Las Ciudades de Plata.

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LibraHabían pasado siete días desde que empezamos las clases

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Libra
Habían pasado siete días desde que empezamos las clases. Sinceramente, me gustaba la idea de conocer mejor el lugar en el que estábamos, pero sólo iba a las clases porque Peter era el profesor. Eran las ocho. A las nueve empezaba la clase.  Me vestí con el uniforme mago, cogí mi bufanda de siempre y mi abrigo. Salí de mi habitación y llegué a la sala Magna, que era una de sala enorme que daba a otras habitaciones mediante puertas o pasillos. Pronto serían las ocho y cincuenta y seis pero el reloj estaba tres minutos atrasado, así que corrí hacia la pared donde estaba la puerta y toqué como nos había dicho Saura. En ese momento era la clase de secretos mágicos, es decir, la de Fedrick y Harry. Mala idea ponerlos a primera hora, casi siempre se quedaban dormidos. Me senté y esperé. Paul estaba curioseando entre los libros, en busca de... algo , seguramente un libro.
- ¿Te ayudo?- le pregunté.
-No, pero gracias. Buscaba algún libro sobre todo este lugar- contestó.
-Ah vale.
El día anterior conocimos al "Rey " de Alcónticoi. "Rey" porque no era exactamente un rey, era como si el país fuese una escuela y el rey el director. Lo eligieron como rey por ser el más sabio, que era lo que más valoraban en Alconticoi.
Nos dijo que los satos habían enviado cartas, todos con diferentes letras y escritas con cenizas y con el mismo papel. Todas ponían: "Entregadnoslos o lucharemos." Todos sabíamos a quienes se referían; a los únicos dos humanos que había en toda Miroga.
Pero se negaban a entregarnos. Iba a empezar una guerra solo por nosotros dos y yo me preguntaba: "¿qué tenemos nosotros de especiales?¿Que nuestras orejas no son puntiagudas? Porque si lo mirabas por otro lado, los magos eran prácticamente humanos y la única diferencia que había era que ellos sabían dominar la magia y sus orejas también eran algo puntiagudas, pero mucho menos que las de los elfos.
Paul habíadescubierto que la aula era una parte de la biblioteca de Alconticoi perteneciente a Zodiaco, pero nos la habían prestado para las clases.
Las paredes eran estanterías llenas de libros y de una madera oscura, o bueno, eso parecía, y el suelo también era de aquel material. Había algunas mesas, la mayoría escritas y rayadas. Miré los nombres escritos: Keith <3 Johanna, Ammi X Thomas, Ricky & Johanna... mi vista se fijó en una frase en concreto:
Yo, Leaila, prometo querer a Peter hasta que el chocolate nos separe.
En ese momento recordé que hacía tiempo Peter y Lea fueron novios, pero en esos momentos tan sólo eran amigos.
Harry y Fedrick llegaron con quince minutos de retraso.
-Hola- dijo Fedrick, Harry solo saludó con la mano.

-Vamos a hablar sobre los portales y las rutas- dijo Fedrick, cogiendo una pizarra que había cerca-. Oh chicos, por favor, guardad las plumas y los papeles. ¿Desde cuándo nosotros os hacemos escribir?
-Fedrick, ¿te das cuenta de que esta es la segunda "clase" que damos porque del resto nos escaqueamos?
-Cállate Harry.
-Fuimos a robar bollitos al cocinero.
-Harry, ¡shh!
-Sí, papá, si. El otro día terminamos llendo a recoger setas y un centauro nos invitó a tomar té.
-Eso es mentira, nos invitó a un zumo, ¡Y CÁLLATE!
-Vale.
-Shhh.
-Ajá.
-Yo te mato.
-No puedes,¡soy inmortal!- bromeó Harry subiendo encima de una mesa, imitando a un katateca.
-Nos dijo Peter que os contó lo de los portales, pues no son los únicos que hay, como expertos en tener que escapar de la cocina cuando nos pilla el cocinero, sabemos que hay muchos portales escondidos y esos portales conducen a las rutas, que conectan al resto de portales.- siguió diciendo Fedrick.
-¿Como si fuera un noveno país?- pregunta Paul.
-Mmm... nunca lo había pensado así, pero si, más o menos- contesta Fedrick, desde que cogió la pizarra había estado dibujando una especiede mapa y colgando otros mapas de papel-el problema es que son invisibles y para hacer que aparezcan se necesita una clave, pero no todos tienen la misma.- nos dió unos mapas y estiró los brazos hacia arriba- ahora, ¡bajemos a las rutas!
En los mapas había lugares enumerados y al lado la clave para abrir cada portal.
-Con el tiempo, memorizaréis las que más consideréis necesarias.- afirmó Harry y nos dirijimos hacia la cocina.
Cuando llegamos, Harry cambió el sal por el azúcar y Fedrick cogió unos pastelitos que tenían un cartel de "NO TOCAR" y se lanzaron una mirada cómplice. Seguramente ya lo tenían planeado.
Paul y yo nos miramos extrañados. En ese momento entró, para su mala suerte, el cocinero hablando con la reina y los vieron cogiendo los pasteles y abriendo la nevera.
-Oh, oh- dijo Harry pálido.
-Vosotros otra vez- dijo el cocinero furioso, agarrando un cuchillo- ¡NO OS ESCAPARÉIS!- gritó el cocinero, un hombre anciano, de largas barbas blancas y de piel oscura como la noche. Y elfo, cómo no. Fedrick se agachó e hizo una señal para que le imitáramos.
Dijo la clave correspondiente y de repente un agujero se abrió en el suelo y caímos por el. En un segundo ya estábamos en las rutas.  Con rutas me imaginaba algo muy diferente; caminos de tierra y paredes inestables de roca. Pero no, las eram paredes de plata y suelos de mármol. Esculturas a diestro y siniestro, eso si, en armonía.
-¿No os imaginabais esto?- dijo Fedrick moviendo las cejas.
-No- dijimos Paul y yo a coro.
Después de un rato caminando llegamos a una esplanada enorme pero... ¿como era posible que hubiese un cielo bajo la tierra?
-¡Bienvenidos al noveno planeta!- dice Fedrick alegre.
-Las Ciudades de Plata- murmuró Paul sonriéndo.
-Ya tenemos nombre- comentó Harry.
-Esperate que repito- dijo Fedrick y se aclaró la garganta. Subió al borde de una de las fuentes y gritó, para que todo el mundo lo escuchara:- ¡BIENVENIDOS AVENTUREROS A LAS CIUDADES DE PLATA!
-¿Sabéis esto de la leyenda terráquea de Atlántida?- preguntó Harry.
-Yo si- respondió Paul- obviamente.
-Yo también- dije.
-Pues es algo parecido, dicen que antes era una ciudad importante y que por un terremoto se sumergió, y como estaba limitada por una cúpula también trajo un cacho del cielo.
-Lo más normal, vamos- bromeó Fedrick- y también "no hay pruebas de su existencia". La mayoría de los habitantes de Miroga la buscan pero como no tienen las claves no descubren nada.
-Lógico... creo- dijo Paul. En esa zona todo seguía siendo de plata. El suelo era de plata y mármol y las casas de los mismos materiales. Incluso el agua salía con destellos plateados de las fuentes.
-La mayoría de los que vienen aquí son ladrones que escapan de los guardias. Es bastante triste, pero al entrar en la ciudad tienen prohibido infringir las normas.- añadió Harry.
-¿Qué pasa si las infringes?
-Te matan.
Pasó media hora cuando llegamos al límite de la cúpula y nos adrentramos en otra ruta. Justo al doblar la esquina pude ver, casi de casualidad, como un ladrón robaba algo y de uno de los edificios salía un hombre con una capa blanca. Lo último que vi fue como aquella capa se teñía de rojo. La sangre se me heló y vi en las esquinas y huecos del lugar, más hombres y mujeres armados, esperando a los delicuentes para matarlos.
Cuando llegamos al final de la nueva ruta, Harry dijo una clave y de repente, ya estábamos en la superficie.
-Alucinante- dijimos Paul y yo.

El libro de Doragon. #EWADonde viven las historias. Descúbrelo ahora