21- No pierdas el tiempo

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Algunas horas después del episodio con Jonah, mi cuerpo y mente estaban agotados. Me dispuse a ir a mi habitación y dejarme caer en la cama hasta que todo se hubiera resuelto. Pero nada se hará de forma mágica.
Baje para ir a vigilar a las niñas, estaban en su habitación aun dormidas. Agradecí que a pesar de todo el escándalo no se despertaran.
Camine por el pasillo hasta la cocina, allí me prepare un poco leche caliente para provocarme sueño. Preparé mi taza y me senté en la mesa tomando sorbos de la leche tibia. Deje que mi mente vagara ante lo sucedido con Jonah.

—Lo habría tenido, con o sin tu ayuda, me hubiera quedado con ese niño. —le dije fríamente.
—¡Lo sé! Pero no quería ser el responsable de ello. Yo… no…
—¿Tú qué? Termina de decir tus mentiras.
—¡YO NO QUERIA UN HIJO!

Volver a escuchar esas palabras en mi mente, hacía que la rabia regresas, al igual que la tristeza.
Suspirando, termine mi taza de leche en el fregadero. Acto seguido, salgo de la cocina aun con los sentimientos exaltados. Pero los dejo a un lado, por el momento. Me dirijo al baño para tomar una ducha. Me tomo mi tiempo y una vez lista, voy a mi habitación. Me preparo para dormir y me acuesto, sin embargo, el sueño no llega.
Es como una tortura lenta.
Doy vueltas en la cama, hasta que logro descansar por un rato, pero nada me permite dormir. Así que decido utilizar el tiempo para algo mejor. Tarea.
Sumergida en los ejercicios, formulas, ecuaciones y demás, las horas pasan hasta que mi despertador suena.
Oficialmente no he podido dormir.
Me levanto, hago mi rutina de todos los días y salgo para preparar el desayuno.
A las 8 am, las niñas entran en la cocina con los ojos aun somnolientos y bostezando.
—Buenos días, dormilonas.
—Mmmn. —murmuraron. Tomaron asiento en la mesa de desayuno.
Les serví el desayuno, y me percaté que andaban un poco calladas. A comparación de como son las mañanas, hoy todo era un poco gris y silencioso.
Me senté con ella y comimos con un silencio algo incómodo. Las niñas a penas y tomaba bocado y eso ya era muy preocupante.
—Luna, Luz, ¿qué tal si luego vamos y visitamos a papá? —dije, y como respuesta escuché los cubiertos caer en los platos.
Y como resultado al ruido alcé la mirada a mis hermanas y lo que vi causo un dolor profundo en mi alma; sus ojos estaban húmedos e inflamados por las lágrimas que caían en silencio, mientras los sollozos se ahogaban, sus narices estaban rojas y mocosas. Aquello fue como sentirme morir. Nunca he querido que mis hermanas pasaran por algo como esto…
Me levante y las toma a cada una en mis brazos para calmar su tristeza. Y allí jure que daría lo que fuera para evitar que ellas lloraran otra vez.
Luego de un rato ambas se sintieron mejor y terminas de comer. Las envié a arreglarse mientras terminaba de hacer la colada.
Colocando el ultimo plato en el escurridor, escuche que alguien tocaba la puerta de la casa. Fui a ver quién era y me sorprendí al ver a Terrence con una bolsa de viajes y una cara de pocos amigos. Sabía que no le gustaba despertar antes de las 10 am, pero él se ofreció para ayudar.
—No me gusta madrugar… —dijo ceñudo—. Pero es mejor que dejarte sola en una situación como esta.
Lo deje pasar. Dejo su bolsa cerca del sofá y se quedó mirándome por un rato. No dijo nada, simplemente abrió sus brazos en espera, y yo no dude en ir allí.
Lo abrace fuerte. Dejé que mi mal estar se fuera por el rato que estuve entre sus brazos. No llore, pero suspire tantas veces, que pensé que podría dejar de respirar.
Era en esos momentos en los que apreciaba al idiota de Terrence. A pesar de nuestros problemas, no podía soportar no hablar con él. Era una de las muy pocas personas que me comprendía.
***
Llegamos al hospital con la esperanza de que pudiera saber cómo seguía papá. Las niñas estaban nerviosas mientras esperábamos a que el doctor nos dijera como estaba nuestro padre. Terrence tenia a Luna en brazos, mientras que Luz acurrucaba su cabeza en mi hombro.
Pocos minutos después el doctor apareció, y le pedí a Terrence sé que ocupara de las niñas. Me acerque al doctor en espera de lo que me diría.
—Señorita Brown, ¿espero que pudiera descansar el día de ayer? —pregunto con una sonrisa pasiva.
—No del todo, doctor. —dije cortante—. Si están amable, por favor, ¿dígame como sigue mi padre?
El doctor me miro antes de hablar.
—Se que está muy agitada señorita Brown, en verdad la entiendo. —suspiro, y reviso los documentos que llevaba—. Le seré franco señorita, su padre aparenta ser un hombre fuerte por fuera y muy carismático.
Al decir eso, me hizo sonreír un poco.
—Pero, internamente esta débil. Su corazón no está en condiciones para seguir soportando estos impactos. Me temo que tendrá que colocarse un Baipás coronario.
Respiré profundo mientras procesaba la información. Sabía que mi papá era un hombre terco para las cosas que incluían hospitales, pero esto ya no es algo que el pueda manejar por su cuenta.
Volví a respirar antes de poder hablar.
—Por favor, sea claro con lo que le voy a preguntar. Entiendo que hoy día los Baipás son algo comunes en cuanto a tratamientos médicos. —dije nerviosa—. Aun así, ¿está garantizado que esta operación sea 100% efectiva y sin complicaciones o efectos secundarios?
El doctor me miro seriamente.
—Señorita Brown, no puedo mentirle al decirle las palabras que desea escuchar. Sin embargo, le puedo decir que en estos casos la cirugía puede darle una estabilidad a la salud de su padre, pero no es una cura permanente. Hay muchas técnicas y procedimientos en los cuales el resultado es efectivo y de igual manera, puede ser lo contrario. Es una operación, y por lo tanto las posibilidades están repartidas a la mitad. Solo le puedo pedir que espere a los resultados de los análisis.
La sinceridad del doctor no era algo extraño para mí. Las palabras son un grado de sutileza o suavidad, eran algo a lo que me acostumbre luego de mi madre.
Le di las gracias al doctor y le pregunté si podía ver a mi padre. Este me dio pase para entrar en la habitación. Terrence se acercó con las niñas y me dijo que esperaría.
Mis hermanas y yo entramos en silencio a la estancia donde mi padre estaba recostado mirando la Tv que estaba en la pared en frente de él.
Se giro al vernos y automáticamente las niñas salieron corriendo hasta su cama.
—Hola, mis preciosos angelitos. —dijo, besando a las niñas que se habían subido a una silla cercana—. ¿Se han comportado bien? ¿Han ayudado su hermana?
—Si. —dijeron.
Papá se veía cansado, pero eso no lo detenía para brindarle amor a sus hijas.
Suspire fuerte para captar su atención. Pero al hacerlo, algo dentro de mí me advirtió sobre algo malo.
—Tengo algo que decirles, mis pequeñas princesas. —me miro con algo de pesar—. Hoy recibí una llamada… de sus abuelos. Y me pidieron decirles que desean conocerlas.
Frio, eso fue lo que sentí cuando aquellas palabras fueron dichas. Los malos recuerdos del rechazo por parte de ellos era una constante estilla que se enterraba en mi corazón con el paso de los años. A raíz de que mi madre falleció, Mary y George Stewart nos han dejado de lado como si fuéramos mendigos. A pesar de que mi padre se dedicó a que cada año desde mi nacimiento y el de mis hermanas, le envía cartas y fotografías de nosotras, solo para no tener una respuesta en cambio.
Aquello me dejo un mal sabor de boca.
—No. No iré. —dije cortante.
Papá se percató mi cambio de humor, me sonrió a pesar de que estaba en negación total con respecto a los Stewart. Me partía el corazón ver que él se estaba, de alguna forma, resignando a dejarnos con ellos. Sabía que él no estaba de acuerdo con esto, pero si algo como esto estaba por pasar, era porque algo está por ocurrir.
En ese momento les dije a las niñas que fueran con Terrence por un par de minutos hasta que terminara de hablar con mi padre.
—Sabes que no puedes obligarnos a ir a ese lugar y estar con ellos. —dije sin cuidados.
—Y no pretendo hacerlo… —dijo con melancolía—. Pero sé que algo puede pasar en caso de que me tenga que operar. Esto que paso es por un descuido que yo provoqué, siempre supe que este corazón mío se volvió débil luego de que perdí a tu madre. Lo único que lo mantiene aun latiendo son ustedes, mis princesas. Sin embargo, sé que en algún momento puedo no soportar la operación y eso es lo que me pone aun peor. Aun así, le hice una promesa a tu madre de que lo resolverías, pero no lo hice. Y no tengo excusas baratas para encarar mi error, pero no podía, simplemente no podía dejarte sola con tus hermanas y el trabajo a sabiendas de lo malos momentos que estábamos pasando. Es por eso que falle.
Las lágrimas que recorría las mejillas de mi padre provocaron que de mis ojos saltaran algunas gotas.
Sentía su dolor, de una forma diferente, pero era igual. Aquel sentimiento de pérdida y tristeza casi eterna que se aloja en tu pecho y que cala con el tiempo. Este aparecía cada vez que mi padre miraba las viejas fotografías de mi madre o cuando yo veía los viejos videos caseros. Todos esos recuerdos eran un constante activador del dolor. Y, aun así, no podíamos deshacernos de ello.
Respiré profundo para calmarme antes de hablar.
—Se que ambos daríamos lo que fuera por evitar ir allí. —dije con determinación—. Pero al igual entiendo que no es una opción en caso de que algo salga mal. Tengo que ser fuerte para soportar todo esto y para mantener a mis hermanas lo suficientemente felices, a pesar de las adversidades.
Mi padre me miro con una sonrisa y limpio sus lágrimas.
—Es por eso que te prometo que, sin importar lo que venga, con quien estemos o donde estemos, no seré pisoteada por nadie.
—Lo sé. Se que eres lo suficientemente fuerte para sobre llevar todo esto. Así que no tienes que prometer nada.
Me acerque para darle un largo abraso y acurrucarme a su lado por un rato.
—Además… —dijo de repente—. Eres una excelente chica rebelde. Mi chica rebelde.

a la mierda con todosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora