🌻Capítulo 27

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-¡Eres un desastre para cocinar, Marion!-reía Samuel protegiendose con la charola, para que las gotas de aceite que saltaban no lo quemaran.

-¡Tu tampoco ayudas mucho!-mis manos se movían de mil maneras y el guante para el horno que traía no protegía del todo el aceite que goteaba.

Samuel se acercó cubriéndose todo lo que podía con su intento de escudo, y apagó la estufa suspirando.

-Esto no funcionará-dijo resignado.

-Pudo haber funcionado si no la hubieras apagado-replique soltando la cuchara.

-¡Marion, esto es más carbón que salchicha!-Exclamó levantando el sartén con la mano y dejándolo caer al fregadero estrepitosamente-, ¡Mierda, está hirviendo!

Me apresure a abrir el fregadero para que metiera la mano en el agua. Soltó un suspiro aliviado cuando el agua fresca entro en contacto con su piel enrojecida y quemada.

-Se te harán ampollas-dije dejandolo para buscar el botiquín.

Una mueca apareció en sus labios, y rápidamente fue sustituida por una de sus sensuales sonrisas de lado y su mirada derrite-chicas.

-Tal vez se alivie si me das un beso-me guiñó un ojo y un pequeño grito salio de sus labios rompiendo el encanto al tallarle con papel, para secarle la mano y poder aplicarle pomada.

-Lo siento, galán-me disculpe riendo. Coloqué una venda en la herida cuando esta estuvo lista y guarde el botiquín.

-¿Y mi beso?-preguntó haciendo un puchero con sus labios-, no quedará completamente sana si no me das mi beso.

Con su mano señaló su mejilla y una sonrisa apareció en mi rostro.

Me acerqué dejando un beso en ella y un cosquilleo apareció en mi estómago cuando él tomó mi cintura y no me dejo alejarme, juntó nuestras frentes y su mirada se apoderó de la mía.

Todo a nuestro alrededor desapareció.

Mis labios pedían besarlo, sólo estábamos a centímetros de distancia.

-Marion...-advirtió con su voz ronca y sensual, anticipándose a mi movimiento pero no se despegó de mi, al contrario, el agarre en mi cintura se intensificó, mis manos se posaron en sus hombros . Acerqué mi rostro al suyo, deshaciéndome de mi cordura para besar sus lindos labios húmedos...

Y en ese momento tocaron el timbre.

¡Dios! ¡¿Por qué me odias tanto?!

¡Ni siquiera un beso!¡¿Enserio?!

Nos alejamos con rapidez.

Mis megillas se tiñerón del color de mi cabello mientras me acercaba a abrir la puerta.

-Buenas tardes señorita-dijo el repartidor sonriendo-aquí está su pedido, son 225$ pesos, con cincuenta centavos.

-No, creo que se ha equivocado, yo no...

-Aquí es-Me cortó Samuel apareciendo de tras de mí y entregándole el dinero al chico-, que tenga un buen día.

Cerro la puerta y se encaminó a la cocina sonriendo.

-¿Encargaste comida?

¡Dios¡ ¡olía tan bien!

Y la comida también, claro.

-Sabia que tus intentos de cocinar no serían buenos-indicó sacando platos-, sin ofender.

-No me ofende-, le quite importancia mientras servía refresco en los vasos.

Yo sabía que era un asco cocinando.

-Encargué suficiente para esta noche también-, ambos tomamos asiento y nos dispusimos a comer.

Hoy era el aniversario de Marck y Mary, pero como nuestro intento de cocinar no sirvió, espero que se conformen con una buena comida china.

-Amo esta comida-, indique apuntando al plato con el tenedor-. Es mi favorita.

-Es bueno saberlo-Asintió Samuel, llevándose una cucharada de arroz a la boca.

¡Dios su boca!

El recuerdo de unos minutos atras vino a miente y sonreí mientras disfrutaba de la comida y la compañía.

El Chico Del BusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora