Final.

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Elizabeth gritó cuando vio cómo el cuchillo que enarbolaba Prue, y que sabía que era de Patíbulo, abría a su hermana en canal.

Más que un grito fue un aullido. Fue un aullido de dolor y desesperación, de miedo y de impotencia, de tristeza e ira.

Martha no, por favor Dios, ella no, Martha no.

Elizabeth no era creyente, pero hubiera vendido su alma a cualquier divinidad con tal de que hiciera que la herida de su hermana se cerrara.

Se tragó las lágrimas, porque era la mayor, y Martha se estaba muriendo

Por favor Dios, Martha no.

y seguro que estaría aterrorizada, probablemente tendría tanto miedo como ella misma

No, no, no, no, no, no, no, no.

porque aunque se estaba haciendo la valiente nunca en su vida había tenido tanto miedo.

Por favor.

La sangre no paraba de manar de la herida abierta, y los ojos de Martha, de su hermanita, de lo único que importaba, se habían vuelto opacos y ya no enfocaban.

Por favor, por favor, por favor.

―¿Martha? ―susurró Elizabeth, con la voz temblorosa. Le estaba costando horrores no ponerse a llorar, pero su hermana necesitaba que fuera fuerte por ella―. Martha, estoy aquí. No tengas miedo, no pienso irme a ninguna parte. Estoy aquí.

Movió las manos, insegura, sobre la herida de su hermana, rezando para que el poder bullera, como solía hacer cuando podía destrozarlo todo, y le dijera qué demonios debía hacer. Una parte de ella, una parte pequeña e ingenua, esperaba que ser una bruja de tierra le permitiera ser capaz de curar a su hermana, de regenerar la carne abierta, igual que las plantas volvían a crecer después de un incendio, pero el poder permaneció en silencio.

Por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, ¡por favor!

Notó movimiento a su lado, y se dio cuenta por primera vez de que tenía junto a ella a Kaliska y a su madre. También Prue debía haber estado junto a ella, porque vio como Patíbulo la levantaba del suelo de un tirón.

Escuchó un jadeo suave, el tipo de sonido que solo sale de la boca de quien esta soportando un dolor inimaginable, y

Oh, Dios, no, Dios, por favor.

cuando volvió a clavar la vista en su hermana se dio cuenta de que sus ojos se habían apagado del todo.

No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no.

Sintió un dolor desolador en el pecho. Se dobló en dos junto al cuerpo de Martha, llevándose las manos al lugar en el que suponía que estaría su corazón si no se hubiera roto, y aulló. Dejó que por primera vez en años las lágrimas le bañaran el rostro y cayeran, deslizándose desde sus mejillas, hasta la sangre de Martha, que todavía tenía que estar caliente, y aulló. Aulló y aulló y aulló como el monstruo en la que acababan de convertirla.

No...

Esa chica, Prudence, era la que había matado a su hermana. Y lo había hecho con la daga de Patíbulo. Ambos eran los culpables. Ambos lo eran, claro que sí.

―Mátala ―escuchó que decía su madre.

Elizabeth buscó con la mirada a los dos asesinos, y los encontró tratando de huir cogidos de la mano.

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora