La guarida de Harriet.

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Saura
-Adelante, sentaos- dijo ella-. Ahorraos las presentaciones, sé quiénes sois. Por poco agradable que suene, debéis sabar que os he estado vigilando
-¿Tambien has visto lo del arbol?- preguntó Fedrick señalando la sangre que caía por su nariz.
-Si, tambien lo he visto cariño. Toma, esto calmará el dolor.
-Gracias- dijo Fedrick.
Aguanté la risa cuando se lo tomó, al igual que Lea. Dudé que supiese lo que era ese ungüendo transparente con un toque brillante y azulado. Cuando lo tragó no me pudé contener, no podía parar de reírme, su cara era aún mejor que la de un bebé probando un limón por primera vez.
-¡Ah, qué asco! ¿Esto qué es?- dijo asqueado.
-¿Cómo lo digo para que tu corta inteligencia lo entienda? Caca de unicornio.- diji Lea y empezó a reirse. Parecía una loca.
-Va, ahora en serio- dijo él.
-Amigo, te dicen la verdad- aseguró Harriet.

Harriet, ella era... diferente a cualquier otra persona que había visto. Era delgada y bastante alta, pero hasta ahí todo normal.
Tení la mitad de la cabeza rapada y su cabello rubio o llegaba hasta el hombro.
Pero lo extraño estaba en su cara. Sus ojos eran verdes esmeralda con la pupila como los de una serpiente, y en su boca destacaban colmillos de dos centímetros y dientes afilados, y su lengua era bífida. Vestía con una chaqueta de cuero y unos pantalones cortos. Sus medias estaban rotas y sus zapatos eran unas botas de cordones. Su cuerpo estaba lleno de armas, al igual que las paredes de su escondrijo.
-¿Eres medio serpiente?-pregunté. Esa pregunta era realmenre rara.
-No querida, pero ojalá- dijo ella pasando su lengua, o la mitad, por sus dientes puntiagudos
-¿Querías ser un Snadak?- pregunté. Los snadak eran monstruos mitad serpiente mitad humano. Eran horribles y malvados, y decirle eso probablemente sería como un insulto si fuese una elfa.
-Claro que si- contestó ella, con un tono de superioridad- pero decían no soy suficiente cruel... ¡una pena! Por cierto, ser snadak no significa ser un monstruo, cariño.
-Me da mal rollo- susurró Paul.
-Te he oído- caturreó Harriet.
Dejó unos mapas y varios libros sobre la mesa. Luego, un aparato extraño.
-Necesitaréis ayuda, pero no pienso arriesgar mi vida por vosotros- «qué amble» pensé- bueno, por Peter y Theo quizás me lo pensaria.- y les guiñó un ojo. Me caía mal y no era precisamente una fuente de confianza para mi.
-Yo tambien soy un bombón, eh- dijo Fredick y ella se acercó a él, dándole un beso en la mejilla.
«Pero esta de qué va». Fredick se puso completamenre colorado.
-Los bombones humanos no son para comerlos...
-Desagradecido.- dijo ella simpática.
-¿Y porque necesitaremos tu ayuda?- pregunté.
-¿Y pirquí nicisitimis ti iyida? Por favor Saura, cállate. Prefiero hablar con personas más civilizadas y maduras, no con una adolescente caprichosa de quince años con una mentalidad de tres. Y si quieres una respuesta más clara: porque se donde esta cada lugar, tengo mapas, radares, artilugios mágicos, pociones... no sé ¿para que necesitais mi ayuda? Ah si, para sobrevivir, ¿quizás?- dijo. Me caía horriblemente mal, ¿se acababa de escuchar? ¿Me decía que era una inmadura cuando me acababa de decir, literalmente «Y pirquí nicisitimis ti iyida» a modo de burla?
-No le hables así- dijo Theo y lo miré agradecida.
-Uno de vosotros se quedará aqui, si queréis mi ayuda- dijo ignorando a Theo.
-Está bien, me quedo- dijo Theo y el enfado aumentó dentro de mi. Ese... Bicho raro no podía quedarse con Theo.
-Prefiero quedarme yo- dije.
-Ni de coña, cariño.

Theo, que misteriosamente ya conocía aquella guarida, ayudó a Harriet a recoger de los estantes pociones y mapas para ayudarnos en el camino.
Nos habló del Sistema de Comunicación por Animales (SCA), el modo en el que nos había vigilado desde el día en el que supo que Paul había llegado a nuestro planeta y nos enseñó a utilizarlo para comunicarse con ellos en situaciones de emergencia y luego, nos marchamos de su guarida. Theo se quedó con ella, para mi mala suerte.
Nos acompañaron unos quilómetros por el camino más seguro, en el que apenas hablamos. Harriet cortaba las ramas que estorbaban en el camino con su hacha de plata.
-Parad un momento- dijo y se agachó. Escarvó en el suelo, apartndo las ramas secas y cogió un animal parecido a una rata.
-Roedorus malebunnos, también conocida como Bunnos o como la Rata de los Satos. Estos bichos asquerosos. Recolpilan información de todas partes y luego se lo chivan a los rateros de Sateus. Solo los sueltan cuando planean alguna batalla, para asegurarse de que nadie planee nada contrario a ellos.- dijo. Todo aquello ya lo sabía, pero le reconocí el mérito porque muchas personas los desconocían. Mi padre catalogaba todas las criaturas que encontraba y escribía libros sobre ellos, aumque la mayoría los guardaba en casa. Así aprendí yo todo lo que sabía sobre esas especies.- Estáis en grave peligro, tened cuidado. Y los más sensibles, no miréis.
Libra y Fedrick apartaron la vista y Harriet decapitó al Bunno con su hacha.

Llegamos a un punto donde nos despedimos de Harriet y Theo, pero antes de irnos escuché a Peter y a Theo hablar.
-Los orcos, dijeron un mago y dos satos, Peter, sé que lo sabes, y mentiste; pero todos los vimos - le dijo Theo.
-Lo se, pero escuchaste a Paul aquel día, "Un sato, siempre sera un sato." No quiero que me odien- le contestó Peter.
-Tienes que decírselo.
-Lo sé.
-Especialmente a Libra.- Y ahí acabó su conversación.
Entendí lo suficiente como para sacar mis propias teorías.
«¿Peter es un sato?»

Harriet se acercó a mi, me agarró del brazo y me separó del resto.
-Mira, querida- me llevaba una cabeza y resultaba amenazante-, desde el primer momento en el que me viste me miraste mal, pero ni me conoces. ¿Ves esto?- señaló a su cara- Soy así porque así lo decidí yo y tú no eres quién para criticarlo. La gente es mucho más de lo que aparenta y si yo quiero comportarme como me comporto vas a tener que fastidiarte, porque yo no voy a cambiar por nadie. No sabes las veces que me han mirado como tú por ser quien y como soy. El mundo está lleno de elfos intorelantes como tú que odiáis a todos los satos, cuando ni siquiera nos conocéis. Tanto nos criticáis y sois peores que nosotros.
-Nosotros no matamos, Harriet.
-Que tú no lo hayas visto no significa que no haya sucedido.

Me miró una última vez, sonrió y se fue sin mirar atrás. Me quedé de piedra y por primera vez me cuestioné quiénes eran realmente los malos.

El libro de Doragon. #EWADonde viven las historias. Descúbrelo ahora