El amor no es de débiles

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Estar con Annabeth, era como estar con una entidad suprema de la cual estás maravillado y temeroso en partes iguales.

- Siempre que estoy contigo, o te veo entrar en una habitación... - Empezó ella con nerviosismo. Me mordisquee los labios impaciente, mientras contenía una risa alocada. - O cuando pienso en ti... Dioses no puedo hacerlo.

Negó vehemente escondiendo su rostro detrás de su cuaderno, tenía unas pantuflas de Nemo que probablemente era el conjunto de aquel gorrito que le había robado hace meses atrás, y estaba a dos pasos de robarle esas pantuflas apenas ella se despistara con otra cosa.

-  ¡Claro que puedes! -  Le incitaba con paciencia. Estábamos en su casa, estudiando para una prueba. O bueno, eso hacíamos hace unos minutos. - Un trato es un trato. ¡¿Annabeth Chase acaso no tiene palabra?!

Me había dicho que si acertaba una respuesta, me iba a ganar un secreto o una confesión suya con respecto a mí. Pero ella apenas y podía articular las palabras que serian mi más grande premio esta noche  (quizás de todo el año) estaba demasiado avergonzada y la conocía perfectamente que le irritaba de sobremanera tal comportamiento suyo que no podía evitar.

- Di-lo. - Deletreo esas dos palabras, entrecerrando mis ojos. - ¡Voy a morir por la espera!

- Te amo, porque cuando entras en una habitación o lo que sea... - Tomó aire, y cuando lo expulsó, salió con ellas un par de estupendas palabras que calentaron mi pecho de golpe. - Inmediatamente sonrió, me pongo de buen humor, miró tu rostro y quiero besarte... ¡Ahg, mierda! ¡No puedo creer que me has obligado suizas decirte todo eso!

Solté una carcajada cuando ella se tapó el rostro (tan rojo como un tomate) con las palmas de sus manos, me levanté del sofá donde estaba sentado y me acerqué a ella, en el pequeño sillón donde estaba algo recostada.

- Eres tan tierna. - Dije en tono bajo, me arrodillé frente a ella en el suelo, agarré sus rodillas y me introduje en medio de sus piernas; colocando mis manos para sostenerme en el apoyabrazos del sillón. - Me dan ganas de hacerte muchas cosas... Al verte así toda sonrojada.

- ¡Dioses Percy! - Exclamó Annabeth escandalizada, viéndome arrodillado frente a ella. - Tú eres un caso perdido...

- ¿Eso crees? - Inquiero juguetón. - ¿Qué harías si hago esto?

Entonces, con la fuerza de mis brazos me eleve un poco hasta estar a su altura; nuestros labios a centímetros, nuestras miradas entrelazadas una con la otra, su respiración chocando en mis labios. La sala quedó en silencio y la provocación de mí cercanía bailaba en el ambiente.

No se apartó de mí, y sonreí complacido a un centímetro de sus labios antes de que la besara con fogosidad, moviendo mis labios con experiencia sobre los suyos al mismo tiempo que los dedos de mis pies se retorcian por la gloria que eran besarlos.

- ¿Te estás acostumbrando a besarme cada vez más, no? - Le dije entre besos, ya que en los primeros días después de nuestra relación. Se había mostrado de lo más tímida a la hora de besarnos, la verdad lo extrañaba, ¡pero no me malentiendan! Estos besos cada vez más atrevidos, empezaban a ser mis favoritos más que los tiernos.

Annabeth posó una mano detrás de mí nuca, me jaló hacia ella para juntar nuestros labios de vuelta y luego sus manos estaban desordenando más de lo que ya estaba mi pelo; lo estiraba y lo giraba entre sus dedos mientras el calor se acumulaba en mis pantalones rápidamente. Me hacía querer hacer... Otras cosas... Otras cosas muy malas. En este sofá. Mis manos se aferraron al apoyabrazos para evitar tocar a Annabeth y para evitar perder todo mi autocontrol.

Me pregunté si el amor era así para todos, a veces estás muerto de miedo por el futuro, y otras veces te burlas de los demás por dudar siquiera de su relación. ¿Si te ama, por qué deberías de preocuparte tanto?

Tienen razón, claro. Pero... El amor, por más que me duela decirlo. No lo era completamente todo en la vida... Había otras... influencias que podrían romper la burbuja rosa en que muchos estábamos.

Annabeth y yo nos amamos, tenemos química, somos la pareja perfecta. Sin embargo... Como ella había dicho, no sabíamos lo que pensaba su madre en realidad acerca de nosotros.

Lo entendía, era un muerto de hambre. Y Annabeth saciaba todo tipo de hambre en mí.

Estaban también mis abismales secretos que amenazan con aplastarme a cada rato, llenándome de pánico cada noche luego de una pesadilla. Estaban los demás monstruos acechando en la oscuridad. Aquellos monstruos de carne y hueso que buscaban la oportunidad para destruirme.

¿Qué deberíamos hacer? ¿Cuándo todo parece ir en contra nuestra?

No lo sabía... Tan solo me perdería en sus besos y fingiría que sus ojos eran todo mi cielo, aquel cielo que acarrea una tormenta que limpiará completamente mi alma, hasta lo más recóndito de ella.

Cuando nos separamos para recuperar el estúpido aire, la miré directamente a los ojos una vez más pues no podía dejar de admirarlos. Eran únicos para mí, tenían su propia y peculiar luminosidad.

Y aunque sonara sin sentido y cursi... Quería que siempre me besara con su mirada. Que hombre mas afortunado sería, si me besas con tus ojos Annabeth.

- Hay... Un pequeño párrafo, un fragmento que siempre me gustó mucho. - Inicié repentinamente nervioso, pero quería decírselo. Así que me arme de valor, recordando que no debía a esa inseguridad con las mujeres bonitas de vuelta. - De  un libro que mi madre tiene guardado siempre. Con hojas muy viejas.

- Dime. - Ordenó ella suavemente, sonriendo lentamente porque sabía que conmigo todo era impredecible. Y es que yo era impredecible hasta para mi mismo, a veces no tenía ni idea de lo que hacía, solo lo sabía, un minuto después de que las estuviera haciendo.

- Dice algo así... Como "Te he encerrado en mi corazón, la llave se ha perdido y ahora quedaras atrapada allí dentro eternamente". - Luego de terminar de decirlo, fruncí el ceño al darme cuenta que algo faltaba. - Era algo así, lo siento, no soy bueno memorizando cosas...

- Oye, lo entiendo. - Murmuró ella, mirándome fijamente con emoción. - Conozco al autor, pero en todo caso, he comprendido perfectamente lo que me has dicho.

- Sé que es una frase algo... Intensa. - Dije en vez de "posesiva". - Pero, explica perfectamente lo que pienso.

- Me encanta. - Su mano acarició mi mejilla y yo cerré los ojos disfrutando de tal gesto. - ¿Por qué deberíamos amarnos a medias? Lo he dicho siempre, es todo o nada.

- Todo o nada. - Repetí con mi corazón acelerado, estaba tan feliz.

- No guardes ninguna pizca de amor por mí. No te contengas. - Me advirtió apuntándome con un solo dedo. - Quiero todo de ti.

- Todo o nada... - pensé mientras el miedo reemplazaba la emoción.

Todo el Percy para ella... ¿todo? Mis secretos, mis miedos, mi demonios... Estaba aterrorizado. Todo esto del amor era demasiado para cualquiera en verdad... O tal vez solo no era para lo débiles.

El amor era para los fuertes.

Esto sucede en las épocas de noviazgo, entre los meses que pasaron tranquilamente sin incidentes. Simplemente disfrutando el uno con el otro

Saludos ! Digan Amer es Genial si quieren más de Percy travieso jajajajaj ok no. Bye bye

PERCY PUNK - PERCABETHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora