Nuevo.

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2.

Un mes y días después:

-Y es lo último. -Dije tirando la última caja con una enorme sonrisa.

Mamá había hecho lo posible para que la transfirieran del trabajo a un pequeño pueblo en Inglaterra llamado Doncaster, muy pintoresco por cierto. Ella había pasado 17 años de su vida allí hasta que conoció a papá y se mudaron a California. Anne, como solía llamarla, siempre nos hablaba del pueblo pero jamás habíamos tenido la posibilidad de visitarlo, supongo que deberíamos acostumbrarnos porque viviríamos allí. 

A comparación con las playas, el ruido y la gente de California, Doncaster era el lugar más tranquilo en el que había estado por ahora, la gente se vistaba muy amable y simpática pero el lugar se veía aburrido, espero confundirme con mi punto de vista.

-¿Te sientes mejor ahora? 

Me encontraba en el jardín delantero de la casa junto a Gemma mientras comíamos un par de galletas que mamá había horneado recientemente.

-Muchísimo mejor. Perdón por no haber pedido disculpas antes pero siento mucho que hayas tenido que separarte de Ashton.

Ella me dedicó una cálida sonrisa.

-No te disculpes, Harry. Sabes que mamá y tú son prioridad.

Le brindé un abrazo y seguimos charlando sobre vanalidades.

-¿Styles?

Preguntó una mujer mientras se acercaba a la entrada de la casa.

-Si, un gusto. ¿Qué se le ofrece? -Saludé cordial.

-¡Johannah! -Gritó mamá para correr hasta la acera.

-¡Anne, querida!

Al parecer, la mujer era una vieja amiga de mamá. Las dos se emocionaron por el emotivo reencuentro.

-Que lindo es volver a verte por aquí, Anne. 

-Ven, pasa.

La invitó haciendose a un lado.

-Lo siento, he dejado a las niñas solas. He recibido tu e-mail hoy y quería venir a invitarlos para la cena.

-Encantados. -Respondió por nosotros mientras sonreíamos como un par de ángeles.

-Entonces los esperamos.

Ella se retiró de inmediato con una brillante sonrisa en su rostro. 

-¿Quién era, mamá? -Se adelantó Gemma a preguntar.

-Johannah Poulston, una vieja amiga.

Mamá se sentó con nosotros a contarnos la historia de como la había conocido en el jardín de infantes y desde ese entonces fueron mejores amigas hasta que se mudó a los Estados Unidos y perdieron todo tipo de comunicación hasta hace cuatro años, a través de una red social se volvieron a encontrar.

Más tarde, cada uno tomó una refrescante ducha y emprendimos camino a la casa de la amiga de mamá.

-¡Hola! -Saludó una pequeña rubia mientras abría la puerta.

La saludamos y su madre la regañó por no haber preguntado quien se encontraba allí antes de abrirla.

-Phoebe, ¿cuántas veces te dije que me preguntes antes de abrir la puerta? 

-Lo siento mamá, no volverá a pasar. -Ella agachó la cabeza y le dedicó una sonrisa a su madre para correr y perderse en las escaleras de mármol.

-Niños. -Rió la mujer, su tono sonaba a campanitas y parecia que al hablar desprendía pequeños brillos.

-Te entiendo, Jay. Mírame a estos dos.

Las dos ríeron al unísono mientras que Gemma, timidamente, trataba de unírseles. A mi me daba igual, estaba concentrado en la decoración rústica que la casa conservaba. Una de las cuatro paredes que conformaba la sala de estar se encontraba rasgada dejando expuesto el ladrillo que le daba un aspecto muy peculiar. En el suelo había losa de mármol blanco, supuse que estaba para no hacer que el hogar se viera oscuro y se sintiera acogedor, claro que no faltaban las plantas por doquier. Tal cual a mi madre y a mi nos encantaban, excepto a Gemma, que se refería a las plantas como si fuera una pérdida de tiempo regarlas para que crecieran y mamá siempre le contestaba que nunca se quejó de ella y nunca la dejó de alimentar y así era siempre la misma discusión en la cual, al final, terminabamos los tres recostados en el piso sosteniéndonos la tripa por la risa.

-Charlotte, Felicité. Ayuden a acomodar la mesa. 

Dos jovencitas aparecieron en escena. Eran parecidas, aunque a millas se notaba que Charlotte era más grande. Ellas asintieron con gusto mientras nos saludaban y obedecían a su progenitora. Sirvieron la comida en la mesa y estábamos todos listos para comer, tomé mi asiento junto a la pequeña Phoebe ya que me lo había pedido con demasiada ternura y no me podía negar.

-¡Louis, la cena!

¿Louis? ¿Quién es? 

They just fell in love » Larry Stylinson - 1ra parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora