Capítulo 31. Amando a morir.

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Venecia

Había pasado más de una semana desde que los vi, y aún no me atrevía a hablar con Adolf de ese tema, ni con Aarjen, quien respetó mi silencio

— ¿Cómo te sentís hoy? — pregunté entrando al comedor. Aún seguía vendado, puesto que las heridas habían sido grandes

— Me duele, pero es aceptable — sonrió cuando volteé a mirarlo. Una semana donde había estado comparando todo entre Sergey y él. Sergey estaba moreno y mucho más delgado de lo que solía estar, y al estar más moreno, sus ojos eran más profundos y eso me estaba volviendo loca — ¿Tú? — lo observé. Me miraba expectante

— Y bien, que se yo — durante todo este tiempo, había aprendido a conocer a Aarjen y sabía que se refería a mi encuentro con ellos

— Alle — había recortado mi nombre, y me gustaba, muy a mi pesar

— Simón, no quiero hablar, de verdad que no — pedí. Él suspiró y asintió

— Está bien. Iré por algo de comer, ¿te pido algo? — asentí

— Agua. Gracias — asintió yéndose. Suspiré y abrí el computador

— ¿Cómo estás, Allegra? — tensé mi mandíbula al oír la voz de Nicolai

— ¿Qué quiere, agente? — pregunté aun sin mirarlo. Cerró mi computador, lastimando mis dedos

— Que me pongas atención

— Podría ser más cuidadoso, ¿no cree? — soltó una risotada que llamó la atención de todos los presentes, volteé la vista, algo intimidada por la cobardía y poca piedad de este hombre

— Esa no es una habilidad mía, Allegra. Necesito que me ayudes con algo — su tonada era horrible, asquerosa

— ¿Qué? — pregunté sin más

— Háblame con respeto, irreverente — posó su cara a centímetros de la mía, sin importarle que anduviéramos en un lugar público

— Es la hija de tu jefe, eres tú quien debería mostrarle respeto. Es más, aunque no fuese nada de tu jefe, deberías igual — Nicolai y yo volteamos al mismo tiempo. Aarjen estaba muy serio, como nunca antes lo había visto

— Soy tu jefe, ni siquiera deberías estar hablándome, eres un peón. Ahora ven conmigo — me haló con fuerza, levantándome de la silla y lastimándome

— ¿Pero qué carajo te pasa? — Aarjen empujó a Nicolai con tanta fuerza y que tuvo que soltarme al instante de chocar contra una de las mesas

— ¡Hijo de puta! — Nicolai se lanzó con furia, pero Aarjen al ser más habilidoso, se corrió, haciendo caer a Nicolai. En ese instante, me di cuenta que Nicolai no sabía de combate y que Aarjen aun estando herido, le podía patear el culo — ¡Te arrepentirás, Quisling!

— Vamos — me susurró Aarjen al oído, al darle la espalda a Nicolai, me di cuenta que iba a atacarlo como un cagueta. Al parecer mi instinto hizo efecto, porque esta vez fui yo quien salió a la defensa de Aarjen, haciendo a Nicolai caer nuevamente. El belga y yo lo observamos nuevamente, y luego nos apresuramos a salir, para evitar continuar con el show.

Necesité tiempo de entrenamiento para sacarme la sensación que recorría mi cuerpo constantemente desde que los vi. Los cuatro estaban diferentes: Theo estaba delgado, no recuerdo haberlo visto así antes, había perdido mucha masa muscular; Vico también estaba más delgado, no pude ver sus ojos porque las gafas que llevaba encima me lo impedían, se veía también más moreno; Isaac se le veía unos treinta años mayor, completamente canoso y la baja de peso, lo hacía ver también un poco demacrado, pero su rostro seguía siendo hermoso, y por último él, ese chico con ojos azul cielo de quien Venecia se enamoró hace tanto tiempo, una eternidad se sentía desde aquel día

Luchando por vos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora