Río.

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El lobo se preparó para saltar.

Prudence se giró hacia él y lo miró a la cara.

Patíbulo había leído parte del diario de su padre antes del viaje, así que sabía que el lobo era falso. Un espejismo creado por una bruja. Al menos, eso esperaba. Sin embargo, a pesar de que un espejismo no podría hacerle daño a Prudence, Patíbulo desconocía el poder de la bruja. Si no hacía algo rápido, la bruja quizá podría hechizar a Prudence.

-¡Golpéalo! -Gritó Patíbulo, dando un paso adelante. El lobo lo miró alzando las orejas, alerta, y le gruñó, pero Prudence pareció no escucharlo. Patíbulo gruñó entre dientes. No sería capaz de llegar lo bastante rápido al lado de la chica, pero si lo que había escrito su padre era cierto, solo necesitaba desconcentrar a la bruja para que el espejismo se desvaneciera.

Aprovechando que el lobo volvió a mirar a Prudence, Patíbulo se agachó, agarró un pedrusco y se lo lanzó con fuerza. La piedra golpeó la cara del animal que, en lugar de gruñir, se deshizo hecho agua. En su lugar, apareció una muchacha.

Una bruja de agua.

Prudence, sin entender, dio un grito y se echó hacia atrás. Patíbulo, por su parte, la miró, calibrándola: la muchacha estaba sucia y llevaba el pelo, castaño claro, recogido en dos trenzas. No sería mayor de quince años, pero tenía una mirada cruda que lo sorprendió.

-¿Quién eres? -Preguntó. Sabía que su deber era acabar con ella, pero se mostraba reticente ante la perspectiva de hacer daño a alguien tan joven.

Hipócrita, susurró una voz en su mente, ¿acaso no has ejecutado ya a muchachas de su edad?

La muchacha se tensó, lista para lanzar algún hechizo. Sin embargo, antes de hacer nada, respondió:

-¿Quién lo pregunta?

Patíbulo, que todavía llevaba el hacha en las manos, hizo un gesto a Prudence para que se pusiera a salvo tras él. Prudence obedeció.

-Soy el cazador -respondió. Al contrario que a su padre, le agradaba el nombre.

La chica se puso lívida, pero apretó los labios y se mantuvo en su posición.

-Bien, pues debes saber que mi nombre es Wilda -hizo un gesto con las manos. Al principio, Patíbulo no percibió ningún cambio, pero entonces escuchó cómo el sonido del agua del río cambiaba. Wilda usaba su magia para atraer el agua y posicionarla ante ella, como si de un escudo se tratara -y no permitiré que vayáis más allá.

Patíbulo se tensó y pensó en sus posibilidades. Podían tratar de convencer a Wilda de que los dejará pasar, pero la chica parecía terca y no cedería.Podía tratar de pasar por la fuerza, pero nunca se había enfrentado con una bruja a excepción de Beth, y esta le había dado una paliza.

-No queremos hacerte daño -dijo, encogiéndose de hombros, como si no la temiera-. Sólo estamos buscando a otra bruja.

Wilda lo miró con escepticismo, pero Patíbulo pudo apreciar como bajaba la guardia.

-¿A quién?

Prudence le cogió del brazo, una advertencia silenciosa. Patíbulo sabía que había una posibilidad, aunque pequeña, de que Wilda y Beth estuvieran compinchadas.

-Es una bruja de aire -se limitó a responder.

-No conozco a ninguna. Mejor será que os marchéis. Yo tampoco quiero haceros daño.

Patíbulo gruño. Sabía que Beth se encontraba en algún lugar de aquel maldito bosque, y si no daba con ella era probable que Elizabeth muriera. Regresar no era una opción, al menos, no para él. Miró a Prudence de reojo. Aunque estaba pálida, se la veía decidida. Al percatarse de su mirada, Prudence asintió.

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora