Miedos Encontrados

643 26 1
                                    

Abrí la puerta, y camine por los pasillos. Eran tan idénticos a los de mi propio piso, el color marfil de las paredes, los tapetes fuera de las puertas, para limpiarse los zapatos antes de entrar. Veo por las ventanas que afuera ha comenzado a llover; en esta temporada, casi todas las tardes garua.

Ya son las diez de la noche, debería ir a mi apartamento a descansar un rato. Hay tantos informes por revisar. Además, tengo hambre.

Sin querer comienzo a observar los numeritos colgados en las puertas. 901, 902, 903…904. Me detuve.

Nueve, un cero y un cuatro. Tres números, 6 meses, 14 horas.

La bulla confirmó mis sospechas, la información que hace tiempo le pedí al portero no estaba errada. Ahí, tras esa puerta estaba ella…celebrando sus veintidós años. Seguramente ni pensará que recuerdo la fecha, debe estar tan alegre junto a sus amigos y amigas.

Pasé saliva, ya he llegado hasta aquí. Ahora…

¿Ahora?

Me voy.

Me deleitaba con sólo ver ese número, 904. Tan bien marcado, reluciente. Y yo con el regalo en mano, si golpeo la puerta y salgo huyendo Uhm…no es correcto. Entonces, podría dejar el regalo en el suelo, en algún momento alguien saldría, lo recogería y así llegaría a sus manos.

Un par de voces me distrajeron en plena decisión de entrar o no.

Arturo…ya vez, por tu culpa tuvimos que bajar a comprar mas – decía una chica bajita a un muchacho moreno – sabes que sin hielo, no salen bien los tragos.

Jeje...gracias a mí te estas ahorrando el gimnasio Karlita – respondió riéndose. Tenia razón ese chico, subir nueve pisos es mejor que estar 10 minutos en la caminadora - ¿Quién eres?

Karlita también me miraba fijamente, mientras en sus manos llevaba bolsas repletas de hielo.

Vienes también al cumpleaños de Cris – inquirió la chica bajita.

Pues obvio no…- interrumpió el moreno – para que tendría un regalo justo en la puerta de Cris.

Apreté mis puños.

Ahh este… - que digo, ¿Por qué vine?  - si…si, venia a dejarle un regalo y ya me iba…tengo mucho que hacer.

El moreno se acerco bastante a mí. Retrocedí hasta que mi talón chocó con esa puerta blanca. No es bueno bloquear la entrada. Ese muchacho es mucho más alto que yo. Tengo la impresión de que es el típico conquistador. Ahora que lo pienso bien, ya lo he visto antes.

Espera un momento vamos a llamar a Cris – Me sonrió Arturo, procediendo a tocar la puerta – mínimo, le debes dar el tradicional abrazo.

Ellos son los de hace tiempo, los amigos de Cris…claro, como no recordaba, si gracias a este chico, averigüe que a ella le parecía interesante.

Regresé a escena.

No, No, NO justo ahorita veré a la comunicadora, después de tantos meses. Aquí toda despeinada, sudada, con esta mochila que le he puesto parches, siempre me digo cose esos agujeros.

Que podía hacer, correr desesperadamente, escapándome de ellos como si se trataran de dos locos que me llevarían a la silla eléctrica.

La puerta se abrió. La música era aún más escandalosa. Una chica se colocó a un costado para que tuviéramos suficiente espacio para entrar.

¿Cómo te llamas?- me preguntó Arturo al pasar nomas a la fiesta de Cris. Había algo en su sonrisa, que me decía: este quiere ligarte – para avisarle a Cris - Agregó ante mi mirada dudosa.

Soy Mía – le aseveré – este…yo mejor te dejo su regalo, me tengo que ir.

El departamento donde vivía Cris, aunque tenia el mismo tamaño que el mío, estaba decorado totalmente diferente. El espacio mas amplio era una sala comedor, un juego de sillones, seguramente muy cómodos. Al frente un televisor pantalla plana sumamente amplia, el equipo de sonido tan potente, me preguntaba como resistía tanto volúmen. A la izquierda, una cocina, de esas que tiene un gran ventanal, para ver que pasa desde la sala. También había gente ahí. Ya estaba segura que Cris era muy amiguera, pero como cabían tantos.

Las paredes pintadas de blanco con verde, seguro contrataron un par de diseñadores para darle esa imagen tan “cool”. A la derecha un pasillo pequeño, el cual debía llevarte a los dormitorios. ¿Cómo será su cuarto?

La música fuerte, el olor a tragos recién hechos, el humo en el ambiente producto de unos fumadores. Y tanta gente. Que calor, que nervios. ¿Por qué siempre en las fiestas se separaran en grupitos? Había unos cinco chicos cerca al comedor, los que tenían una competencia por quien termina su cerveza mas rápido, otros bailando en medio de la sala, intentando esquivar los muebles, dos chicas riéndose mientras observaban al moreno de mi costado. Y por ningún lado estaba ella, la cumpleañera.

La última vez que tropezamos en la entrada del edificio, Cris se veía tan bien, su cabello algo enmarañado me gustó. Esos politos que usaba de colores tan fuertes, coincidían con su personalidad. Y el gorrito no podía faltar. Era a cuadros, marrón oscuro. Me alegre de que estuviera apurada, así nunca se fijaría en esas marcadas sombras que ahora son frecuentes debajo de mis ojos.

Ya había logrado que Arturo coja el regalo, y mi giraba para tomar el picaporte de la puerta. Necesito salir. Necesito aire.

Aquí estas – le escuché hablar todo animado a Arturo – Ya casi se va tu amiga, me dejó este presente.

Me volví una estatua. Quien seguramente esta detrás de mí, es ella. No puedo respirar, el oxigeno es tan denso; necesito un doctor. Siento más calor que cuando subí todos esos pisos, por favor vuélveme invisible. Necesito parar el tiempo. No se que decirle. Ayuda.

Relatos de Cristal: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora