Capítulo 37. Intento de interpretaciones venecianas.

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Venecia

Los días seguían pasando con "normalidad", si por normalidad entendemos que vivían haciéndome exámenes. Adolf aligeraba un poco el ambiente al que me sometían continuamente, y el que Nicolai no estuviese ahí, también lo aligeraba

— Es todo por el turno matutino, te veré en la tarde — ordenó la líder del laboratorio y la mujer quien estaba llevando mi proceso. Era una mujer frívola, en su mirada no se podía descubrir nada salvo vacío, como si de verdad no hubiese nada en ella salvo el conocimiento, como si le hubiesen robado el alma. — ¿Qué observas? — negué

— No, no, perdón, no la miraba a usted, sólo me quede prendada en la nada — era evidente lo nerviosa que me ponía estar en lugares así

— Entiéndela, Sila, no debe ser fácil para ella estar acá todos los días, yo no me acostumbraría — nos observó por un momento. Al otro ya estaba cruzando la puerta — ¿Cómo te sientes?

— Me duele la cabeza — y era verdad. Todos los días se metían en mi cabeza, queriendo recuperar algo, y aunque entendía los procesos, seguía sin entender específicamente que quería recuperar Pablo de mí y eso me asustaba

— Tómate esto — me tendió unas pastas, lo cual agradecí — ¿quieres ir al laboratorio? — asentí. Había días donde los procedimientos eran tan largos e intensos que se llevaban toda mi energía, y había momentos críticos donde deseaba estar con ellos, con mi gente, con Isaac, y era lo único que me seguía manteniendo. Aarjen era un roble en esos momentos, y me sentía unida a él de forma que sentía que no podía unirme a nadie más

— ¿Por qué me siento así, Adolf? Sé que en mí hay una personalidad además de mí, o bueno, no sé cómo se explica eso, pero, ¿cómo llegó Allegra a mí? ¿Por qué es tan fuerte? — él me miraba pensativo, un poco inquieto, y su mirada viajó a nada en especifico

— Explicar esto será difícil, sobre todo porque es fácil decirlo, sentirlo debe ser complejo — me sentía agobiada y aun así, no había iniciado la explicación. Me observaba esperando que tomara una posición para continuar. Me senté al frente de él. Adolf era un chico apuesto, tendría unos 5 años menos que yo, y aun así, su semblante podía ser, me atrevo a decir, que más mustio que el de Isaac

— Decime ya

— Tú no tienes una personalidad creada desde cero, o algo creado por computadora, tienes la conciencia de un ser humano que murió — un frío se asentó en todo mi cuerpo, como si me hubiesen dicho que la peor catástrofe que iba a ocurrir en la historia estuviese a punto de iniciar. Adolf suspiró, se levantó de su silla y me tendió una bata, no entendía por qué — estás temblando — me envolvió en la bata y me encogí

— No entiendo — me abrazó y ante mi conducta, entendió que no me sentía bien que me tocaran

— Lo siento — negué

— Perdonáme vos a mí, sólo que el contacto — sonrió y negó

— Esperame un momento, iré por café para que entres en calor — asentí y lo vi irse. Unas ganas inmensas de llorar se instalaron en mí, ¿cómo podía ser que dentro de mí conviviese alguien que murió? ¿Cómo era eso posible?

Al cabo de un rato, el chico estaba de vuelta con dos tazas humeantes, me tendió una y se sentó nuevamente en la silla contigua a la mía

— No creo que sea pertinente de mi parte seguir diciendo

— Decime — lo corté — necesito entender qué me sucede para saber si de una u otra forma puedo luchar contra ello — Adolf me observaba, y en esa mirada había tristeza

Luchando por vos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora