Capítulo 17

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Despertó intentando saber donde estaba, aunque precisamente no era eso lo que realmente le importaba. Ella estaba entre sus brazos y eso era suficiente, daba igual donde, cuando, como y porque, "todo" lo que no fuese ella, "todo" lo demás, le daba igual, podría afrontarlo… se corrigió: "podrían afrontarlo" .Ambos. Juntos.

Dejó de abrazarla para mirar su reloj, eran las siete de la mañana. Volvió a abrazarla como si esos segundos hubiesen sido años. En Nueva York si no se equivocaba eran las dos de la mañana. Pensó en Alexis, estaría durmiendo ¿o tal vez había salido la muy pilla aprovechando que él no estaba?, descartó ese pensamiento, en parte aliviado y en parte pensando su hija no era capaz de saltarse una norma. Eso sí, su madre si, podría estar ahora destrozando su casa, ufs… y Alexis se iría a Los Ángeles pronto. ¿Y si a su regreso tuviese que redecorar toda la casa porque la hubiese destrozado? Bueno, quizá a Kate no le gustaba la decoración actual y sería una excusa perfecta… Mejor no pensar, tendría que confiar en Martha.

Se apretó más contra ella, y la atrajo hacía él, colocando con su mano entre sus pechos. Encontró la suave arruga entre ellos y la acarició con el dedo índice esa marca, la que aquella bala había dejado un año atrás. Ella sin despertarse agarró su mano entrecruzando los dedos y él apartó el tirante de la camiseta y la besó en el hombro. Le sorprendió que no se despertase. Él se despertaba cada vez que la notaba moverse, excepto la noche anterior cuando se levantó y él no se enteró. ¿Qué estaría soñando si le había cogido así la mano? Volvió a besar su hombro, aprovechando para oler su piel. Al acercar su nariz, podía sentir la calidez que despedía, ese olor tan dulce que le volvía loco y la suavidad en sus labios al besarla. No quería moverse de allí jamás. Y se quedó dormido.

Minutos antes, ella soñaba… caminaba descalza sintiendo el césped rozando sus pies. No sabía a donde iba, y no notaba que eso le importase demasiado, simplemente tendría que caminar, ya llegaría a alguna parte. El sol calentaba su espalda. Se sentía muy a gusto, aliviada. En su sueño, mientras andaba, se percató de su presencia en su espalda, él andaba hacía ella sonriendo, y al llegar a su lado la abrazó por la espalda y ella se apretó contra él, dejándose invadir por una sensación de seguridad que hacía mucho tiempo que no sentía, justo desde que su mundo se tambaleo y perdió a su madre. Sintió su abrazo y como su mano acariciaba entre sus pechos, advirtió como su dedo exploraba su cicatriz, invadiéndola una sensación de calor, sin duda por el amor con él que lo hacía, sintió sus labios en su hombro y le tomó la mano, aferrándose a ella y sujetándole contra su pecho, para que él supiese que no debía alejarse de allí ni un solo instante, siguió soñando con aquel abrazo y con las caricias que causaban el solo roce de sus pieles.

En el mismo instante, a más de seis mil kilómetros de distancia, en su cama en Nueva York, Sarah volvía a tener aquel sueño en el que las facturas se volvían mariposas, y una de ellas, un recibo del servicio postal, con su logo azul, se convertía en una bella mariposa con dos grandes círculos azules en las alas, que echaba a volar y cuando Sarah la perseguía, esos círculos se convertían en los ojos de Anthony….

Por su parte Gates, miraba desde la cama un punto fijo de su habitación, sin realmente ver nada. Las escasas luces de la calle iluminaban lo suficiente como para adivinar mobiliario y dibujar sombras. Se preguntaba si sería capaz de vencer antes de un mes. Si Beckett necesitaba vengar la muerte de su madre, ella necesitaba vengar la del reguero de víctimas que suponía ese caso. Además, tenían que limpiar el NYPD actual. Era curioso como los mismos policías odiaban a los de asuntos internos. No lo entendían. Ellos son los encargados de protegerles de ellos mismos. Ser policía en cualquier lugar del mundo, implica una responsabilidad enorme, tratar con todo tipo de gentuza dispuesta a todo por conseguir lo mismo: dinero y poder… cuantos policías habían sucumbido ante el dinero y el poder dejando de lado sus principios y su vocación y aliándose con los delincuentes para conseguirlo, cuantos policías habían pasado del bando bueno al malo, habían sido víctimas consentidas de los tipos a los que deberían perseguir… y para eso estaban ellos, para evitarlo. Pero no les entendían. Les veían como enemigos. Pensó en Beckett. Cuando la suspendió fue por su bien. En parte para evitar que metiese la pata, su ceguera de venganza no la dejaba ver con claridad. Y en parte porque sabía que la frustración de no poder dar con el culpable, agotaría su paciencia, y bien podía sucumbir a la desidia y la dejadez, desmotivarse y caer del lado equivocado. Había visto antes excelentes agentes que acababan en el lado equivocado por eso mismo. Un mes. Les había prometido un mes y no se veía capaz de acabar con aquel lio en tan poco tiempo.

Y ahora ¿Que?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora