Pasado.

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Patíbulo no soltó a Prue hasta que fue capaz de divisar su casa a lo lejos. Prue había estado bastante quieta todo el camino, pero en cuanto notó que los pasos de Patíbulo vacilaban comenzó a revolverse. Patíbulo gruñó cuando ella acertó a darle un rodillazo en las costillas. La dejó caer y continuó andando como si fuera una marioneta.

-¡Alexander!

Patíbulo no quería saber nada de Prue. Ni de Prue, ni de las brujas, ni de más asesinatos ni de nada ni nadie. Lo único que quería era sentarse en el viejo sillón de su padre y beberse todas las botellas de whiskey que hubiera en la casa, si es que aún quedaban algunas.

Pero siempre había sido claro que era algo muy diferente lo que él quería a lo que normalmente acababa sucediendo, así que Prue llegó hasta él y lo sujetó del brazo.

-¡Alexander! –Repitió. Había furia en sus ojos de hierro. Le gustaría poder sentirse furioso también, pero todo aquello se había extinguido cuando entendió a qué estaban jugando-. ¡Tenemos que hacer algo!

Patíbulo se desasió de un tirón del agarre de Prue. Ella lo miró con los ojos muy abiertos, como si no se creyera lo que acababa de hacer él. El verdugo reanimó su marcha hacia la casa, pero Prue volvió a gritar:

-¡Alexander, tienes que hacer algo! ¡Eres el Cazador!

Patíbulo apretó los dientes y la encaró. Prue estaba pálida, pero no demasiado si se tenía en cuenta de que acababa de presenciar dos asesinatos.

-¿Qué propones? ¿Qué vaya y me deje matar?

Prue torció el gesto, y se retiró el pelo de la cara.

-Eres el Cazador –volvió a decir, como si eso lo arreglara todo-. Si salimos ahora aún podemos alcanzarla. Irá con Martha, seguro, y Martha no está acostumbrada a grandes caminatas.

Patíbulo perdió los nervios. No entendía como Prue no se daba cuenta de que él no tenía ninguna oportunidad contra Elizabeth. Y eso que habían tenido suerte de que su magia no fuera tan destructiva como la magia de fuego.

¿Suerte?, pensó justo después, ha desintegrado la mano de Gerard Williams solo con tocarla.

Además, estaba bastante seguro de que Elizabeth no llevaba mucho tiempo haciendo uso de sus poderes. No más del que él llevaba sabiendo que era el Cazador, desde luego. Antes de que Prue apareciera, Elizabeth solo se concentraba en él y en su hermana. Y aun así ella sería capaz de destrozarlo si le apetecía.

-Lo que deberíamos hacer es marcharnos de aquí –contestó, sin mirarla a la cara-. Créeme, no querrás estar aquí si vuelve.

-¡¿Desde cuando eres un cobarde?! –la voz de Prue se alzó sobre los árboles. Los pájaros alzaron el vuelo y huyeron. A él también le gustaría huir.

-Siempre lo he sido –respondió. No esperaba que la chica se compadeciera de él, solo decía lo que sentía. Siempre había sido cobarde. De niño nunca salía a bailar bajo la lluvia junto a April, solo la miraba desde la seguridad de la ventana. Tampoco hizo nada cuando Rebecca mató a sus padres. A pesar de saber que había sido ella, a pesar de saber que podría matarla cuando dormía, no lo había hecho. Se había quedado quieto, como siempre hacía, observando las cosas desde la seguridad de su pequeño mundo, y había esperado a que alguien más se encargara de ella. Lo único que había tenido que hacer era empujarla cuando unos vecinos acusaron por fin a Rebecca Corwell de bruja.

-No te creo –Patíbulo la ignoró y continuó caminando hacia la casa. No miró hacia atrás, pero podía escuchar como Prue intentaba seguirle el ritmo, así como el jadeo de su voz cuando volvió a andar-. Elizabeth Williams nunca se habría enamorado de un cobarde. Ella no.

Las lágrimas de la bruja. #PNovel #BubbleGum2017 #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora