Capítulo XXII - "Aventura de Uzumaki, II, fin."

2.9K 321 95
                                    

Llena de determinación, Sakura se dirigía hacia la torre de su Kage, iba alejándose de la tienda de Diva cuando ésta la llamó.

— ¡Espera!

La menor volteó a ver, la mujer había extendido su brazo largo hacia ella.

¿Le estaba dando algo?

Dicen que da buena suerte, te lo regalo. Te servirá, de una manera u otra.

Sakura tomó entre sus pequeñas manos el anillo aún más pequeño.

Tenía unas incrustaciones de un par de rubíes, y tenía tallado varias pequeñas flores desconocidas para la niña, las cuales tenían en medio de sí los susodichos rubíes.

— Bueno, hace tiempo fui a una aldea, Konoha, y vi ahí un árbol lindo, de hecho, me recuerda a ti. Se le dice "Árbol de Sakura" las flores talladas son Sakura... Creo que eso te dará el doble de suerte, hahaha... —Diva sonreía nerviosa, no sabía si eso le iba a gustar.

A su alivio, la de hebras rosas sonrió complacida.

— ¡Está hermoso! —exclamó, poniéndolo en su dedo pulgar. Sakura tenía dedos delgados, si se lo ponía en otro, seguramente se le caería.

Corrió, otra vez, dándole una reverencia a Diva.

— ¡Muchísimas gracias! —gritó yéndose. Ahora, sí que iría a comprar su ansiado veneno.

Esta aventura le enseñaría más cosas de las que creyó.

[ ... ]

Sakura esbozó una sonrisa.

Estaba al lado de la torre del Kage. Tal como se lo habían indicado, Sencimás estaba a uno de sus costados, y desde acá podía vislumbrar el humo de una de las casas del Distrito Rojo.

Había muchos puestos al lado de la torre; era normal.

Ése era casi un lugar turístico, después de todo.

Se sacó un zapato y lo sacudió con vehemencia.

Una pequeña (pero molesta) piedra se había entrometido en su calzado.

— Tendré que tener más cuidado... —musitó para ella.

Las voces chillonas de los vendedores le aturdía un poco el oído, y tendría que apresurarse ahora que era de mañana. No quería pasar un mal momento por algún borracho consuetudinario recién despertado.

— ¡Venga, compre estos deliciosos panes, recién hechos! Perfectos para el desayuno, y acompañarlos con una exquisita taza de café. —endulzó uno de los comerciantes. Aún así, la chiquilla pudo ver que su pan no estaba en las condiciones más higiénicas.

Buscó con la mirada el lugar requerido.

Era entonces un letrero, sencillo. Estaba algo raspado, el paso del tiempo comenzaba a hacerle mella.

Entre su vejez y sencillez, le daba un aire confortable a la tienda de conveniencia. Era Sencimás.

— Buenos días. —saludó amigable un joven que barría el lugar con energía inusual para una mañana.

— Buenos días, también. —devolvió la roseta. Ella era educada, ante todo.

Decidió que pedir unas direcciones sería lo adecuado. Debe estar habituado a la zona, y que sepa dónde queda el distrito comercial no sería algo impresionante a esperar.

— Disculpe, ¿sabe dónde queda el distrito comercial?

El joven se rascó el mentón unos segundos, sus ojos denotaban concentración.

Hija de Akatsuki.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora