Peligrosa pasión (1ª Bilogía "Novelas peligrosas")

18: Puertas.

Siento sus brazos rodearme y deposita un beso en mi cuello. Me dejo llevar por las sensaciones cuando mi cuerpo solo comienza a soltar todo el dolor que llevo dentro, en sacudidas de llanto que se abren paso en mí. Siento que estoy derrotada, que estoy muy cansada de luchar.

—Relájate —me da otro beso, esta vez en mi cabeza. Sus brazos me rodean más fuerte, intentando recomponerme—, no llores, por favor —le abrazo todavía más fuerte y me dejo deshacer en llanto, dejando también que mis fosas nasales se llenen de su olor.

No puedo. Jodidamente no puedo con todo esto. Que te quiten a lo que más quieras... duele demasiado. Como si te dividieran en dos y te arrancaran el alma a pedazos lentamente. Dios, esto es horrible.

—Bárbara, relájate por favor —murmura, agarrando mis mejillas con sus grandes manos. Siento como con los pulgares retira una a una mis lágrimas, para después sonreír tiernamente.

—Tengo que parecer un panda... —exclamo, pasando los dedos por mis parpados inferiores, intentando borrar los chorretones de rímel que seguro tengo por todos los ojos. Es lo que hay cuando te maquillas.

—Un panda jodidamente hermoso —sonríe y yo le imito, aunque mi boca tiembla por el llanto. No me siento emocionalmente preparada para hablar.

Y ante mi sorpresa, Jensen se agacha un poco (el jodido es muy alto) y deja un suave beso en mis labios. No es un beso rápido, mucho menos ansioso. Es un simple roce que consigue hacerme volver a latir por él. Tras separarse de mí, deposita un beso en mi nariz, sse queda en frente para que lo vea sonreír. No puedo evitar calcar su gesto, es demasiado tierno.

—No me gusta verte llorar, no quiero verte así —asiento y seco mis lágrimas, pero aparta mis manos para hacerlo él—. Si quieres que hablemos, tan solo dímelo. Si no, me lo contarás en otro momento.

—Pre-prefiero... —hipo justo cuando mi pecho se agita— Prefiero otro momento.

—Está bien. Entonces vamos a pasear, el aire te vendrá bien —me agarra de la mano y entra por el caminito de madera que hay sobre la arena. Me lleva a su lado agarrando mi mano izquierda. De vez en cuando, su dedo pulgar se mueve, acariciando lentamente mis nudillos.

Respiro hondo el olor a mar y retiro mi pelo mientras me abrazo a él. Paramos al final del camino y me giro dándole la cara, observándole tan solo a la luz que la Luna nos da. El sonido de las olas acompaña esta noche, haciendo más melancólica si eso es posible.

—He tenido unos problemas con un familiar mío —y otra vez tengo que mentir. Sé que no se quedará del todo tranquilo hasta que le dé una explicación.

—¿Tan grave ha sido? —asiento, intentando explicárselo de una manera que no desvele mucho.

—Pero ya está, ya... estoy bien —sonrío y me achucho a él gruñendo como un gatito. Huele tan bien que temo incluso poner los ojos en blanco. Él ríe y me abraza.

—Creo que tengo una lapa —levanto la cabeza y le miro, observando el iris verde de Jensen. Me encanta su color de ojos, es un verde tan intenso que me saca el alma. Yo tengo un color más clarito que él, incluso a veces me confunden con tener los ojos azules. Pero no, son verdes.

—¿Te molesta esa lapa? —sonríe y niega, dejando su rostro frene al mío.

—No podría molestarme, ni aunque quisiera —sus ojos reflejan la luna en sus pupilas, ese brillo mágico me hace no querer apartar la vista de él—. Bárbara, quiero contarte algo —noto la preocupación en su voz, mientras que sus manos se deslizan por mi cintura, acercándome más a él. No me impongo, me gusta estar cerca de él—. Hoy es la noche de las confesiones —reímos y abrazada a él le miro a los ojos.