9. Felicidad

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CAPÍTULO 9: FELICIDAD

POV KATNISS


Mi madre y Prim llegan a la mañana tal cómo Cato nos dijo. No salimos de la habitación, pero los ruidos y sus voces nos indican que ya están aquí.

Me acomodo sobre el pecho de mi ahora esposo. Y él acaricia mi espalda. Me doy cuenta que no nos hemos vuelto a vestir. No fue nuestra primera vez, pero se sintió como si lo fuera después de cuatro meses peleados. Y definitivamente fue más especial, porque Peeta y yo estamos casados, ya no tenemos una relación prohibida. Ahora todo el mundo sabe de nuestro romance. Un chisme tan suculento como este debió esparcirse como el fuego en las últimas horas. Pero pese a lo que pueda parecer, para ambos es tan tranquilizador no tener que escondernos. No nos importa estar en la boca de todos, sabemos que nuestro amor es real y que nadie podrá separarnos ahora que hemos dado este paso.

Con nadie me refiero a sus padres, que siempre fueron la espina clavada en nuestros dedos, aquello a lo que Peeta y yo temíamos tanto. Peeta me escondió por años para que su madre no me hiciera daño. Decidimos esperar hasta la mayoría de edad, para hacerlo público y justo cuando eso pasara estaríamos casados y nadie podría entrometerse. Eso fue hasta que salió a la luz el compromiso arreglado que nos hizo infelices por meses, mientras yo me resigné a perderlo, el nunca dejó de pedirme una segunda oportunidad. Cada semana me enviaba una carta y si podía un presente, muchas veces fueron flores, dientes de león que él recolectaba de la pradera o saetas de agua cuando iba al lago.

Sí, a veces me lo cruzaba en el bosque, otras veces lo veía con Gale cazando y hablando. En esos momentos yo huía, o me escondía. Verlo no me hacía bien. Me destruía, me lastimaba demasiado saber que lo nuestro había acabado por culpa de su familia.

Cada encuentro con Peeta equivalía al menos dos días de lágrimas y pesadillas. Lo peor Peeta sufría tanto como yo. Fui estúpida y creí que estar lejos de mi ex prometido era lo mejor... para él.

Cuando pienso en eso lloro. Creo que será hasta que me acostumbre a mi nueva realidad, en la cual Peeta siempre será mío.

Nos pasamos varias horas en la cama abrazados y basándonos inocentemente de vez en cuando. Mi familia está fuera de la habitación y las paredes son muy finas y aunque me muero de ganas de pasarme toda la mañana haciendo el amor con mi esposo. Tendrá que esperar.

-¿Iremos a la cabaña del lago? -Pregunto con los ojos cerrados aún.

-No lo sé, amor. He pensado en lo que dijo mi hermano y mis padres serían capaces de acusarnos de fugitivos por venganza. ¿Y si dejamos que las aguas se calmen? No quiero a los Agentes de Paz en las puerta de tu casa buscándonos. Temo las consecuencias. Pero si quieres podemos caminar por el distrito.

-Vale. Tienes razón. Yo tampoco quiero problemas.

-Se me ocurrió también que pidamos fecha para el civil hoy mismo. Quiero que todos sepan que eres mi esposa como las leyes mandan y deseo que lleves mi apellido.

-¿Estás seguro? Todos nos mirarán como...

Peeta dejó plantada a la "novia" en plena ceremonia para irse conmigo y horas después vuelve para pedir una nueva fecha para casarse con otra mujer.

-Nos mirarán igual dentro de una semana y un mes ¿cuál es la diferencia? -Interrumpe.

Tiene razón, es lo mismo.

-No quiero enviar a tu madre a que pida la fecha por nosotros, como hicieron mis padres sin avisarme. Esta boda será real y la elegimos ambos. Es justo que vayamos los dos al Edificio de Justicia.

MI FUERZA ERES TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora