Capítulo 5. Debilidad

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Sergei

— Te amo. Nunca lo olvides, mi amor — y se fue.

Me levanté sudando, la luz de la luna entraba por las ventanas y los chicos dormían, me paré de la cama con suavidad y con agilidad para no despertar a Nicolás y Vico, el pequeño estaba destapado así que lo arropé, haciendo que Portos, el cual estaba encima de sus pies, se levantara

— Hey amigo — susurré lo más bajo posible, el perro ya conocía mi voz así que solo me dio un lametazo en la mano cuando me acerqué a él y volvió a cerrar sus ojos, ojos que le pertenecieron a Venecia en algún tiempo. Miré la hora, las 2:35 de la madrugada, suspiré, desde su muerte no había podido dormir bien, todos mis sueños y pesadillas eran con ella, de ella y junto a ella, eso me estaba matando en vida

— ¿Por qué siempre que no puedo dormir estas despierto vos? — volteé a mirar a Vico y me acerqué, Athos me hizo un lugar

— No sé, sabes que desde ella se fue, no puedo dormir bien — Vico suspiró

— Hoy empiezan los estudios para ver si puedo recuperar la vista — cambió de tema abruptamente y lo miré fijamente

— ¿Como te sientes con eso? — pregunté acercando mi rodillas al pecho

— No sé, es raro, hay un 50-50 — respondió volviendo a acostarse

— ¿De que? — pregunté

— Esperanza y desesperanza — me quedé mirándolo nuevamente sin hacer ningún gesto, sumido en mis pensamientos — es mejor, ¿sabes? No ilusiones, no esperanza

– ¿Entonces por qué 50-50? — le respondí con una pregunta

— Porque soy humano, Sergei, no puedo evitar sentir ilusión ante algo que quizá sea bueno para mí — respondió con un toque de tristeza

— Vico, ¿qué sucede? — me levanté y me acerqué, sus ojos negros miraban directamente al techo

— Que estoy harto de esta mierda — contestó seriamente — odio que Venecia no esté, que esta guerra haya empezado. Somos buenas personas Sergei, no mereceríamos nada de esto. Mis miedos más grandes se han hecho realidad poco a poco y no sabes el miedo que eso me causa — habló con tanta rabia que me pareció extraño, ya que Victorio era el menos rencoroso de nosotros

— Vico — vi lágrimas en sus ojos — hey — me acerqué aún más a él, volvió a levantarse y lo abracé. Me apretó con fuerza y dejé que lo hiciera. Duramos unos minutos más así, en silencio

— Perdón — susurró con voz algo nasal — perdóname — sorbió y le di una suave cachetada

— Vuelve a dormir Vico y no me pidas perdón amigo — su mirada, aún de color azabache, me miró sin verme por unos segundos y luego suspiró, acostándose.

Después de ponerme un pantalón de sudadera entubado y un suéter rojo, salí de la habitación, dándome cuenta que había pasado una hora hablando con Vico. Me dirigía a ninguna parte en específico, después de todo no conocía el complejo subterráneo en lo absoluto. Caminé y caminé, encontrándome con gente desconocida que me miraba con desconfianza al igual que yo a ellos

— Señor, ¿se encuentra bien? — preguntó una señora a mis espaldas. Me volteé para verle el rostro

— Si, ¿que tal usted? — sonreí intentando mostrarme relajado, aunque claramente no me sentía así

— Yo estoy muy bien señor — asentí sonriendo — pero en realidad le pregunto a usted porque es extraño ver a los agentes despiertos y deambulando por ahí a las 3:35 de la madrugada, vuelvo y pregunto, ¿se siente bien? — dudé por unos segundos

Luchando por vos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora