me traerá a casa apenas vea que mi molestia es muy grande y que no estaremos mucho tiempo en la fiesta.

-Kitten. -Escucho su voz tierna llamándome.

En qué momento despertó, no tengo idea. Sus manos me están acariciando la espalda. Abro los ojos perezosamente y lo miro sonriendo débilmente. Ojala no note que me sigo sintiendo mal. – ¿Cómo amaneciste?

-Bien. –Miento, sus ojos azules me miran acusantes.

-Hablo en serio.

-De acuerdo, quiero ir al baño... pero no me puedo mover.

Peeta me mira preocupado.

-Esto no es normal, pensé que se te pasaría después de unos días.

-Pues, aún no... –Murmuro débilmente.

-Vale, amor. Le diré a tu madre que te venga a ver.

-¡NO! –Grito. –Déjalo así Peeta, la veré en el Edificio de Justicia. No me va a decir nada diferente.

-No pensaremos en eso ahora, de acuerdo. Pero yo te llevo al baño.

Peeta se levanta y me toma entre sus brazos. Hay dos baños uno en la planta superior y otro en la inferior. La diferencia es que solamente en el superior hay una ducha bañera.

Me lleva al de la planta superior, debido a que es el más cercano. Se encuentra un poco más lejos de la habitación al final del pasillo, es decir que cualquier ruido que venga de allí, no se escucha para los que ocupan los cuartos.

Me pone en el suelo y yo me tiro inmediatamente hacia el retrete. Devuelvo todo que comí en un día. Mi esposo me sujeta el cabello y se arrodilla a mi lado.

-Ya, amor. Te sentirás mejor después de esto.

Asiento porque deseo creerle. Peeta me rodea la cintura y pone sus manos en mi vientre con un brazo.


Deposita un beso en mi cuello. Y es cuando me doy cuenta de lo que posiblemente puede estar pasándome.

Las primeras veces después del Tueste no nos cuidamos. Yo había dejado de tomar las pastillas anticonceptivas cuatro meses atrás cuando terminé con Peeta.

¿Quién iba a imaginar que yo volvería a estar con Peeta justo el día de la boda arreglada? Yo no, por supuesto, por más que tuviera la ligera esperanza, no decidí hacer nada hasta leí la carta de Peeta y mis amigos me convencieron de ir a salvarlo, porque era bastante obvio que iba de abandonar a la novia por lo que Delly me comentó y Peeta me dijo en la carta.

Estábamos tan emocionados por la Ceremonia del Tueste, y el estar de nuevo juntos que no nos preocupamos por un posible embarazo. Además, yo estaba convencida que no estaba en mis días fértiles... Y Peeta no compró preservativos hasta el tercer día de nuestra boda simbólica.

Los síntomas empiezan a partir del mes con más intensidad y empeoran con el tiempo.

La menstruación debería haberme llegado hace tres semanas. ¿Cómo no le dije a mi madre ese detalle antes cuando me preguntó al respecto? Simplemente le dije que no sabía y tal vez el nuevo ciclo menstrual vendría pronto.

-¡Maldición! -Grito asustando a mi esposo.

-¿Qué pasa, amor? ¿De nuevo sientes dolor?

Le podría decir que sí, pero no soy buena mintiendo. Automáticamente me encuentro negando con la cabeza. Él no puede saberlo todavía, con suerte es una falsa alarma y de verdad los alimentos me cayeron mal.

Peeta me ayuda a ponerme de pie, me limpia la cara y me obliga a hacer buches de agua y enjuague bucal para quitar el mal aliento y restos de comida que puedan quedar. El enjuague bucal algo no tan económico si lo compras, pero mi madre lo prepara de forma casera perfectamente con las hierbas que se traen del bosque, sobre todo mucha menta.

Me vuelve a llevar en brazos a la habitación para que duerma un rato más y me promete que volverá con un poco de té, ya que por el momento no me obligará a comer nada.

Después de beber el contenido de toda la taza de té de hierbas, me acuesto nuevamente, con Peeta a mi lado abrazándome por la espalda, acariciando mi estomago con delicadeza.

-Duerme, amor. Cuando despiertes te sentirás mejor.

-¿Te quedarás conmigo? ¿Incluso cuando esté dormida?

-Sí. –Besa mi mejilla. –Siempre.

Sonrío abiertamente. Siempre es nuestra promesa desde prácticamente el día que empezamos nuestra amistad y más tarde nuestro noviazgo.

-Genial, porque no creo dormir bien sin ti. –Agrego mirándolo de reojo, y viendo su radiante sonrisa, que me regala a pesar de su preocupación.

-Dormiremos juntos todo el tiempo que necesites hoy.

-Te lo agradezco.

-Es un placer hacer esto por ti. Ya sabes... somos marido y mujer por elección. Te amo, haría cualquier cosa para hacerte sentir mejor.

-Y yo... prometo devolverte el favor de la forma que necesites, cuando no me sienta tan enferma e indefensa.

-Vale. Primero recupérate.

Nos damos un corto beso y yo trato de dormir con la cabeza en la almohada con la tranquilidad que me ofrece el saber que mi esposo está a mi lado cuidándome y que siempre será así.

Casi consigo olvidar el posible embarazo. Cuyo tema prefiero dejar a un lado para pensarlo más tarde cuando vea a mi madre.

f=S

MI FUERZA ERES TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora