No seas una heroína.

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Lunes por la tarde.

- ¿Quién fue el primer presidente de los Estados Unidos? -

- Uhm. ¿George Washington? -

- Exacto. ¿Y también fue? -

-Un general que guío a las tropas norteamericanas contra la gran fuerza militar alemana de la monarquía inglés. - Contestó Percy Jackson, tenía su cabeza acostada encima de mi muslo. Mientras yo iba lanzándole preguntas de un panfleto. - Y también con ayuda de la monarquía española. -

-Excelente. - Halago impresionada. - Eres bastante bueno, para recordar batallas. -

- Bueno, sí. - Contesta apenado. Le doy un beso de premio en sus labios tibios. Cuando me levanto tiene la cara sonrojada y no sé si es por el frío o por el beso. -

- Me encantan tus ojos. - Susurra clavando sus arrebatadores ojos en mí. - Hoy están de mismo color que el cielo nublado. -

- ¿Seguro? Siempre me parecieron simples y ordinarios. - Digo desanimada. Él levanta un dedo y con suma delicadeza lo pasa por mis pestañas.

- No son para nada ordinarios. No tienes idea, muchos de tus admiradores ocultos se sienten atraídos por ti, por tus ojos. - Percy vira su cabeza mirando el lago enfrente de nosotros. Estábamos de vuelta en el campamento mestizo, esta vez, había gente trabajando hacia los campos de cultivo, porque también se recolectaba varias frutas de la temporada.

Bufó. - Tú eres de la mirada cautivadora. -

Percy se jacta de eso. Continuo. - Hasta las profesoras quieren contigo. - Termino con un mohín.

Pone una cara contrariada con eso. - Sobre eso, lo siento. Es que no podía apartarme bruscamente de ella, luego sufriría las repercusiones. -

Suspiro hondo. - No tienes que explicar nada, Percy. Soy yo la que debe ir acostumbrándose de una vez. - Le guiño un ojo. - A que mi novio sea guapo. -

Se echa a reír, su risa es reconfortante y cadenciosa.

- Sigamos. - Digo.

Pero primero, se endereza un poco y le da una lamida a mi cachete. UNA LAMIDA. Mi quijada cae estupefacta.

- ¿Qué...? ¡No puedo creer...! -

- Ahora tienes la baba de tu novio en tu mejilla. -  Sonríe dulcemente. - Declaro oficialmente que de ésta manera marco mi territorio. -

- ¡Eres un baboso! - Se levanta y empieza a correr por la playa antes de tenerlo en mis garras. Voy corriendo detrás de él y cada cuando me agachó agarrando un puñado de arena y tratando de que se le caiga en su melena azabache que volaba con el viento.

El viento trae sus carcajadas hasta mi oído.

- Pero admite que te gustó. -

- Ven aquí, te meteré arena por el trasero. - Gritó.

- Puedes meter tu mano donde quieras. - Dice en tono sugerente.

- ¡¡Percyyyyyy!! - Me quedo parada viéndolo consternada mis mejillas acaloradas.

Supongo que él deja de escuchar mis pisadas, a casi ocho metros de mí, se da la vuelta a mirarme.

Ambos nos quedamos parados mirándonos como estúpidos. Y es que no podía dejar de hacerlo, con una mangas largas térmica de color verde musgo. Se veía fenomenal por sus hombros anchos y brazos musculosos.

- ¿Disfrutando de la vista? - Grita. Doy un respingo y como para ocultarlo velozmente, le quito la lengua.

Gran error, entonces empieza a correr en mi dirección y sin pensarlo dos veces, con un chillido involuntario corro en la dirección contraria.

PERCY PUNK - PERCABETHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora