XXXVI;

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| Johnnie:

Me encontraba en la cocina, intentando concentrarme en no dejar que se quemara el tocino (bacon, btw) del sartén. Pero era imposible. La imagen de ___ no salía de mi cabeza. Y no es que quisiera que lo hiciera pero, simplemente, era inevitable.

Tenía dos platos con huevo y un par de vasos con jugo de naranja recién exprimida ya en la mesa. Solo faltaba el tocino, pero tardaría un poco más de lo esperado gracias a mi gran capacidad de atención en ese momento -nótese el sarcasmo-.

De repente, escuché el sonido de la puerta cerrándose de un portazo, y ya imaginaba por qué fue.

Salí corriendo de la cocina y abrí la puerta.

____, con su ropa de ayer, se encontraba subiendo su auto a toda prisa.

Corrí hacia ella y logré llegar antes de que cerrara la puerta.

– ¿Qué haces? -pregunté.

– ¿Qué parece? Me voy -dijo e intento jalar la puerta para cerrarla, pero la detuve.

– Sí, de eso ya me dí cuenta. La pregunta es ¿por qué?

– ¿No es obvio? No quiero estar contigo mas tiempo del debido -Ouch. Eso dolió-. Además… mamá debe de estar preocupada por que no llegué anoche.

– Sí ya está preocupada, ¿qué más dá un par de minutos más en lo que desayunamos? -dije amable. Por alguna razón no quería que se fuera. No aún.

– ¿No escuchaste lo qu…

– Sí. Si te escuché, pero el desayuno ya está servido y seria de muy mala educación tirar la comida, así que, ¿que dices? -tendí mi mano para que la tomara.

| ____:

Tenía sólo dos opciones:

1.- Aceptar el desayuno con Guilbert y soportarlo durante ese tiempo.
Y 2.- Dar vueltas en el auto hasta que diera la hora de entrada y poder ir tranquila al colegio.

Me lo pensé un momento. De todas formas no creo que Jessica se percatara de mi ausencia anoche. Apenas y recuerda que tiene una hija.

– Bien -dije, bajando del auto-. Pero que sea rápido.

Cerre de nuevo el vehículo e ignore su mano. Camine hacia la puerta -que seguía abierta después de que él saliera- y entre directo a la cocina, que oloa a quemado.

– Mierda -escuché detrás de mi.

Ma aparté y deje que Johnnie apagara… lo que sea que se estuviera quemando.

– Creo que comeremos sin tocino -dijo y comenzó a sacar la comida del sartén, pero como estába realmente quemada, la dejó caer y dirigió las manos hacia su cara para poder soplar a sus dedos y quitar la sensación de quemadura.

Empezó a reír y no pude evitar seguirle. Su risa era muy contagiosa. Sus hombros subían y bajaban al ritmo de la carcajada.

– Te ves linda riendo -dijo, parando-. Deberías haberlo más.

Paré de reír, devuelta a la realidad y sentí las mejillas arder. Agradecí que Guilbert hubiera empezado a recojer el tocino -ya no tan caliente- del piso, haciendo que no pudiera verme. Salí de ahí con los ojos rojos por intentar contener las lágrimas.

«No lo dice en serio.»

«¿En serio creed que alguien como él se fijaría en alguien como tú?»

«No otra vez, por favor.» pensé desesperada.

En la mesa habían un par de platos y otro de vasos.

why do bridges love suicides? (j.g.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora