🌻Capítulo 32

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Revice la hora en el teléfono por quinta vez.

Encerio tengo un problema con la impaciencia.

Moví mis pies desesperada porque el autobús pasará.

Un ruido de motor me puso en alerta, pero frente a mi, no se detuvo el bus de siempre, sino una camioneta negra que bajó el vidrio del copiloto, mostrándome unos ojos verdes que tomaron mi mirada desde adentro y no la soltaron.

-Sube.-Ordenó.

Sin dudar, entré, y me abroche el cinturón, mientras el ponía en marcha el auto.

-Hola.-le saludé.

-Hola Marion.-Una media sonrisa apareció en su rostro, y podía jurar que parte de mi se derritió ante ese gesto.

-¿Es tuyo la camioneta?-pregunté.

-Si.-Acaricio el volante sin apartar la vista del camino.

¿Que tienen los hombres con los autos?

Una duda se instaló en mi cabeza, y lo volte a ver.

-Si tienes auto,¿por que subías al autobús?

Su seño se frunció, mi pregunta lo tomo desprevenido, lo sabía, y podía ver como sus megillas habían tomado un poco de color.

-Por tí.-admitió en un susurro.

Y sonreí.

¡Dios!¡por mí! De un día para el otro, todo había cambiado, y en ese momento unas horribles ganas, de avalanzarme sobre el y volver a probar sus dulces labios me dominaban.

El auto se detuvo. Me confundí al notar que aun no llegábamos a mi casa, ni siquiera estábamos cerca.

-¿Qué haces?-Susurre.

El rostro de Samuel se oscureció un poco, y cualquier rastro de sonrojo que antes había en el, desapareció.

Volteo su mirada a mi, y temí de lo que diría.

-Marion, tenemos que hablar.-Su mano tomo la mía, y cerró sus ojos como si buscará fuerzas para pronunciar palabra.

-¿Sobre qué?

-Me iré.-Soltó, y parte de mi no le creía, aunque desde un principio lo supe, pero me negaba a recordarlo.- Yo no estudio aquí.-Siguió.- vine de intercambio, y tengo que regresar en un tiempo.

-¿Cuanto tiempo?-mi voz salio rota, igual que mi corazón.

-Una par de meses.-Concluyó agachado la cabeza.

-¿Qué haremos?.- sabía lo que llegaría. Tome su mano con más fuerza esperando el golpe.

Sus ojos se volvieron a cerrar, y sin abrirlos, susurro.

-No podemos ser un nosotros.

Asenti, y solté su mano, las lágrimas empezaron a rodar por mis megillas, y los sollosos aparecieron.

Samuel se aserco a mi, y con sus manos seco las Lágrimas que el provocó. No habló, sólo me miró, sus ojos ¡Dios! Esa mirada que me hacía temblar y ruborizar, esa mirada que quería, demaciado.

-¿Te puedo abrazar?.- le pedí.

Me rodeo en sus brazos, me decice por completo, y lloré, lloré porque no quería que se fuera, lloré porque lo extrañaría tanto que dolería el no subir al bus todos los días en espera de ver sus ojos, lloré porque sabía que el me daría las fuerzas para seguir adelante sin el.

El Chico Del BusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora