Saura
Cada vez que dábamos un paso, parecía que el mundo se internaba en la penumbra y que nunca íbamos a salir de allí. Poco más adelante del hada, nos topamos con un camino obstaculizado por tres fantasmas.
-No paséis- ordenó un fantasma.
-O si no- continuó otro.
-Moriréis- dijo el un tercero.
Adornaban la entrada, de un color entre blanco y azul algo transparente. Parecían niñas de unos doce años, con vestidos de la época barroca humana y el pelo en tirabuzones y estrambóticos recogidos. Con espejos en sus manos y cortes en sus brazos nos advertían:
-Mirad, mirad, observad nuestros brazos- dijeron a coro.
-Por ser niñas estúpidas- dijo una.
-Que estaban jugando- siguió la otra.
-Donde no debían- terminó la tercera.
-Si entráis, cuidado con los Anclorcorums y sus nidos, se esconden en las raíces- dijo la segunda y las otras se abalanzaron sobre ella, que empezó a gritar y desapareció.
-Tan solo recordad, que vosotros lo habéis elegido- rió la más alta- que la magia os acompañe, forasteros. Feliz sentencia de muerte.«Feliz sentencia de muerte».
«Feliz sentencia de muerte».
«Feliz sentencia de muerte».
Por más que me repitiese aquellas palabras me seguían poniéndo los pelos de punta, lo cual no era bueno. Yo solía ser la que asustaba, no la que era asustada.
Hacía unos minutos habíamos entrado en el bosque y era bastante extraño, las raíces cubrían el suelo, haciendo que los únicos lugares libres fuesen los claros que atravesábamos.
-¿Hasta cuándo vamos a tropezar con tantas raíces?- preguntó Fedrick.
-Hasta que atravesemos un quilómetro más- dijo Theo, pero en ese momento Lea paró de caminar.
-¿Qué me está cogiendo el pie?- dijo ella, con una voz entrecortada. Le miré los pies y di un paso atrás.
-U-una - dije tragando saliva- mano. La mano volvió a esconderse entre las raíces pero en su lugar salieron detrás de nosotros cuerpos completos.
-¡Corred!- dijo Paul, el último. Corrimos pero nos perseguían. Miré atrás y lo que vi me causó terror y arcadas al mismo tiempo.
- Anclorcorums- ahogué. Eran monstruos con un esqueleto amorfo y medio descompuesto cubierto de una especie de moco translucido y rojizo. No corrían sino que saltaban de árbol en árbol, estampando su masa mucosa contra estos. Escuché a Paul gritar, luego a Lea y luego a Libra. Eran tres monstruos, para atrapar a tres de nosotros. En esa parte del bosque los árboles estaban más separados, pero las raíces seguían cubriendo todo el suelo.
-¿Que hacemos ahora?- preguntó Fedrick cansado de correr.
-Buscar un punto débil- contesté y cogí unas piedras. Los Anclorcorums vivían y tenían sus nidos bajo tierra. Lancé mas dos piedras, pero ninguna de ellas les causó ningún daño. Libra, en un intento desesperado de soltarse, dio un golpe en el aire, que acertó en la lengua del monstruo, que gritó y volvió a sumergirse en el suelo, soltando a Libra.
-Apuntad a la lengua- les dije a Peter y Theo. Tras varios intentos, consiguieron liberar a Lea y a Paul.
-Ayúdame- le dijo Libra a Peter, llorando de miedo. Aunque los monstruos se habían ido ellos tenían medio cuerpo enterrado en el suelo. Yo ayudé a Lea y Fedrick a Paul. Al sacarlos vimos que sus piernas y pantalones estaban llenos de rasguños y heridas.
-Era mi pantalón favorito- lamentó Paul.
-También es tu vida favorita, y no tienes dos- contestó Lea y Paul le dió la razón.
Seguimos caminando, Theo y yo a la cabeza. Escuché a Libra y a Peter hablar.
-... ahora mi mano que se ha traumatizado, que asco. La lengua de ese bicho estaba llena de babas.- dice.
-Bueno, luego miramos cómo va esa mano tan traumatizada- contestó Peter, tierno. No los veía, pero imaginé que en este momento quedaría muy bien un beso en la frente. Caminamos, hasta llegar a donde decía Theo.
-Reducid el ritmo, va a empezar a haber orcos.- dijo y así fue. Desde los últimos árboles observamos orcos horribles, enormes y asquerosos. Se sacaban los mocos con las manos y los tiranban en sus platos.
-Deben estar con la primera o la segunda cena- dijo Peter.
-Tenemos que cruzar- murmuró Theo.
-¿Cómo dices? ¿Cruzar? ¿Con esos bichos ahí?- dijo Paul. Se notaba demasiado que le caía mal, cuestionaba todo lo que Theo decía.
-Créeme, no son los peores- en cuanto dijo eso, las caras de Fedrick y Paul fueron cómicas.
- HAILU... ILFUDESS- dijo uno de los orcos.
- Oh no...- dijo Peter- eso significa «huelo elfos».
-¿Sabes hablar orco?- preguntó Saura.
-Céntrate, Saura.
-¿Sabes hablar orco?- repite Fedrick
-Obviamente sí- les riñó- ¡centráos!
- JE TINNIMUSS CINNA- dijo otro orco y se empezaron a reír.
-No, no, no, tenemos que irnos de aquí
- se alteró Peter. Los orcos respiraron hondo, nos buscan.
-Es un idioma antiguo pero claramente acaban de decir "ya tenemos cena".
- MEGUSS- dijo uno y levantó un dedo.
- Eh... Dos magos- Theo le dio un codazo.
- ILFSS- levantó dos dedos.
- Dos elfos.
- HAMENUSS- el más pequeño levantó dos dedos.
-ET- el más grande nos miró y levanta dos dedos- SSETUSS TREODURISS.
- Do... Un sato traidor- Theo lo fulminó con la mirada.
- E PUR ITZUSS!- dijeron y corrieron hacia nosotros.
- ¡Corred!
Atravesamos corriendo un cuarto del claro en el que estaban los orcos que nos perseguían y volvimos a introducirnos en la arboleda. Seguía habiendo ramas y era difícil no caer, había muchas ramas bajas que te raspaban el cuerpo al correr y los orcos nos seguían derribando los árboles para poder pasar. Miré un momento atrás y pensé en dónde nos habíamos metido. Las cosas no eran tan sencillas como pensábamos, había mucho más peligro. Pero éramos jóvenes, teníamos quince años, algunos aún catorce y pensábamos que podíamos con todo y que éramos inmortales.
Fedrick chocó contra un árbolz una trampilla se abrió en el suelo y caímos por lo que parecía ser un tobogán. Esperé, recé incluso para que no fuese ninguna trampa de los orcos. El tobogán terminó y vimos a una chica.
-¿Harriet?- preguntaron Peter y Theo a coro a la vez que ella sonreía de forma escalofriante.
-Cuánto tiempo.–——————————
Un poco más corto de lo habitual, lo sé, pero bueno, es decente xD
Espero que lo disfrutéis y que os de mal rollo el Bosque de los Gritos😂Att: Tanin❤
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El libro de Doragon. #EWA
FantasyEra un día normal, como siempre, aburrido, por azares del destino fui a casa de mi abuela donde me entrego un gran libro: El libro de Doragon. Era solo un libro, común a la vista, sus misterios lo adornaban y muy antiguo parecía. Un polvillo lo...