Llegamos sin problemas a casa. Mi padre nos recibió con un gran abrazo de oso. Luego nos ayudó a descargar las maletas de las chicas, mientras que Sebastián me ayudaba con mis maletas y las de las niñas.
—Ya me puedo encargar yo —dije tratando de quitarle las maletas, pero siguió caminando.
—Claro que no.—dijo sonriendo—. ¿Qué clase de caballero permitiría que una dama se esforzara así? —dijo para regalarme una sonrisa.
—Quizás para chicas acostumbradas a la servidumbre, pero siempre me las he apañado por mi cuenta.—dije un poco a la defensiva.
—No lo niego.—dijo mientras yo le abría las puertas para facilitarle el acceso—.Pero quiero creer que te soy útil.
—Muy gracioso.— dije siguiéndolo.
Coloco las maletas en el piso del pasillo y se giró para verme.
—Te parece si salimos, no sé...—dijo alternando la mirada a varias partes y luego de nuevo a mi—. Como a una película o al parque de diversiones.
No sabía que decir, la verdad me tomó por sorpresa su invitación.Él es muy agradable y ciertamente es muy lindo. Me mordí el labio y él sonrió, me forcé a apartar la mirada para no ridiculizarme más.
—Porque no.—dije tratando de ser casual—.Pero luego no digas que soy un fastidio.
—Oh, vaya. Que linda escena.—dijo una voz demasiado familiar para mí, y al mirar detrás de mi vi como Terréense subía las escaleras—.No se supone que solo llevas las maletas y ves las faldas desde lejos, chofer de cuarta.
La sangre me hirvió y no me pude contener.
—¿Qué haces aquí? —dije molesta—.Creo haberte dicho que no te quiero en mi casa o cerca de mí, a menos que incluya un trabajo escolar.
—Alex, sé que no me soportas.—dijo incomodo—. Pero también sé que ese.—dijo señalando a Sebastián—.No es de fiar.
—Lo que haga o con quien me relacione, no son asuntos tuyos, sino mal recuerdo.—dije cortante—. Así que hazte un favor, y sal por tu cuenta antes de que me decida a verte rodar por las escaleras.
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a la mierda con todos
Randomnadie puede escoger en que familia nacer, ni que puñeteros problemas les toca solucionar y de el futuro... de eso mejor ni hablemos, no puedo decir que me queje de mi vida, después de todo, Dios le da las más grandes batallas a sus mejores soldados...