Alkaglen, la cerveza de los magos.

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Libra
Fedrick salió a ayudarlo y Lea también. Le taparon la boca; si gritaba nos descubrían y lo cogieron por los brazos arrastrándolo, estaba muy pálido. Saura cogió una flecha y su arco, una flecha cuya punta tenía pólvora y con una cerilla le prendió fuego, luego la lanzó. Le dió a uno de los guardias y el resto de caballos huyeron asustados, lejos del fuego.
Saura caminó hacia el caballo del sato al que le dió con la flecha y lo agarró de las riendas.
-¡Vamos!-dijo Lea subiéndose al caballo.
-No... noto la pierna- dijo Harry llorando. Peter ayudó a Harry a subir y a amarrarlo a la espalda de Lea con una cuerda. Fedrick lloraba en silencio.
-Venga, te recuperarás- le dijo.
-Gracias compañero- murmuró Harry cuando el caballo empezó a trotar.
-¡Iremos a Bimes! ¡Ellos sabrán que hacer! -gritó Lea, perdiéndose entre los árboles y caminos. Nos quedamos en silencio, todos pensamos que porbablemente no sobreviviría, o que por lo menos le quedarían secuelas.
-Vámonos -dijo Theo. Fedrick lo miró.
-¿A dónde? - dijo cabreado- Me da igual que te cambiaras de bando. Un sato siempre será un sato.
Peter miró al suelo y Theo lo observó apenado, pero ¿por qué?
-Vamos al bosque de los gritos -murmuró Theo.
-¿Y que nos maten, no?- dijo Paul.
-¿Y abandonar a Harry, no?- murmuró Fedrick más alto de lo que probablemente pretendía.
-Acampemos- sugirió Peter y todos asentimos- recordad que si tenéis alguna luz encendida la tienda se verá pero en cuanto la apaguéis se volverá invisible, con todo lo que halla dentro.

Casi era de noche e hicimos una hoguera alejada del camino y cerca de las tiendas. Peter hizo una lanza para pescar en el lago con Theo y cuando volvieron, trayeron una bolsa de tela abarrotada de peces.
-Tomad, hay dos por cabeza- dijo, pero todos parecíamos deprimidos por Harry.
-¿Dos? ¡Si son enormes!- exclamó Saura.
-Para su estómago son pequeños- bromeó Paul.
Terminamos de comer y Fedrick se fue a su tienda, minutos después, Paul hizo lo mismo al ver a Saura y a Theo besarse. Saura y Theo fueron a dar un paseo.
Se escuchaban ahuyidos a lo lejos, eran las ocho y ya estaba todo oscuro. Volví a observar el fuego, y pensé que quizás Harry era como él, luchaba por seguir ahí pero su llama se apagaba lentamente.
Peter se sentó al otro lado de las brasas.
-Pronto tendremos que marcharnos- dijo pensativo.
-Ya- contesté- espero que Lea vuelva con buenas noticias.
-Ojalá...- dijo, me levanté y él también. Me metí en la tienda. Teníamos sacos de dormir, pero yo prefería usarlo de colchón. Saqué alguna ropa y la coloqué de almohada, mi sudadera gris, me la puse y mi abrigo lo usé de manta. Aún tenía una luz encendida.

Pasaron minutos, pero no conseguía dormir. La noche era fría y un hilo de viento se coló en la tienda provocándome un escalofrío.
-¿Estás bien?- preguntó Peter, entrando.
-Emm... si- murmuré. Todos tenían las luces apagadas, excepto yo.
-Es que como tenías la luz encendida pues...bueno... yo... pensé que tendrías miedo o... algo- Peter siempre tan específico.
-Pues no, gracias- susurré tímidamente y ese tono rojizo que me encantaba subió a sus mejillas.
-Ehh... pues... yo ya me voy- dijo saliendo de la tienda. "No Libra, no vas a ir a buscarle, por muy Peter que sea" recordó mi subconsciente. Pasó un minuto y vi como Peter encendía una pequeña hoguera. "¡QUÉ CANTIMPLORAS LIBRA! ¡CORRE! ¡ES PETER! No entiendo como a estas alturas me sigues haciendo caso". «Oh gracias subconsciente, yo tambien te quiero» pensé. Salí de la tienda dando grandes pasos y caminé hacia la hoguera. El frío penetró en mis huesos y me hizo sentir más pequeña de lo que era. Cuando me vio llegar escondió algo detrás de su espalda.
-Libra, ¿que haces aquí?
-Quédate conmigo, por favor.- dejó una botella de cristal azul en el suelo y me abrazó. Podría estar toda mi vida así.
-Está bien- dijo y tiró de mi mano hacia su tienda. Dudé un poco en preguntar sobre la botella azul. Las ramas crujían bajo nuestros pies.
-¿Estabas bebiendo cerveza?- pregunté y él se puso nervioso.
-No.
-¿Y qué era?
-Piensa en nuestras clases de magia- dijo mirándome- ¿o sólo me prestabas atención por esta cara bonita que tengo?- solté un suspiro irritado.
-Ve a mi tienda y apaga la lámpara, Sr. Ego Subido- ordené y sonreí al ver su cara de ofensa. Entré en su tienda, más ordenada de lo que esperaba. Su saco de dormir tenía la cremallera completamente abierta, por lo que parecía una manta y su almohada eea una de sus mochilas (llevaba una mochila pequeña vacía dentro de la grande, para cosas como estas). Alkaglen, esa era la bebida que estaba tomando Peter. Sí, era una bebida alcoholica, aunque solo un poco. Te hacía sentir bien y más feliz, como cualquier bebida alcohólica, pero con esta tus reflejos no disminuíam. Sólo lo hacían los magos y su sabor el como cerveprestó ro mucho más barato. Nunca me imaginaría que Peter bebiera eso, eea para mayores de edad y Peter aún no lo era, por mucho que pareciese.
Leí las primeras páginas de un libro que tenía Peter a un lado del saco y él entró.
-Lástima que no tenga la primera parte aquí, te la podría prestar- dijo y le sonreí. Se tumbó a mi lado. No llevaba camiseta, lo que dejaba ver un tatuaje de un fénix en su abdominal izquierdo.
Siempre llevaba un colgante, una piedra verde y cilíndrica, pero con una punta terminada de forma cónica. Nunca se lo había visto porque simpre lo llevaba por dentro de la camiseta, pero le quedaba bien igual. La tienda no era muy grande, lo que hizo pensar que a penas había veinte centímetros entre nosotros.

Apagó el farolillo y en tan solo unos minutos ya tenía los ojos cerrados y la respiración pausada y suave. Me acosté mirando haci él y le sujeté el colgante, era liso y cálido. Miré a Peter y descubrí que estana sppñonriendo y tenía los ojos entreabiertos.
-¿Qué?
-¿Tú si fueran un chico no sonreirías si una chica preciosa te acariciara el cuello?- de repente se calló y se puso colorado.
-¿Preciosa?
-Sí, y te lo diría mil veces más- admitió- y ahora, ¿por qué sonríes tú?
-Porque me has llamado preciosa- murmuré.
-¿A caso miento?- dramatizó imitando na voz ofendida- bueno, ya que estamos... ¿querrías salir conmigo Libra?
-Claro- dije dándole un beso en la mejilla. Se ríe y me besa en la frente.
-Buenas noches- y lo último que recoedé fue su dulce voz diciendo eso y yo con la cabeza sobre su pecho. ¿Quién necesitaba una almohada?

A la mañana siguiente nos despertamos con el sonido de un caballo al trotar.
-¡Paul, Saura!- era la voz de Lea- ¡Peter! ¡Theo! ¿¡Estáis aquí!? ¡Fedrick! ¡Libra!- cuando salimos juntos Peter y yo, Paul nos lanzó una mirada sugerente.
-¿Y Harry? ¿Dónde está Harry?- preguntó Fedrick alterado.
-En Bimes- contestó Lea calmándolo.
-¿Le ha pasado algo grave?- pregunté.
-Parálisis en la pierna derecha, la flecha de rompió el nervio.

Después de hablar sobre el estado de Harry desayunamos y decidimos irnos. Rumbo: el Bosque de los Gritos.
Vimos cosas horribles en el camino, sangre mezclada con la tierra, espadas y flechas, e incluso llegamos a ver el campo de batalla a lo lejos al subir una colina. Montamos en carruajes de campesinos que se ofrecieron a llevarnos, ya que iban de camino a un pueblo cercano, e incluso hubo un hombre que nos vendió cuatro caballos a un precio muy bajo, en el que íbamos aproximádamente dos en cada caballo. Durante el camino llegamos a ver incluso cuerpos muertos de algunos soldados. Pasaron tres días en los que no paramos de movernos; mientras uno cabalgaba el otro dormía, y se comía en el caballo. Sabíamos que no teníamos mucho tiempo. Llegamos a un punto en el que tuvimos que abandonar los caballos, porque estos se negaban a continuar más allá del umbral del bosque. Era un gran cartel que anunciaba:
El Bosque de los Gritos, lugar paradisíaco para todo muerto.”

Y metros más adelante, en el centro del camino, colgaba un hada ahorcada.

El libro de Doragon. #EWADonde viven las historias. Descúbrelo ahora