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El ambiente es apacible, y tiene esa aura de “hogar”, creo que por ello las personas que están aquí se sienten tan bien. Las paredes han cambiado de color, aunque los adornos medio orientales que siempre le gustan a la jefa siguen ahí, dándome la bienvenida.

Veo el espacio que ocupaba antes, cerca a la ventana, los papeles que cubrían siempre mi escritorio han desaparecido. Una suave brisa ingresa y recuerdo todo el tiempo que me he pasado en este lugar, al principio fue porque necesitaba un lugar para comenzar mi experiencia profesional, luego las amistades se volvieron cercanas, el trato tan especial con cada uno.

Uno no sabe lo que tiene, hasta que un día frente a tus ojos se esfuma, como un sueño al despertar, con los minutos se olvida y te deja con la triste verdad que es una ilusión.

¡Ey Mía! Amiga ingrata, te olvidaste de mí – me recrimina esto una chica con lentes, antes de darme un abrazo – mala amiga.

Jeje…como crees Erika, ni que hubiera sido tanto tiempo – Le respondí rápido, y nos soltamos de esa muestra de afecto – Por cierto ¿donde esta la jefa?

Pero tienes que contarme, ¿Por qué de un momento a otro dejaste todo? – Me mira con preocupación y dándome a entender que espera mi respuesta – Te llame varias veces, te escribí a tu correo y nada.

Si, si, lo sé…ahora no es momento, llevo tarde para una reunión con la jefa – le dije despacio – y si no voy pronto me despedirá por completo.

Me señala la oficina donde se supone esta ella, y me da un par de palmaditas en la espalda para animarme; siento que avanzo hacia mi tumba… ya venia planeando un par de pretextos por los cuales dejé todo plantado y ni me despedí de nadie… ¡vamos! Si se puede.

En un escritorio negro de esos de moda, donde ya no sabes ni que ponerle para realzar más su diseño. Un par de cuadros colgados en las paredes y sobretodo fotos de los viajes que frecuentemente realiza mi jefa. Hice un poco de ruido para que notara mi presencia, le cuesta a mi jefa despegarse de su computador y hace una seña rápida para que me siente frente a ella.

Ya estoy aquí. Voy sumamente serena, arrimo un poco la silla y nuestras miradas se mezclan. ¿Qué haré?

*** ***

Pasaron las horas, agobiándome en ese sitio. Hasta mis posibles mentiras se veían desvanecidas, era tal la audacia de mi Jefa que a cada cosa que decía siempre había solución. La sabiduría que a uno le rodean con los años…juju, por suerte me falta mucho, mucho tiempo para tener su misma edad.

Un arrebato de valentía me hizo abrir la boca y soltar motivos que no tenía planificado contarle, ni siquiera Andrea estaba enterada todavía de mi supuesta “relación de amor” con el tipo ese y que la niña de mis sueños lo sabia.

Ah…entonces, bueno, esos…entiendo, son razones suficientes – Sus ojos que antes me intimidaban tanto, fueron a dar a cualquier parte de su oficina menos cruzarse con los míos – Lo importante Mía, es que ese tipo de cosas no te afecte en lo laboral…si, agradezco tu confianza, ahm…y tu… ¿Crees estar en condiciones de trabajar de nuevo?

Yo…jeje – Mi rostro estaba mas rojo que un tomate, a quien se le ocurre contarle a su jefa que esta enamorada de una chica y que por eso dejo todo. Debería mudarme a una cueva en un abismo, para que nadie me encuentre y fuera de contacto con cualquier ser viviente. – ha ha ha…si, claro…este…yo ahora lo estoy manejando, no volvería a dejar el proyecto.

Todo solucionado, puedes tomarte el día de hoy y mañana ya comienzas en el mismo horario – Esas fueron las ultimas palabras que me dedico mi jefa. Sólo pude dar una sonrisa nerviosa, y salir de ese lugar.

Relatos de Cristal: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora