Subir a un autobús debería considerarse un deporte de riesgo.
Primero tienes que rezar para que cuando llegues no esté abarrotada de gente la parada, y si no tienes la suficiente suerte, debes quedarte en guardia y esperar el momento preciso en que llegue y puedas correr a subirte.
Después de casi morir aplastada, debes buscar con la mirada un asiento desocupado, y, si el mundo te odia, todos estarán llenos y tendrás que ir de pie.
Y ahí estaba yo, aborrecida por la humanidad, sujetándome de las agarraderas para intentar sobrevivir a estar en el bus parada.
Y eso no era lo peor.
El chofer seguía subiendo gente, como si mágicamente todos pudiéramos fingir que somos sardinas para estar más juntos.
Estábamos tan apretados que el chico de al lado tenía su codo en mis costillas y la señora de la derecha me daba un latigazo con su cabello cada vez que movía la cabeza. Además podía asegurar que olia a muerto ahí adentro.
¡Iba salir toda manoseada del bus!
Gracias al cielo las puertas se cerraron y se puso en marcha.
Me sujeté con más fuerza de las agarraderas, pero mis manos me fallaron y estuvieron a punto de soltarse. Respiré profundo y estabilicé mis pies para volverme a tomar con fuerza.
Quizás fue mi imaginación o lo caliente que seguía mi cabeza después del examen de matemáticas, pero podía jurar que una mirada estaba clava en mí.
Temblé, vaya que lo hice mientras mis ojos buscaron temerosos las pupilas que me taladraban. Y con mi tremenda suerte, debí advertir quién era el dueño.
Él se encontraba sentado en uno de los últimos asientos. Me sonreía enorme, mientras buscaba la forma de cederme el asiento para que no terminara tumbada en el suelo. Al ver que era imposible pasarme su lugar por la distancia que nos separaba, le cedió el espacio a una chica morena, y tomándose de las agarraderas se dirigió hacia donde yo estaba.
Agradecí en silencio cuando llegó a mi lado y alejó al chico que me incrustaba el codo.
-Hola, chica del bus.
Ay, Jesus. Su voz.
-Hola-No podía alejar mi mirada de la suya.
Era muy lindo y ahora que lo miraba de pie me daba cuenta que era más alto de lo que pensaba, y su precioso cabello oscuro acompletaba el paquete.
El bus se detuvo en la siguiente parada y más gente comenzó a subir.
Teníamos que encontrar posiciones casi imposibles para que todos cupiéramos, quedáramos parados y con disposición a las agarraderas, además del suficiente equilibrio para no caer.
El chico de los ojos verdes y yo, quedamos tan juntos, que su magnífico olor me embriagó completamente, era como chicle de menta con un toque picante al fondo.
Cuando la gente terminó de subir, el autobús se puso en marcha con una sacudida que casi me llevó al suelo. El equilibrio me falló. Busqué desesperada de donde tomarme, pero finalmente, a pocos centímetros de morir ahí dentro, unos fuertes brazos me rescataron.
Todo alrededor desapareció y mis cinco sentidos se concentraron en el lugar donde su piel hacia contacto con la mía, porque aunque la ropa cubría, sabía que estaba ahí presente.
El color subió a mis mejillas y en ningún momento aparté mi mirada de la suya.
Su rostro se empezó a acercar al mío, poco a poco.
-Adoro cuando tus mejillas se tornan del color de tu cabello-susurró. Tomó uno de los mechones pelirrojos de mi cabello y sonrió-, Te ves adorable así.
No podía moverme, estaba totalmente paralizada. Entre ruborizada y confundida, miré como su sonrisa crecía aun más.
El chico presionó el botón que le avisaba al chofer que tenía que detenerse para que él bajara.
-Fue un placer volver a verte-susurró dandole un apretón a mi mano antes de irse.
No me moví, me quedé ahí completamente en shock. fue hasta que la señora de al lado me volvió a dar otro latigazo con su cabello, que me di cuenta que todo lo que había sucedido fue real, así como la sensación de calor que quedó en el lugar donde momentos antes estaba su mano.
Esperen, su mano había tomado la mía. ¡La mía!
Dirigí mi mirada a ella y encontré en la palma un pequeño papelito que desdoblé con rapidez.
" 887-123-12
Llámame, Chica del Bus ;) "
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El Chico Del Bus
Teen FictionTodos alguna vez nos hemos enamorado de alguien que nos encontramos por la calle y que probablemente no volvamos a ver jamás. Aunque al destino le gusta jugar, ¿no? ~•~ -¿Puedo sentarme aquí? Mi cabez...