Capítulo XXV - "Visitas."

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Sakura dejó salir el aire que contenía.

El sudor bajaba como aquella cascada conocida (cuyo nombre no podía recordar entre la niebla de cansancio formado dentro suyo) y, al Chiyo terminar de sanar al último pez y revisar las reservas de chakra de la niña; la anciana paró en sacar los peces.

— Suficiente una hora. Iremos poco a poco, Sakura.

Decepción fue lo primero que sintió. Pero era mejor esperar a reponerse que morir por terquedad.

En el tanque grande, Chiyo retiró todos los peces que parecían nadar felices tras dar cada quien su parte en la colaboración del entrenamiento de la joven.

Alguien entró a la habitación.

— ¡Gaga! —balbuceó la roseta, volteando su cuerpo. Aunque una rápida observación le sugirió que no iba a verla a ella.

Haciendo pucheros, se quedó admirando los peces en el tanque, totalmente sin escuchar la conversación.

— Vine a saludar. Terminé mi entrenamiento un poco más antes. —explicó el niño, haciendo alarde de las habilidades expresivas ganadas, tras las largas y necesarias clases de Chiyo.

Chiyo, entretanto, sólo recordó la visita que tenían programada para el día siguiente, sábado, a la casa de su estimado, y disimuló la mueca con una exhalación.

— ¿Qué quieres? —preguntó Chiyo en un tono endulzado, sin embargo.

— Invitar a Saku.

— ¿A la casa de tus hermanos?

— Sí.

— Vamos a preguntarle a su madre, entonces.

La hermana honorable no vio nada de malo con llevarla.

Quizá podían volverse amigos o algo.

A pesar de que en el fondo de su corazón sintió mal presentarle así de sencillo a un Kage la hija del líder de Akatsuki. Pese a que ni siquiera el mismo padre supiera que era suya.

Y tampoco compartiera la oh— gran semejanza física.

Aún así...

No.

Las cosas habían llegado tan lejos entre su familia. Las cosas iban a estar bien. Todo estaría bien. Le preguntaría.

[ ... ]

Konan se quedó más allá de escéptica cuando escuchó la pregunta.

— Claro que puedes llevarla. Estará acompañada de Gaara, sé que estará segura.

— Me duele que no me cuentes a mí como su infalible guardiana. —replicó la jōnin retirada haciendo un gesto de estar ofendida exagerado con las manos.

— Sería así si supiera que no te quedarás viendo hasta perforarle el cráneo siete veces a Rasa.

— Ocho, querida. —respondió con humor genuino la mayor, añadiendo un guiño coqueto.

— La edad no te quita lo rompecorazones, Chiyo-obāsama.

— Por supuesto que no. Sólo que ahora esa ya no es mi prioridad ni de lejos.

Chiyo se calló.

— Siento que si no nos hubiéramos encontrado seguiría siendo esa vieja amargada que fui hasta ese día en el hospital. Ouch.

— ¿Es por... ?

— Sí. Sabes que esa siempre ha sido la espina en mi costado.

— Buena suerte, mañana. Trata de controlarte frente a Kankurō. No se puede tomar bien que intentes matar a su padre. —Konan añadió torpemente, apoyándose en el respaldar del sillón de la sala.

Hija de Akatsuki.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora