Capítulo 21. Somníferos

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Venecia

Nos escondimos tras unos arbustos para observar los movimientos de las personas que debíamos dormir

— Tú ve con la mujer, es la más pequeña — me ordenó Lara

— Ahhh claro, la petiza va con la mujer, por lo frágil, ¿no? Claro, el chiste — comenté indignada

— Bueno, te queda más fácil el frasco chico — comentó Goyeneche con un poco de gracia, por supuesto

— Si vos también sos medio caniche

— Tú eres más caniche que yo, Venecia. Es decir, mido 1,73, casi 20 centímetros más que tú — Lara y el guardia chocaron las cinco

Ja Ja Ja, no es gracioso, ¡che! Vayan a ver, y no jodan — ordené guardando entre mis mangas ambas jeringas

— Relájate, Nessie — comentó Lara y al segundo se dio cuenta del apodo. Me costo digerirlo un poco — Lo siento

— No, está bien, está bien — respiré profundo y sonreí fingidamente

— Deberías guardar las jeringas, y cuando estemos allá abrirlas — comentó Goyeneche intentando calmar las aguas

— Sí, creo que sería mejor idea — tapé las jeringas y las guardé en medio de mi cinturón — ¿las personas están en la misma área? Me me refiero a las que tenemos que dormir para hacer el proceso — Lara me miró negando

— La doctora que tienes que dormir tú está en la planta uno, los otros dos están en el laboratorio principal del complejo, los tres tenemos que ir por separado. — responde con una sonrisa — Buena suerte — Veo a Lara irse con su caminata sensual, y entiendo el por qué Aarjen la eligió en su momento como esposa, es hermosa en todo su esplendor

— ¿La seguirás mirándola o qué harás?

— Che pará un poco, no podés no caer en tanta belleza, es hermosa la mina

— Está más buena que comer pollo con la mano, no te lo niego, pero es más fiera que leona enjaulada — negué

— Malísima la comparación — Goyeneche rio

— Ven que te acompaño a tu sector y luego me voy al mío — lo observé mientras agarraba unas cuantas cosas de sus uniforme y le seguí.

El día estaba bonito, sin embargo, la maldita sensación de desespero seguía creciendo a medida que pasaba el tiempo, ese lugar me enfermaba más de lo que ya estaba, me mataba en vida, la poca luz que aún tenía mi alma, era porque los recuerdos de Isaac abundaban en mis pensamientos

— Buena suerte — oí lejos la voz de Goyeneche, sin embargo asentí

— Igual — susurré, aunque sonó más para mi que para él.

Los laboratorios frente a mi, me decían que estábamos a punto de meternos en la mismísima boca del lobo.

El ambiente era turbio, lejano, horrible, recordaba los horrores que había vivido hace un tiempo, en realidad todo me recordaba a eso. Las estatuas de la corporación, que estaban al frente de los laboratorios, eran un hombre y una mujer, que sostenían un libro y un erlenmeyer, los cuales supuestamente mostraban el progreso de lo que habían hecho los científicos de Pablo, para mi, demostraba lo vacía que era una persona, de lo que era capaz de hacer por odio. Sin querer, una de mis manos viajó a una de las cicatrices que contenía mi cara

— Y pensar que creí que eras lo contrario a toda esta mierda— le hablé al recuerdo de Pablo.

— Señorita Allegra, ¿puedo ayudarle?— volteé a mirar un poco angustiada, temiendo que hubiese podido oír lo que recién había dicho  

Luchando por vos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora