Capítulo 34. Aleksey.

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Sergey

— ¿El comandante quiere o pretende tener el poder de Pablo? ¡Ah, no! — Theo manoteó al aire — ¡Es un infeliz el hijo de puta! — asentí

— Pero, ¿qué más pasó? — la pregunta salió de Dante, quien había llegado hace unos minutos, y en quien confiaba a total cabalidad

— No sé, Monti, lo único que sé es que Aleksey no es de fiar o por lo menos no ahora

— ¡Qué complique, che! — asentí ante la exclamación de Dante

— No sé qué haremos o cómo manejaremos esto, tener a Aleksey de nuestra contra tampoco pinta bien — confesé — la única ventaja que podríamos tener es que tengo toda la información del diario en mi mente, que creería que de una u otra forma podríamos utilizar eso

— No creo que sea la solución — la voz fue de Isaac, quien abría la puerta — escuché todo

— A ver, viejo, ¿cuál sería?

— Esperen a que vengan Essâm y Amir, vamos a hablar — lo observé con confusión — vamos abajo

— ¿No está ahí mi padrino? — Isaac negó

— Se fue con Leonid — me observó con escrutinio

— ¿Por qué me miras así? — Se cruzó de brazos — ¡Isaac, él inició! — resoplé cruzándome de brazos

— Vos sabés porqué te miro así, che — Demandó con seriedad — ¿De verdad es tu excusa? Sos más inteligente que eso — intenté refutar, sin embargo él me observaba con seriedad — Dejá la estupidez. Vamos con todos — dejó de observarme — avísenle a Nicolás — me volteó a mirar nuevamente, sabiendo que me preocupaba meter a Nico en esta guerra — me gustaría dejarlo afuera, Sergey, pero no podemos enajenarlo de todo, él debe saberlo para que esté preparado ante cualquier cosa.

— Está bien, tú sabes porqué lo haces, y yo confío en ti — Isaac suspiró agarrando su móvil para llamar a Nicolás.

— Nico, necesito que vengas a tu habitación de inmediato, necesitamos hablar con vos — asintió varias veces — traé a Porthos — nuevamente asintió y colgó

— ¿Qué dijo? — pregunté con seriedad

— Ya viene, no está lejos — asentí y me dejé caer en la cama.

Todos nos dirigíamos en silencio al pequeño túnel, Nicolás iba a mi lado y a su lado Porthos, los dos íbamos en silencio, y yo llevaba mi mano en su cuello, dándole cercanía

— ¿A dónde vamos, Sergey? — susurró para que sólo yo oyera

— Vamos a un lugar algo remoto y diferente a todo este complejo

— Hay demasiado misterio detrás de todo esto, ¿no?

— No te alcanzas a imaginar, pantano — Vico y yo le llamábamos así de cariño, lógicamente por sus ojos negros profundos

— Eso me enoja un poco más — bufé con una risa, intentando apaciguar un poco su genio, el cual era bastante fuerte

— No te enojes, yo te protegeré de lo que sea, inclusive del misterio que todo esto rodea

— Yo también te protegeré a vos — sonreí aún más porque sabía el gran corazón que Nico tenía.

— Lo sé — sabía que decirle eso lo hacía sentirse útil, aunque jamás lo podría en riesgo, primero daba mi vida.

Nicolás intentaba no mostrar su asombro ante el pequeño "bunker" en el que estábamos, aun así no lo lograba. Era difícil no sentirse asombrado ante aquel viejo hueco, inclusive se sentía bien estar en ese lugar, puesto que no detonaba tanta perfección y se asemejaba a nuestra antigua realidad, cuando estábamos en nuestra academia. Todos nos acomodamos e Isaac esperó que todos llegásemos: Los dos árabes, Theo, Vico, Thiago, Dante, Nico y Mel. Isaac nos observó un largo rato

Luchando por vos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora