Estúpidas.

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Prue ahogó un grito cuando la rama de un árbol hizo que la fina piel de su mejilla se abriera.

Llevaba todo el cuerpo lleno de marcas similares, tortura de la vegetación salvaje del bosque. Sin embargo, se obligó a ignorar el dolor: estaba segura de que sería peor el dolor que le infligiría la bruja si la pillaba. Sus piernas ardían por el esfuerzo, pero también ignoró aquello. Centró todos sus sentidos en la mano de Alfred, que tenía firmemente aferrada, y en la búsqueda de un lugar que les proporcionara algo de protección.

Su mente trabajaba para intentar idear algún plan, pero quizá fuera por el pánico, quizá fuera porque, al fin y al cabo, no era más que una muchacha inútil, no se le ocurría nada más que darle tiempo a Patíbulo.

, trató de auto-convencerse, debo darle tiempo a Alexander para que derrote a la bruja de fuego, y entonces podrá derrotar también a ésta. 

Había puesto en un aprieto a Wilda tiempo atrás, sí, pero lo hizo por la espalda, cuando Wilda no se lo esperaba. Dudaba que aquella bruja fuera tan confiada.

-¡Prue! -Jadeó Alfred. Prue notó como el chico ponía resistencia. Ella le soltó la muñeca y se giró hacia él. Tenía el rostro igual de magullado que el suyo propio-. Para. No puedo seguir.

Prue lo miró, desesperada. La bruja los alcanzaría. Por un momento acarició la idea de abandonarlo allí, a su suerte, y huir sola. Se secó con el antebrazo y trató de recuperar el aliento. No podía dejarlo ahí. Wilda y Patíbulo confiaban en ella, sino no la habrían dejado marchar sola.

-Alfred, por favor -imploró. Tenía miedo. No comprendía cómo él parecía estar tan tranquilo-. Sólo un poco más. Casi hemos llegado -mintió. No dejaba de echar miradas por encima del hombro de Alfred, y el chico se dio cuenta pero, ¿qué más daba?

Ella no era fuerte ni capaz de sostener un arma que la doblaba en envergadura, como Patíbulo. No era capaz de llamar a las fuerzas de la naturaleza para pelear ni defenderse, como Wilda. Nadie le recriminaría que tuviera miedo.

-No puedo más, Prue -se quejó, frunciendo el ceño-. Si tanto temes a la bruja, déjemos que venga. Le decimos que no somos sus enemigos. Nos escuchará.

La joven lo miró como si estuviera loco. Quizá así era. ¿Qué estaba diciendo?

-¡No digas tonterías! -Gritó Prue, sujetándolo por los hombros-. ¡Ya las oíste! ¡Sólo nos dejarán si te marchas de tu hogar y si entregamos a Alexander! ¡Vamos...!

No acabó la frase. La embargó una aterradora sensación de ingravidez, y todo pasó muy despacio. Vio el rostro de Alfred, en cuyo semblante se reflejaba una mezcla de pavor y asombro. Notó la fuerza del viento en la cara, el cabello azabache interponiéndose en su campo de visión. El grito de Alfred y la visión, cada vez más terrorífica del suelo. Abrió la boca para gritar, pero no le dio tiempo. Su campo de visión se oscureció en el mismo momento en el que un dolor seco, que le hizo pensar que había roto todos los huesos, le sacudía el abdomen.

Luchó por no desmayarse. Sacudió la cabeza. Notó un líquido caliente deslizarse por su frente. Trató de ponerse en pie, pero se encontraba mareada, desorientada, dolorida y débil, y volvió a caer, lo que le arrancó un gritó cuando un dolor punzante le recorrió el pecho.

-¡Prue!

¿Alfred...?

Levantó la mirada y consiguió enfocarla lo suficiente como para ver como el chico corría hacia ella, tratando de sujetarla. Prue alargó la mano hacia él, pero antes de que sus dedos se rozaran siquiera, aquella sensación espantosa la embargó de nuevo. 

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora