Y la curiosidad mato al... lobo.

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«Por favor que no llueva, por favor que no llueva, por favor que no llueva» aquel rezo de suplica, estaba clavada en la mente de la pelirroja como un himno salvavidas. Estaba sola, sus 'amigas' y colegas, ahora se encontraban a unos veinte metros de su posición, en los arboles y colgando de arneses. La mujer torció el gesto. «Debí ir a las putas chiquillas exploradoras como quería papá» pensó, cuando la luz casi cegadora de un rayo cruzó el cielo, y el macho..., (Valiant), a unos metros de distancia, mas que protección, le hacia sentir escalofríos.

-Joder-. Dijo en voz alta. Le temía a las tormentas. No era un maldito secreto para nadie el porque no iba de día de campo. La mujer pulsó el radio con nerviosismo. -Serrano*, Kit...-, dijo a través del radio. -muevan el culo. Quiero largarme de aquí-. Casi gritó. Las risas coordinadas de ambas hembras a unos metros de distancia más arriba cruzaron el comunicador.

-Aquí, Kit. ¿Tienes miedo, fósforo?-. Preguntó con aquel aire de burla y diversión que caracterizaba a la felina.

-¡Joder! No bromeo. Siento como si en cualquier momento pie grande o un hombre lobo saltará sobre mí. Vengan aquí ahora-. Vocifero.

-Se supone que ese es el trabajo de Valiant, Juliana, protegerte. ¿En verdad crees que algo o alguien llegara hasta a ti por encima de él? No jodas y termina de calibrar esta mierda. Te recuerdo que serias la menos afectada si por desgracia un rayo cayera por aquí. Apenas estamos en el borde, no hay nada aquí-. Dijo. La mujer gimió.

-Ok, de acuerdo. Solo..., terminen-. Dijo mientras rodaba los ojos. -Y ya deja de llamarme Juliana, maldita sea. La mujer volteo un instante para contemplar al macho que hacia de escolta aquella tarde. «Joder» volvió a pensar la mujer mientras se volvía tratando de concentrarse en los aparatos frente suyo.

Tras ella y con postura aterradora, aquel hombre león miraba de forma amenazadora algún punto tras su espalda. El tipo gruño. La mujer se estremeció, la verdad no sabia si correr o quedarse quieta. «¡Solo termina esta mierda y salgamos de aquí!» se grito a si misma mientras las ultimas conexiones eran establecidas y sus..., (ahora no estaba segura de llamarles así), amigas, descendían de las alturas para irse a casa. Haciendo que el macho se relajara de forma visible. Era más que evidente él, tampoco deseaba estar allí.

Era tan solo el primer día de la instalación en la zona salvaje, y, la verdad, no estaba segura de querer volver hasta allí una vez más.

Revenge volvió su muñeca y miro con atención el pez en su manos. Torció el gesto. Pescar. Aquello aun no se le daba bien. Las malditas cosas solo se escabullían de sus dedos en burla y, al fin, cuando lograba atrapar uno, sentía que les veían con súplica; con aquellos ojos saltones y bocas abiertas y suplicantes. -Lo siento por ti, amiguito, pero eres la cena del cachorro de Tiger-. Le dijo en forma de disculpa al salmón en sus manos. Aquello era absurdo. No tenia que convencer al animal ¿o si? Rodó los ojos mientras lanzaba su presa hasta la orilla. Debía atrapar uno más.

-Eh, Revenge-. No tenia que voltear, hacia más de dos minutos había escuchado al macho acercarse. -¿Tienes problemas?-. El canino negó. El recién llegado vio hasta la orilla y sonrió al ver el pez solitario y agonizante. El río solía ser un lugar neutro. Así que no valía echarle de allí.

Revenge. Nuevas Especies. Libro 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora