Monstruo.

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No había podido dejar de pensar en la historia de las brujas desde que Martha se la había contado.

Quizá estaba sacando las cosas de quicio. Ella nunca había creído en cuentos de viejas como aquel. Cuando las mujeres de su pueblo hablaban de sirenas que se comían a los hombres, ella sacudía la cabeza y se reía de su ignorancia.

Por ello, se sintió estúpida cuando le pidió a Martha que buscaran más información sobre el tema.

-¿Y dónde pretendes buscar algo así? –había preguntado su amiga dando un sorbo a su taza de té.

Habían quedado una semana después del mercadillo. A Prue le hubiera gustado verla antes, pero Martha estaba demasiado ocupada organizando su propia boda.

-¿En alguna biblioteca? –Prue cogió otra de las pastas que Martha había llevado. Las había mirado decaída porque no tenía nada ni la mitad de bueno que ofrecerle, pero se alegraba de que la rubia no hubiese hecho ningún comentario acerca del estado de la vajilla en la que había servido el té.

-Podría ser... -respondió, aunque sin convicción.

Prue suspiró mientras saboreaba la pasta de mantequilla. Era lo mejor que había comido en días.

-¿Qué propones entonces, Martha?

-Bueno... -agarró con sus delicadas manos de princesa la tacita, mientras se encogía de hombros-. No creo que una leyenda tan antigua esté en cualquier sitio, ya sabes. De hecho, si fuera verdad, sólo la poseerían quienes forman parte de ella.

-El Cazador y la Bruja –murmuró Prue.

-Exacto.

Durante unos momentos se quedaron en silencio. Que aquella leyenda solo estuviera en poder de un cazador y una bruja que siquiera se sabía si eran reales, las dejaba sin opciones.

-Mi abuela –dijo Martha de repente, mirando por la ventana de la casucha. Prue la había limpiado, pero aún así se encontraba llena de grietas-, Agatha, habría sabido algo de esto.

Prue asintió y le dio un sorbo al té. Excepto por su amargura, apenas tenía sabor. Era del color del agua sucia.

-¿Qué le pasó a tu abuela?

Martha la miró a la cara antes de responder.

-Nadie lo sabe. Enfermó de repente cuando estaba a punto de dar a luz al hermano pequeño de mi madre.

Prue guardó silencio. Luego, en voz baja, musitó:

-Aquello debió destrozar a tu madre.

Prue había visto a Victoria Williams. Era hermosa, pese a las finas arrugas que se formaban alrededor de sus ojos, pese al disgusto permanente que había en su mirada. No parecía discutible el hecho de que Martha había heredado la hermosura de su madre. Excepto los ojos. Los de Victoria eran azules como las aguas de un lago en primavera. Quizá los ojos marrones de Martha procedían de su padre.

Martha soltó una risita amarga.

-Lo dudo. Mi madre odiaba a mi abuela. Y un hermano le hubiera arrebatado la herencia.

-¿Por qué la odiaba?

Martha cogió otra pastita y se la metió a la boca. Cuando quedó claro que no iba a contestar, Prue hizo otra pregunta con ánimo de distraerla.

-¿Qué tal tu prometido?

Martha sonrió mientras dejaba la taza vacía a un lado. Aquel día se había puesto un vestido oscuro de alguna tela que Prue no lograba identificar, pero que casaba con los lazos con los que había aprisionado su cabello en dos trenzas.

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora