Capítulo 26. Familia.

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Victorio

— Sos mi primo, Dante — hubo un silencio al decir eso y después de eso una carcajada salida del alma

— Sí, boludo y yo amo la violencia — Dante rió al decir eso. Por el contrario, yo me quedé serio. Al percibir mi seriedad, Dante calló — ¿de qué estás hablando, Victorio?

— De la realidad, Dante

— No entiendo nada — lo sentí levantarse y un nudo se tejía en mi estomago. Le estaba diciendo algo que ni yo creía

— Sí, yo tampoco entiendo una mierda

— Me estás jodiendo, ¿verdad? — negué sin saber si me veía o no. Un bufido por su parte, me hizo entender que un millón de cosas pasaban por su cabeza

— Dante, por Dios. ¿Cómo podría joderte con eso? — empezaba a darme miedo la reacción de él. Mis manos estaban sudorosas y el aire estaba tenso, bastante tenso diría yo.

Los minutos pasaban y yo sólo sentía el caminar de Dante

— ¿Quién te dijo eso? — preguntó por fin y lo sentí su cercanía

— Aleksey — Dante bufó

— Mirá vos 

— Che, no pensé que ser mi primo fuese tan malo — dejó salir una breve risa

— ¿Están seguros que el tipo no les vendió esa mentira?

— Puede ser, pero a mí me dio felicidad — admití. Dante me agarró el hombro para mi sorpresa

— A mí también me da felicidad saber que sos familia — susurró y lo sentí bufar

— Igual, un ADN de más no estaría mal, ¿no crees? — pregunté. Dante me abrazó. Acto que correspondí

— No, Vico — agarró mi cuello con ambas manos  — boludo, no necesito un ADN para tener certeza de que sos familia. Yo te quiero — sonreí y posé una mano en su pierna

— Yo también te quiero, Dante — besó mi cabeza

— ¿Cómo es la relación? — preguntó con alegría

— ¿En serio me crees así sin más? — soltó una breve risotada

— Creo más en ustedes que en mí, Vico. Y entre nos, vos y yo siempre tuvimos más cercanía — esta vez volví a reírme

— Y sí, boludo. No a cualquiera le digo que venderé sus órganos al mercado negro — Dante soltó la carcajada y yo la lancé al segundo

— Eran tiempos diferentes aquellos — suspiró y ambos quedamos callamos.

Después de unos minutos, cada uno de los dos intentando asumir lo que acababa de admitir yo. Realmente no podía creerlo y estaba que gritaba a los cuatro vientos que tenía familia. Toda mi vida creyendo que había sido abandonado, que yo no era plan de nadie, que la vida me había parido para que viviese crudamente por mi cuenta y ahora Dante Monti, era mi primo. Tuve que crecer a la fuerza, sin quererlo, pero lo hice y eso me convirtió en alguien fuerte

— Realmente estoy feliz, Dante — y la risa salió desde las entrañas más profundas. Eran carcajadas de felicidad absoluta, como hace mucho tiempo no me salían. Sabía que Dante me observaba con sorpresa y también con alegría, era lo que me transmitía. Sentí un abrazo y una carcajada también en mi oído

— ¡Sos mi primo, hijo de puta! — exclamó con la misma alegría que yo. Accedí a abrazarlo más fuerte, levantándolo después de ponernos de pie

Luchando por vos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora