Capítulo 20

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Capítulo 20 - "Gestos de perdón"

Mi cuerpo no podía tranquilizarse, una inquietud corría por dentro de mi cabeza, ¿quién era esa persona? ¿de donde viene? ¿por qué ha venido?

¿Por qué ni si quiera existe alguien más en este mundo que no sea yo misma?

Estaba ahí, en la esquina oscura de mi habitación, la cámara observaba detenidamente el cuerpo inmóvil de mi visitante. No podía quitarme ese remordimiento de dentro, yo le había golpeado, era yo quien le había provocado estar así, ¿por qué mi cuerpo no pudo controlarse? ¿por qué reaccioné así? Nada llegaba a tener un sentido lógico dentro de mi mente.

Pasaba el tiempo y yo seguía reflexionando, temblando y asustada por lo ocurrido, no podía pensar que esto estuviese ocurriendo, no podía asimilarlo. Pero fue entonces cuando vi que se movía, en ese mismo instante pare de temblar, se me paró el corazón, se me congelo la mirada ante aquella figura que realizaba un gran esfuerzo para reincorporarse a la habitación y lograr ponerse de pie.
Se estaba acercando, con un paso suave y calmado, se dirigía hacia mi. Permanecí quieta, acurrucada en aquella esquina, pensando que estaba segura y protegida en aquel lugar, pero el seguía avanzando, lentamente se acercaba un poquito más a mi, se agachó ante mi cuerpo inmóvil, me miró profundamente en los ojos, yo le miré a los suyos, extendió su mano y acarició la tez de mi cara.

Esa sensación de sus dedos friolentos recorriendo cada centímetro de mis mejillas, esa textura de la yema de sus dedos pasando ligeramente sobre mi piel. Se me encogió el alma, como podía haber reaccionado de manera tan violenta ante una persona tan pacífica y calmada. No podía creerlo.

Decidí reaccionar, y rompí con mi gesto aquella situación tan surrealista, le cogí la mano y la acaricie con dulzura, intenté expresarle que lo sentía, el pareció aceptar aquel gesto de humildad y sonrió.

-Levántate vamos a salir de aquí. - me susurro al oído.

Se me puso la carne de gallina y los pelos de punta al oír esas palabras, esa sensación de querer escapar, de querer huir, de ser libre. Le miré a los ojos convencida y mi rostro se alegró enormemente.

- Vamos a ello. - le respondí entusiasmada.

Se levantó y con su mano me levantó del suelo de aquella habitación, cogidos de la mano me guió hasta las escaleras, me indicó que fuera yo primera, y así lo hice. Puse mi pie en el peldaño y él me ayudó a mantener el equilibrio. Después de subir por completo las escaleras observé como el ascendía por aquellas escalerillas. Estábamos en un lugar muy extraño que se encontraba por encima de la habitación en la que había estado encerrada durante lo que parecían siglos.

No podíamos ver apenas nada, y a pocos metros de nosotros se encontraba la más basta oscuridad, no se podía distinguir nada entre las sombras. De repente algo en mi compañero le advirtió de que algo iba mal.

- ¿Has oído eso? - preguntó muy preocupado.

Le negué con la cabeza mi respuesta, mis oídos inexpertos no habían oído aún nada que no proviniese de la habitación.

Me volvió a coger de la mano y empezó a correr por los pasillos casi arrastrándome hacía la más inmensa oscuridad.

¿Acaso puedo confiar en este desconocido?, pensé. En el fondo mi intuición me dijo que tenía que ir con el. Mis pies empezaron a correr tras mi compañero.

Íbamos a salir de aquí, por fin.

Las paredes de tu interior.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora