Actos de guerra...

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Nota: Travis Collin era el superior de Sarha (libro1) quien le ordeno borrar los archivos que vinculaba al gobierno con Mercile.

Annaya: solo es un personaje inventado para la ocasión.

Dos semanas después...

Travis Collins daba vuelta en la estancia de su casa materna como un animal enjaulado. Estaba perdido, Atrapado, de una forma u otra.

Las paredes estaban cubiertas con las fotos de sus ancestros: su abuelo, quien había servido como piloto de la marina por mas de veinte años, su padre, general del ejercito, su madre y su hermano, agentes de rango mayor en la CIA, y su abuela: aquella mujer de mirada fría y gesto brusco que siempre dirigía a las personas y a su familia como si fuese un ejercito en pleno campo de batalla.

En aquellas paredes no había amor. No habían buenos recuerdo o tardes familiares en la playa. De aquellos seres de solo deber y honor solo quedaba èl.

A los trece años, Travis comunico a su padre que se convertiría en profesor; solo eso quería. Quizás, con los años, podría conquistar aquella chica de la antigua casa a dos cuadras de la escuela; aquella que siempre le saludaba con una sonrisa y nunca hablaba. Annaya Willians, se llamaba. Aquella chica triste y de sonrisa tímida quien robo el corazón de un niño aun mas triste.

Un mes luego de aquello, fue internado en un colegio militar...; jamas volvió a ver otra cosa que no fuese aquella vida.

Al cumplir los veinte años, ya tenia sus propios demonios que acechaban sus sueños, pesadillas de guerra y muerte. Había tenido suerte.
Muchos, apenas recordaban estar vivos. Èl aun tenia los sueños y los recuerdos, todos protagonizados por una dulce niña de mirada triste. "Podre volver", se decía. "La buscare", volvía a convencerse. Pero, la realidad del mundo era otra y èl ya estaba hundido en su propia mierda. Pasaron mas de diez años antes de ver nuevamente el lugar donde nació.

Volvió a casa, a su ciudad, su barrio. Todo había cambiado y aquella casa a cuatro lugares de la escuela estaba bacía y en ruinas; su alma igual. "La policía saco a los críos de allí, el hombre era un borracho y un abusador" le había informado uno de los pocos ancianos que seguían recordando a los moradores de esa casa. "A nadie le dolió que la chica mato al viejo cabrón la ultima vez que le puso las manos encima...-, afirmo. -Es una pena que la policía no pensara igual" había concluido con pesar el anciano.

Por aquello, también se había culpado. Si hubiese sido mas valiente, pero en esta vida los habría y y si no existen.

Annaya volvió a su vida una noche de diciembre mientras cabeceaba entre la lucidez y la borrachera en un bar de Chicago. De aquella chica triste y hermosa no quedaba nada. Él la odio, la odio por destruir lo inició bueno que quedaba en su mente. La odio por destruir su recuerdo tras cien dolares, una mamada y un cuarto de hotel barato. Él aun recordaba la pequeña falda de color purpura brillante enrollada en aquellos muslos gastados por manos extrañas. Ella, aquella niña, era suya, y aquella mujer de labios rojos y jadeos ensayados la destruyo tras un orgasmo fingido.

Ella no le recordaba. Él nunca la olvido.

Ella destruyo destruyo lo poco que quedaba de aquel chico de trece años.

El primer día del siguiente año, el cuerpo de una mujer vestida de púrpura y con labios carmín, era encontrada bajo la nieve a unas cuadras de un hotel barato en Chicago. A nadie le importo y èl, Travis, creyó que había hecho justicia, después de todo, aquella mujer había asesinado lo mejor, si no es que lo único bueno de sus memorias de su humanidad ¿acaso no merecía un final similar?

Travis, a los cuarenta años y sin una vida propia, recuerdos, amores o aspiraciones, último de su familia, se hundía en su propia y asquerosa basura.

El hombre de aspecto desalineado y mirada sangrienta dirigió su vista de vuelta a los documentos, fotos, y permisos en su escritorio. Tenia que sacarla de aquella jaula.  Aquella cosita que algunos cuantos años atrás había recivido por sus sueños futuristas era su única salida.

Ella, y aquel deseo por proteger a otros. E.J. Bans había llegado a él con planos de un sistema futurista de seguridad. Costoso, aéreo e innecesario. Había alegado un año después mientras se burlaba de sus esfuerzos. Ahora, aquel maldito sistema de seguridad hacia imposible sacar a las bestias de su jaula y sobre él, colgaba una amenaza. Sus jefes sobre su cabeza se escondían tras el poder mientras él se arrastraba en el fango. Debía dar cuentas, èl había dado la orden de eliminar evidencia y alguien quería su cabeza en un plato.

-¡¿Que demonios quieres!?-, grito tras levantar su teléfono y ver de quien se trataba.

-Nos prometiste la maldita entrada al Homeland. Nos preguntamos ¿Cuanta mas paciencia crees que tenemos?-. Dijo la voz tras el auricular.

-¡No tengo la culpa de que los idiotas hayan dejado escapar a Cerrano-. Argumento.

-Eran sus malditos mercenarios, Colins. Nos aseguro que todo estaría bien.

-Le recuerdo que su hombre era quien estaba al mando, si hubiese dejado a mi equipo al mando la ramera estuviese en sus manos-, argumento. No era un secreto para èl que su cabeza colgaba de un hilo luego que perdieran a Sarha Serrado y Arthur Colleman. Fue su error. Debió separarse de industrias Merceli en el instante en que todo exploto. Un error, que ahora se estaban cobrando. No hay serpiente mas peligrosa que la que esta acorralada. Pensó. -Bans estará a su disposición pronto. No lo arruinen esta vez-. Advirtió poco antes de cerrar la comunicación.

.

Una hora mas tarde, Travis veía casi con algo de burla el ceño fruncido de Justice North y Jacob Hall. Ambos hombres se encontraban en la oficina del primero.

-E.J. Bans uso recursos privados y prestamos para desarrollar el sistema que ahora se utiliza en nuestras sedes, señor Collins, esta acusación de estafa y robo esta fuera de lugar-. Aseguro el senador con voz fría y enojada.

-De hecho, la marina proporcionó el financiamiento de la primera etapa de esta-, dijo mientras estiraba documentos a su alcance. -Fue apoyada de una de los nuestros, Sarha Serrano-, Justice gruño en furia. El hombre frente a él olía a engaño, Jecob a su lado, lo veía con ojos entrecerrados, ninguno confiaba, pero aun así tenían que seguir escuchando al hombre sin oponer resistencia. Collins continuo-.  estaba bajo orden militar en este entonces, luego, la señorita Bans decidió dejar de colaborar con el cuerpo militar cuando esta ultima (Sarha Serrano) renuncio. Fue una sorpresa para el cuerpo militar saber que la ONE había instalado este sistema en sus sedes cuando el contrato de nosotros y la señorita Bans aun no caducara a pesar de su renuencia en usar nuestros fondos.

★★★
Espero les guste.
Un beso.

Revenge. Nuevas Especies. Libro 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora