Un día cualquiera..., mucho antes de ella.

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Las ramas de los arbustos eran rastrilladas por el cuerpo del macho al pasar y su olor se expandía por el espacio que ocupaban. Estaba húmedo, la última tormenta había dejado pedazos desparramados de ramas secas y corroídas por el moho y los insectos; parecían cadáveres de seres irreales tirados en el suelo del bosque. Arriba, los pájaros salían al vuelo, despavoridos por el bullicio que se expandía unos metros hacia abajo.

El macho sentía el peso ardiente de sus pulmones en su pecho. Su respiración era casi superficial y rápida. Unos metros tras èl, un aullido y la imagen de un lobo color arena se divisaban a unos metros de distancia; quizás dos. El macho pudo escuchar las pisadas apresuradas de ocho pares de patas a cada lado, 'Me están acorralando' pensó casi con un sentido de orgullo. Apretó el paso, dejando atrás al lobo que lo perseguía y haciendo que los dos que lo acorralaban se dispersaba. Los músculos le ardían, y su piel le quemaba, aun así, no se detendría.

Llevaba ya más de cuatro años en aquella tarea; le gustaba. Los lobos y perros rescatados nunca sentían pena por èl. A la larga, se habían convertido en su fuente de escape. Quizás, desde el punto de vista humano: los desdichados animales eran salvados por el macho, este, en cambio, consideraba a los animales como sus salvadores. Siempre estaba ocupado, nunca había tiempo de mirar hacia atrás.

La frontera de su territorio hizo que el macho aullara, alertando así a la manada tras èl que el juego había terminado. Revenge dio la vuelta. Green, el inmenso lobo de ojos del mismo color con el cual fue nombrado, corrió a su lado en cuanto se encontraron. El macho bufo para si mismo, cuando el gran lobo salto a su lado como cachorro adiestrado.

Revenge estaba más interesado en que sus lobos reconocieran todos los olores de los suyos, así, y sin que nadie supiera, los limites de su territorio estaban cubiertas no solo por él, si no también por la manada.

Estaba oscureciendo. El macho gruño con impaciencia. 'Odio la noche' pensó. Sí, aquel punto en el que el sol abandonaba el inmenso cielo, dando paso a la penumbra y al cansancio, no eran sus favoritas. Al macho no le gustaban aquellas horas. No le gustaba el silencio, no le gustaba la forma en la que todo volvía a èl. Los gritos, las imágenes, los olores, la ausencia de los colores que ahora sabia que existían. La noche traía consigo las promesas que nunca cumplió, un 'todo estará bien' que nunca pudo ser y con ello, el dolor. El macho paso saliva por su garganta y entro a su cabaña.

Pocos minutos más tarde, el agua trazaba la figura fibrosos de los músculos esculpidos por el esfuerzo cotidiano sobre la piel del macho. El agua caía como cascada sobre su cabeza mientras este respiraba con dificultad. Apretó los ojos con fuerza. No quería recordar, no quería lo oculto en la bruma. Un gruñido gutural se formo en su garganta, gritó mientras sus puños impactaron contra las losas de la ducha y el dolor viajo por su nervio braquial distrayéndole así del dolor quemante en su pecho.

Otro golpe y la angustia disminuyo.

La sangre se coló de sus nudillos logrando así, despejar por completo otra clase de sufrimiento del cerebro del canino. Salió de la ducha y se dispuso a cubrir las heridas de esta ocasión. Tenía hambre. Los restos de comida no serian suficientes. Se dispuso a cocinar unos cuantos filetes de venado en una parrilla improvisada en el patio. Snoop, un perro rescatado hacia unos dos meses, acarició su pierna derecha con salameria mientras sus ojos suplicaban un trozo de la preciada carne.

-Tienes que integrarte a la manada y cazar tu propia comida-. Dijo. El perro, como si de un niño malcriado se tratase, bufo con fuerza y se tiro de lleno hasta el suelo. -¿No te moverás, no?-. Volvió a preguntar el macho, ahora divertido. El perro levanto la cabeza y ladro como diciendo: 'Dame ya esa cosa en tus manos'. Revenge, volvió a bufar luego de dejar caer el preciado sueño del fisgón.

Ya era tarde. La manada se había retirado hasta su guardia a unos metros de distancia de su cabaña. Las nubes cubrían por completo el cielo. Revenge recostó su cabeza en la hamaca del pórtico, le gustaba estar allí, no había nada que le hiciese sentir atrapado. A lo lejos, podía escuchar el aullido de algunos de los lobos y de su especie. El cansancio llego a él a las dos de la mañana, haciendo que sus párpados cerraran el camino a la pobre luz existente en el lugar.

Los gritos llenaron la oscuridad, el olor férreo del liquido vital  color carmín se coló en sus fosas nasales. La sensación del acero chocar contra su cráneo, no hacia competencia con el dolor en su pecho. Un charco de sangre que no le pertenecía al mocho torturado, aún  esta en la celda y el cuerpo de la frágil hembra dueña el liquido carmesí, estaba fuera de ella, mientras los técnicos se burlaban y arrastraban a la hembra por una de sus piernas. Un aullido lleno el lugar, mientras el cuerpo de la primate desaparecía tras una de las puertas, dejando con ello eco y burlas crueles de seres sin corazón o alma...

El macho en la hamaca despertó sobresaltado. Su cuerpo cayo hasta el piso, mientras la implacable gravedad se hacia presente. El macho gimió de forma angustiante. Sus uñas rasgaron el suelo de madera logrando grabar cuatro pares garras en el piso. Su frente cayo entre las marcas poco antes que se elevara junto con un aullido del macho. Otros aullidos le hicieron eco.

Minutos después, la manada seguía la carrera desenfrenada del macho. En ese momento, ya eran las cuatro de la mañana. Otro día empezaba, otro día concluía, y quizás, si tenía suerte, esta vez terminaría lo suficientemente agotado, para no recordar..., o al menos, para fingir no hacerlo.

★★★★

Bienvenidos a un nuevo viaje.

Gracias a todas por su compañía.

Un beso grande.

Att: Jalsettgel.

Revenge. Nuevas Especies. Libro 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora