Aquella tarde después de clases llegué a casa con las piernas temblorosas. No me di cuenta ni siquiera del momento en el que me quité el uniforme y me puse a hacer algo de comer.
El mundo parecía que era otro. El cielo brillaba más, e incluso aquella insípida pasta de todos los días tuvo un sabor mejor. Fue como si siguiera habitando en la burbuja de sus ojos, como si no hubiera un sitio en el mundo en el que me pudiera esconder de sus encantos.
-¡Bah!-se quejó Mary, mi compañera de piso, mientras escupía el primer bocado de comida que se había llevado a la boca-. Esto sabe aún más asqueroso que el de ayer.
Me encogí de hombros. Yo ya iba para el segundo plato.
-No sé de que hablas.
Me miró, sus ojos marrones me delinearon completa, buscando algún fallo en mis sistema.
Le sonreí en respuesta.
-¿Qué te sucede?-preguntó alzando una ceja.
-Comencé un nuevo libro-me limité a decir mientras terminaba la comida y dejaba el plato en el fregadero. Lo lavaría más tarde.
-¿Nuevo novio literario?
Solté una risa ante su pregunta, una nerviosa que encendió mis mejillas de un rojo intenso.
-Sí, bueno... es muy lindo.
-Todos lo son.
Me volví a encoger de hombros.
-Él lo es más.
Me tragué la parte donde no era tan ficticio.
El era muchísimo mejor que cualquier novio literario, porque, en realidad se había fijado en mi. Había puesto sus ojos en los míos, como si mis pupilas lo merecieran, como si no existieran otras miles de chicas mucho más guapas que yo que hicieran fila para admirar la obra de arte que tenía en los ojos.
Me miró, y yo lo miré, y todos los encuentros a primera vista que había leído en mis libros, tuvieron sentido.
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El Chico Del Bus
Genç KurguTodos alguna vez nos hemos enamorado de alguien que nos encontramos por la calle y que probablemente no volvamos a ver jamás. Aunque al destino le gusta jugar, ¿no? ~•~ -¿Puedo sentarme aquí? Mi cabez...