XXXIX;

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Pasaron solo cinco minutos antes de que Guilbert estacionara el auto junto a un pequeño restaurante que decia «Comida China las 24/7». Parecía mas bien un restaurante de comida rápida, pero no le tomé importancia a eso. Igualmente, no tenía planeado comer ahí.

Entramos y directamente fuimos a una mesa cuadrada que estaba al fondo.

Una mecera llegó con un par de cartas y las dejó, sin siquiera darnos la bienvenida, como se acostumbraba.

– Maya -dijo Johnnie-. Hace tiempo que le hicimos una broma con los chicos -Tomó la carta-. Parece que aún no lo olvida.

– ¿Qué le hicieron?

– Jordan puso pegamento en las monedas de la propina, y se pegaron los dedos con el pelo y se hizo todo un show por ello.

– Eso es horrible -dije-. El cabello es sagrado.

– Lo mismo dije yo, pero ha estaba hecho. La única razón por la que no nos vetaron de aquí, es porque frecuentamos mucho este sitio. Somos… sus mejores clientes.

– Lo dudo -Reí. ¿Reí? No debí haberme reído.

Guilbert pareció notarlo, ya que una sonrisa se escapó desde la comisura de sus labios. Maldije por dentro.

La mesera regresó con una libreta y bolígrafo para tomar nuestra orden.

– Dos de lo de siempre, Maya, por favor -pidió, y Maya puso los ojos en blanco, tomó las cartas y salió hacia la cocina.

– ¿Dos? -pregunté- ¿Siempre comes tanto?

– No -dijo, confundido-. Uno es para ti. Me he dado cuenta de que nunca comes…

– Hoy desayuné -contesté rápidamente, esperando que no se notata mi nerviosismo.

– Nunca, aparte de hoy -dijo dulce.

Maya regresó con una charola en la mano con un par de Coca-colas, dos platos con arroz frito, pasta y rollitos primavera, y un par de palillos chinos. De verdad, se veía rico, pero no podía comerlo. No debía.

Maya se fue, sin siquiera decir «Provecho» o «Que lo disfruten». Eso me molestó. Yo no tenía la culpa de las bobadas de Johnnie.

– Entonces, ¿tienes una explicación? -Comenzaba el martirio.

Tomé los palillos y los giré entre la pasta. Los llevé a mi boca, a sabiendas de que era la única forma escapar de eso, si tenía suerte.

– Wow -dije-. Ya sé porque vienen seguido aquí.

– No quieras cambiar de tema, ____. Es lo menos que merezco después de lo que pasó allá.

Tragué.

– Sí. Tienes razón -Tomé aire-. Brady es mi exnovio -comencé a explicar-. Cuándo vivia en Seattle, los primeros dos años de escuela, me emocionaba la idea de ir a tomar clases, estár con amigas y pasar tiempo con él. Nisiquiera me importaba que Jessica (mi madre) no me hiciera tanto caso como debía.
» En el baile de primavera de nuestro segundo curso, las chicas y yo, organizamos toda una celebración en un salón algo retirado de la ciudad…

– ¿Por qué no lo hicieron en el gimnasio de la escuela? -preguntó, interrumpiendome.

– Porque estaba en remodelación por los nuevos patrocinadores del equipo de fútbol -expliqué-. Como sea, el día de la fiesta, Jessica estaba ocupada con asuntos de trabajo y no podía llevarme, entonces se lo pedí a Brady. Dijo que sí, que era una «maravillosa» idea pasar por mí.
» Salí de casa, subí a su auto y nos dirigimos al evento. Vários minutos después, no reconocí el camino y le pregunté nuestra ubicación -Johnnie escuchaba atento-. Apagó el auto y se me fue encima -Su mandíbula se tensó.

why do bridges love suicides? (j.g.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora