57: Conmigo.

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Me muerdo las uñas, mientras que mi mejor amiga coloca su mano en mi hombro. Nadie sabe lo que le agradezco que intente darme apoyo, porque es lo que más necesito ahora mismo.

—Tranquila, todo irá bien —su sonrisa no consigue tranquilizarme, pero si evita que vomite ahora mismo. Le agradezco con la mirada, a lo que ella sonríe. Debo tener una cara muy extraña.

Ricardo ha mandado a Sandy, una compañera suya, para que nos indique que tenemos que hacer. Por lo que ella me ha contado, él está coordinando todo para que esta noche acabe lo mejor posible. Yo deseo que todo vaya correcto, tal y como me ha contado, no puedo imaginar que haría si nos ocurre algo a nosotros.

—Repasemos lo que debe hacer señorita Burgos —asiento a la mujer sentada frente a mí. Se nota que pone mucho interés en ayudarnos. Me alegra que Ricardo la haya mandado para explicarnos todo, se siente bien tener apoyo.

—De acuerdo. Jade y Steve se subirán en un Mitsubishi gris con usted, mientras que yo me iré en otro coche negro, sola. Sé que las llaves están en el armarito de la entrada. Con ello, iré al lugar del encuentro, el cual ya se encontrará completamente vigilado cuando esté allí. Vosotros estaréis con el equipo, escondidos. Tengo que tratar de conseguir a Héctor antes de entregarle el dinero. Solo cuando le tenga conmigo, le entrego el dinero. Y cuando eso ocurra, nos pondré a salvo detrás del coche, para que los suyos puedan entrar en acción —ella asiente.

—Muy bien. Lo has entendido muy bien —observé como ahora pasaba a tutearme, y no me importó—. ¿Estás preparada? —asiento. Lo estoy, se acabó ya toda esta mierda.

—Nunca he estado más preparada —afirmo.

—Entonces recoge el dinero y métete en el coche. Nosotros te esperaremos ya dentro del mío. Te seguiremos cuando arranques —asiento. Ha llegado el momento, no puedo estar más nerviosa.

Al girarme, me topo con Steve y Jade. Sandy se levanta y habla por teléfono en la entradita de la casa, alejada de nosotros. Ellos dos se dirigen corriendo hacia a mí y me apartan hasta la cocina. Noto el ambiente de miedo que tienen ambos, y no me gusta nada. Absolutamente nada.

—¿Qué pasa? —exclamo. Están teniendo un comportamiento muy raro.

—Jeannette, escucha. No vamos a estar a tu lado hoy, no podemos. Ambos tenemos miedo de que algo pueda ocurrirte —asiento. Normal, tengo miedo hasta yo. En situaciones como esta es imposible ser valiente. De debajo del fregadero Jade saca algo envuelto en una pequeña tela, para después destaparlo frente a mí.

—Es... Yo no... —lo que me está enseñando es nada más y nada menos que un arma. Una pistola reluciente, de color plateado. Miro hacia Sandy, quien sigue hablando por teléfono. Agarro la mano de Steve y el brazo de Jade, para acercarlos a mí— ¡¿Me podéis explicar que hacía eso en el fregadero?! —susurro alterada.

—Cógela y guárdatela. Si algo pasa, lo único que tienes que hacer es disparar, está cargada. Es la única manera que tenemos de asegurarnos de que estás bien Jean —miro los ojos de mi amiga, mientras que balbuceo sin llegar a decir nada. No tengo ningún argumento porque es verdad lo que dice.

—Escúchame, esto os puede salvar a ti y a Héctor en un momento desesperado. Sabes que con León nunca puedes ir con seguridad. Cógela Jean, nadie se enterará de esto —tienen razón. Sé que el arma puede salvarnos la vida en un segundo donde tenemos todas las de perder. Por eso, la agarro y me la escondo detrás de la cinturilla del pantalón, cubriéndola con la parte trasera de la sudadera que llevo.

Cuando Sandy asoma la cabeza por la puerta de la cocina me sobresalto. Pero por suerte, no llega lo suficientemente a tiempo como para ver que tengo un arma en el... en el culo. El sudor frío recorre mi espalda de lo mal que me siento ahora mismo. Es horrible.

Peligrosa pasión (1ª Bilogía "Novelas peligrosas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora