Bienvenido el viento

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Hoy encontré a la Luna.


Son las cuatro de la tarde, y estas cuatro paredes me encierran. En otro momento, estaría tan concentrada demarcando cuales iban a ser los puntos para la evaluación ambiental, los equipos a utilizar para la medición, etc. Sin embargo, hoy no.


Estoy sentada frente a la laptop como 6 horas, sin siquiera parpadear. Esa ventana abierta al frente de mi escritorio, deja pasar una brisa fría. Recuerdo entonces que estamos comenzando otoño. Tan rápido se pasan los días en el calendario, tan sólo ayer era 20 de octubre. 



Había despertado con unas ojeras tan marcadas, que mis amigos en el trabajo pensaron que conseguí un buen “compañero nocturno”. Que tontas son sus ideas. Si supieran que llevo así meses, gracias al maquillaje no se percataban de que sufría de un insomnio especial, el cual aparte que me quitaba el sueño, me robaba la alegría, y sentía la falta de algo, o alguien. Ya estoy cansada de contar ovejitas, si alguien conoce algún método para este insomnio por favor pásenme el dato.



Estamos veintiuno de octubre, y esa fecha me recuerda una promesa. No se para qué cargué con un regalo en mi mochila; desde mi departamento a mi trabajo, sabiendo que nunca lo recibiría esa personita que me movía el piso. 


Esa persona, que ha estado evitándome medio año. Quien diría que hoy es su cumpleaños. Hoy tendrá la misma edad que yo. Es gracioso, cuando pienso que lo remarqué tanto en mi agenda, para que ahora no quiera ni saber. 


Mía, ¿Qué tienes? – Preguntó mi amiga Erika – Hace media hora que estas en la luna, aterriza.



En la luna…uhm…es mi luna. Y no la tengo.



Erika es mi compañera de trabajo, es delgada, con cabello negro, usa lentes…debo confesar que su vista es pésima. Ya le he dicho que se opere, pero siempre me sale con que no tiene tiempo para hacer eso, sino quien se ocuparía de todos los negocios en los que estaba metida. 



Moví ligeramente la cabeza, queriendo centrarme en las palabras de Erika.



Nada, nada – resoplé, y volví a mirar la pantalla de mi laptop – tengo que avanzar.


No es bueno que se entere de mis problemas, total nadie puede ayudarme. 


Se acercó hasta mi asiento y jaló una silla para ella, seguro iba a comenzar con su discurso sobre lo mal que me veía últimamente, y mi falta de concentración en el trabajo.


A veces Erika puede ser tan entrometida; sé que es una buena amiga pero quiero yo misma ocuparme de mis cosas. 


Si dime- Voltee a mirarla, tratando de poner la mejor cara que podía.- que pasa ahora…


¿Qué pasa ahora? Eso es lo que vine a preguntarte – Me miraba tratando de analizar lo que se cruzaba por mi cabeza – sabes que puedes contar conmigo, dime por que estas así.




¡Uff! Por donde empiezo. 



Me enamore de alguien hace medio año, pasamos horas conociéndonos, nos enamoramos y hasta llevamos nuestra “relación” al siguiente nivel. Después, simplemente desapareció, y ahora cada vez que nos encontramos tan sólo sonreímos, queriendo ocultar el sol con un dedo. A si, me olvidaba mencionar que vive en mi mismo edificio, y se llama Cris. Su nombre…tienes razón no suena para nada masculino ¿a qué se debe?...uhm…No se si sea esencial también contarte que Cris, es una chica.




Ya me imagino los ojos en blanco que aparecerían en el rostro de Erika, eso sin contar con que se desplomaría en su silla o bien gritaría un ¡QUE! Tan fuerte, que todas las áreas de la oficina se enterarían.


Si, ya se que cuento contigo – Respondí – pero es algo muy personal.


Uhm…problemas amorosos ¿? – Agregó al instante – es eso…


Iba a contestarle que si, justo cuando mi jefa apareció por detrás de ella, con expresión impaciente. Ya llevo dos informes sin entregarlos.


Si, así esta bien Erika – Me desperté lo mas rápido, cambiando de tema – Vez, esta es la metodología para medir la contaminación atmosférica…


¿Qué? – No captaba mis palabras, así que con los ojos le intuí que me siguiera el juego – a….ya, si ya entiendo, gracias.


Mía, como van los informes – Habló mi jefa, acercándose mas a mi laptop. 


Permiso, me retiro – diciendo esto Erika se fue a su lugar, a “trabajar”.

*** ***


Por fin salgo del trabajo, mi jefa me llamó la atención por mi desgano y no cumplir con las fechas limite. Según ella, mis problemas personales no deben afectar mi desenvolvimiento profesional. Jum, que le diga eso a mi mente, a ver si le hace caso.



Tuve que hacer horas “extras”, para terminar ese informe. En realidad me recluyó en la oficina hasta que este el informe completamente terminado. No me creyó cuando le dije que a primera hora lo tendría listo en su despacho. Después de tantas veces con la misma excusa, ya no le hacia gracia.




Y ¿quien tiene la culpa?




Pues esa chica del noveno piso, que me lanzó un par de miraditas, ella a quien inconscientemente entregue mi corazón. Cris, quien después de estar encerrada conmigo 14 horas en el ascensor, no me hablaba. Ah ¡ah!...no es justo. Según mi psicología esa señorita estaba a punto de hacer que me despidan. Yo tampoco le había ni dicho dos palabras juntas, pero…ella, uhm. Yo, y nadie más que YO soy la culpable.



Quien me mando volverme sentimental, y claro, ser tan cobarde. Ese era en sí el motivo principal de que ahora no este con la chica de gorrita.


Seguí caminando a mi departamento, ya era costumbre que Cris se colara en mis pensamientos. Más hoy ella cumplirá los veintidós. 


Recuerdo que yo salte de alegría cuando me dijo que nuestros cumpleaños eran el mismo mes, siete días después para ser exactos. ¿Qué signo será?



Entro al edificio, como siempre el portero me da las buenas noches; paso hasta llegar al ascensor. Y lo observo detenidamente, si pudiera regresar el tiempo, me mudaría a este espacio, su perfume todavía debe estar en ese metro cuadrado.


Señorita, casi me olvidaba – El portero me saco de mis cavilaciones. – uhm…


Se asustó cuando me vio acariciando la puerta del ascensor, y eso que si llegaba un poco después, me habría visto dándole un beso apasionado a esa pared de metal.


Ah...este…si – Que idiota estoy, retire tan pronto pude mi manos del ascensor – ¿qué pasa?


Bueno, el ascensor esta temporalmente fuera de servicio – agregó, todavía me miraba de una manera extraña – ya llame, a los de mantenimiento pero no me han dado una fecha para que vengan a arreglarlo.


Ya veo – conteste, sin darme cuenta muy bien del significado de sus palabras, hasta que reaccione - ¡QUE! , ¡Tendré que subir once pisos por las escaleras!


Bueno, si – replicó, al tiempo que me mostraba un cartel que colocaba en la puerta del ascensor, decía: “Fuera de servicio”.



Suspire, y resignada me dirigí a las escaleras. Total nadie me iba llevar cargada hasta la puerta de mi departamento. ¿O si?




Todos los días me decía que debía comenzar mi rutina de ejercicios, y ahora me lamentaba tanto no haberlo hecho. Como duele las piernas cuando una no esta acostumbrada.
En el quinto piso me detuve un rato, jadeando y sentándome en la escalera. Necesito agua, me deshidrato.


Vamos Mía…t-u…pue-des – me daba ánimos para avanzar, y eso que sólo he llegado al sétimo – Si se puede…si se…pue…de.



Cualquiera que me vea, se preguntaría, que hace esa chica arrastrándose por la escalera. Ahí estaba yo, Una señorita en sus veintidós años, ingeniera ambiental de profesión, con un pantalón que se me resbalaba de la cadera, el polito que dejaba ver todas las gotas de sudor, los cabellos negros totalmente enredados, y la cara jadeante, rogando por liquido. ¡Oh vaya! si estoy tan sexy. 



No se cómo llegué al noveno piso, pero no podía moverme ni un milímetro mas. Necesito recuperar mis fuerzas por lo menos 5 minutos.


El peso adicional que siento en mi espalda es mi mochila, justo se me ocurre traerme el trabajo a casa el día que se malogra el ascensor. 



Una idea vino a mi mente, trayendo consigo nostalgia. Abrí mi mochila, sacando el pequeño paquete cuadrado, delicadamente envuelto en papel de regalo junto con su moñito. Al estar con mis otras cosas, había estropeado un poco la presentación del mismo. 



Allí estaba, el regalo que con tanto empeño termine, solamente para Cris. Esa chica preciosa, que estudiaba comunicación en la universidad, su cabello castaño ensortijado. Esas sonrisas tan lindas que tiene. Wuau tanto tiempo sin hablar con ella.



Dejé el obsequio a un costado mío, y retire un par de toallitas húmedas para limpiarme el sudor. Siempre tenia la costumbre de llevar un montón de cosas en mi mochila o bolso.


Ya han pasado un par de minutos, y me siento de nuevo con la energía suficiente para seguir hasta mi departamento, el 1101.



Me levanté, estirando mis brazos y piernas. Lista para más ejercicio forzado. Cuando iba a subir el primer escalón, me fije en el regalito que había puesto en el piso. 



Lo miré un rato, luego la puerta que daba a todos los apartamentos de ese piso.



“Las coincidencias no existen, sólo lo inevitable”. Esas palabras de un anime atravesaron mi cerebro, era una señal. Y bueno, ya estoy aquí, el regalo también. Falta la cumpleañera.



Uhm…



Me dirigí a buscarla.

Relatos de Cristal: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora