El día había amanecido de cuento.
Cuando Elizabeth había despertado aquella mañana y se había asomado a la ventana el cielo era de color turquesa. Las nubes parecían algodón y los pájaros trinaban revoloteando de aquí a allá. Una golondrina se había posado en el alfeizar y la había mirado un momento antes de emprender el vuelo de nuevo. Sin embargo, por alguna razón, aquello había cambiado radicalmente: el cielo había adquirido un inquietante tono plomizo y un vendaval había sacudido el pueblo por unos momentos antes de detenerse de golpe. Elizabeth no había recibido clases sobre meteorología, pero tampoco hacía falta ser muy espabilado para darse cuenta de que algo extraño estaba pasando.
-Lo estás haciendo mal, Elizabeth, repítelo –dijo su madre, señalando una parte del cuaderno llenó de cuentas que Elizabeth usaba para estudiar.
Ella resopló, pero obedeció. Tachó su error y comenzó a hacerlo de nuevo.
No estaba segura de cómo sería la educación en el resto de casas nobles (no abundaban precisamente en ese pueblucho) pero intuía que no era la madre la que enseñaba, ni la hija la que aprendía.
Elizabeth había recibido una educación excepcional para ser mujer, y lo sabía. Probablemente estaría mejor educada que la mayoría de hombres nobles de la zona. Casi todo el mundo sabía aquello. Lo que no sabía nadie excepto ella y su madre, era que la que se ocupaba de su educación era Victoria y no Gerard.
Cuando la gente miraba a la familia Williams, veía a una familia noble y rica.
-Ese Gerard ha conseguido que su familia sea la más poderosa de la zona –decían algunos necios.
Los que llevaban el tiempo suficiente en el pueblo sabían que aquello era mentira, pero Elizabeth suponía que siempre era más fácil una mentira que soportar una verdad incómoda.
Lo cierto era que cuando Agatha Arlene había prometido a Victoria con el que sería su futuro marido, Gerard sólo era un muchacho que trataba de hacerse un hueco en el mundo del comercio. La familia Arlene era asquerosamente rica, y aquello había permitido a Gerard experimentar con la exportación. Sin embargo, pronto quedó claro que no era más que un inútil sin dotes para aquello. Lejos de admitir su derrota, Gerard comenzó a contar a todo aquel que quisiera escucharlo que toda las riquezas que poseía la familia Williams eran gracias a él.
Victoria no los sacó de su error.
Al principio, Elizabeth se había tomado aquello como una muestra de debilidad por parte de su madre. Luego, se dio cuenta de que era una pequeña venganza. A Victoria le encantaba escuchar como Gerard se ponía a sí mismo en evidencia hablando sobre temas de los que no tenía ni idea en las fiestas. Trataba de hacerse el gran hombre de negocios, pero lo cierto era que no resultaba complicado ver que el hombre se sentía perdido en aquel sector. La gente lo miraba entonces, desconcertada. "¿Cómo puede haber ganado tanta fortuna semejante patán?" se preguntarían muchos. Y entonces miraban a Victoria. La hermosa, educada y rica Victoria, que miraba a su marido con una pequeña sonrisa de triunfo pintada en la cara, y algunos, los más inteligentes, lo entendían: la fortuna de los Williams no se debía a Gerard, sino a Victoria y su familia.
Y no era sólo que la familia de Victoria poseyera una gran fortuna. Cualquiera que quisiera escuchar a Lady Victoria Williams se daría cuenta de que era una mujer muy inteligente. Elizabeth sabía que Victoria podría haber sacado adelante casi sin esfuerzo el negocio de su padre. Sin embargo, ésta parecía disfrutar cal ver cómo la sonrisa de Gerard se borraba de su rostro cuando alguien le preguntaba en algún evento social qué tal le iba el negocio.
A pesar del nulo interés de Victoria en salvar el negocio de su marido, sí había hecho especial hincapié en la educación de Elizabeth. Le había enseñado historia, matemáticas, geografía, filosofía y astronomía. Elizabeth hablaba francés, español e italiano gracias a su madre, además de saber leer perfectamente latín. Claramente, también tenía los mejores modales, sabía bordar y sonreír como una señorita. Era buena amazona y mejor bailarina.
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Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018
FantasyGanadora de los premios Writers for writers 2017 en la categoría de Maravillas sin descubrir. Prudence Anderson hubiera preferido no tener que mudarse a ese pequeño pueblo dejado de la mano de Dios. A pesar de que llega ahí tratando de huir de un pa...